Democracia envenenada. Bernhard Mohr

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del Kremlin y de la fsb», concluyó Satter.

      Independientemente de quién estuvo detrás, la mayoría de la gente apoyó de todo corazón la segunda guerra chechena, que Putin impulsó un día después del hecho ocurrido en Riazán. A la mayoría de la población rusa no le interesaba que los periodistas hicieran preguntas críticas, sino que los responsables recibieran lo suyo. Aunque quizá Putin no haya planeado la guerra, sí era él quien encabezaba el honor de llevarlo a acabo. La operación chechena hizo que Putin pasara de ser «un cero a la izquierda, a un héroe nacional en el transcurso de cuatro meses», escribe la biógrafa de Putin, Katja Gloger. En septiembre, el 4% de los rusos apoyaba a Putin como presidente, en octubre subió a 21%, en noviembre era el 45%. Cuando Yeltsin dimitió en Año Nuevo, Putin estaba kilómetros adelante de los contendientes en las encuestas. El hombre que prácticamente nadie conocía hacía medio año, de un momento a otro se había convertido en el candidato presidencial que la mitad de los rusos preferían.

      Las autoridades, desde ese momento, decidieron controlar con más ahínco la información que salía de Chechenia, lo cual contrastaba con el modo en que se dio información en la primera guerra de 1994-1996, donde los informes de periodistas independientes acerca de oficiales rusos que desertaban y de los atropellos contra la población civil, hicieron que muchos dieran la espalda a Yeltsin. Ahora, con Putin y gracias a ese control de la información, la versión oficialista de los hechos era la que llegaba al hogar de las personas. En la elección de marzo de 2000, Putin obtuvo 52% de los votos, mientras que el candidato del Partido Comunista, Gennady Zyuganov, logró el 29% y no hubo necesidad de una segunda vuelta en las elecciones.

      En 2001 se instauró el impuesto fijo de 13% a los ingresos salariales. La baja tasa de impuestos hizo que los ingresos de la gente se acrecentaran, lo cual contribuyó a que las entradas tributarias también aumentaran. La devaluación del rublo entre 1998 y 1999 hizo que la producción nacional fuera más competitiva, y la importación de bienes se hizo más costosa. Principalmente, en 1998 el precio promedio de un barril de petróleo del mar del Norte era de 12,7 dólares, el más bajo desde mediados de los años setenta. Pero en el primer año de Putin como presidente, el precio del petróleo se duplicó, y luego aumentó en un abrir y cerrar de ojos a casi 100 dólares en 2008. El alza de los precios ocasionó que la industria petrolera fuera sumamente rentable, y a partir de 2001 y hasta 2011 Rusia logró doblar su producción de petróleo. El Estado aumentó también su participación en las expropiaciones del sector petrolero, entre otras cosas, como consecuencia del llamado caso Yukos. En 2003, Mijaíl Jodorkovski, propietario de Yukos, fue arrestado y acusado de evasión de impuestos. Su compañía petrolera era en ese entonces la más grande de Rusia. Una vez que Jodorkovski fue condenado a nueve años de prisión, Yukos fue administrada por compañías estatales. Antes de todo esto, Jodorkovski había expresado su ambición de tener un papel político preponderante en Rusia. En este sentido, él afirmó que su caso estaba basado en motivaciones políticas, una visión que fue apoyada, entre otros, por Amnistía Internacional y el Consejo Europeo.

      Todo esto contribuyó a que los ingresos del Estado aumentaran drásticamente. En consecuencia, mejoró la capacidad para saldar los créditos estatales y sirvió, a su vez, para aumentar las pensiones y los salarios a los empleados públicos. El aumento del precio del petróleo quizá podría ser un golpe de suerte, pero no cabe duda de que los expertos económicos de Putin, de orientación liberal —Kudrin y German Gref, que por mucho tiempo sirvieron como ministros de las reformas económicas— también impulsaron acciones exitosas. En 2010, la revista Euromoney honró a Kudrin como el ministro del año, por sus logros en política financiera, y en 2015, hizo lo mismo con Elvira Nabiúllina, jefa del Banco Central.

      La popularidad de Putin los primeros años se debió también a las estrategias de control aplicadas sobre los medios de comunicación. Como Putin era desconocido para la mayoría de los rusos, se hizo más fácil construir una mitología en torno suyo. La mencionada biografía-entrevista, En primera persona, fue un eslabón importante en la construcción de su popularidad. El libro cuenta la vida de un hombre común y de origen humilde, que fomenta los valores familiares, la lealtad, el cuidado de la salud y la actividad física. Además, el libro también resalta la manera como Putin, en su juventud, se forjó un carácter firme y resolutivo. Putin destaca su pasado como practicante de judo y sambo; este último es un sistema de defensa personal creado en la antigua Unión Soviética. En el libro se narra que el joven Putin frecuentemente peleaba en los patios traseros de su instituto en Leningrado. La imagen de un político pragmático, duro y decidido se fortaleció gracias a las acciones y las declaraciones que dio después de llegar al poder, principalmente ante el tema de Chechenia. Promesas como «aniquilar a los terroristas y acabarlos mientras estén con los pantalones abajo» implicaban un uso del lenguaje popular que le gustó a muchos de sus conciudadanos. Asimismo, Putin era joven, comparado con Yeltsin, quien estaba entrado en años y enfermo. El nuevo presidente lucía trajes personalizados y modernos, y se veía saludable y atlético.

      Cuando el Kremlin aseguró, contra todo pronóstico, la victoria de Yeltsin en las elecciones presidenciales de 1996, lo hizo presentándolo como la única y contundente alternativa posible. La campaña presidencial no hizo referencia a los problemas políticos de Yeltsin, tampoco se difamó a los contendientes (el candidato del Partido Comunista, Gennady Zyuganov, era su oponente). La campaña fue dirigida por la Fundación para las Políticas Efectivas (FEB) de Gleb Pavlovsky, un asesor político cuya Fundación era muy cercana al Kremlin. Posteriormente, luego de su trabajo con Yeltsin, Pavlovsky continuó cooperando con Putin bajo principios similares. Putin, desde que se convirtió en presidente interino el 31 de diciembre de 1999 hasta que fue elegido presidente en marzo de 2000, no hizo una sola declaración pública. Se abstuvo explícitamente de participar en las entrevistas televisivas que habían dispuesto para él, de acuerdo a la ley electoral. Sin embargo, los grandes canales de televisión mostraban a Putin volando un avión de caza en Chechenia, posando junto a un tigre siberiano luego de dispararle un dardo sedante, saludando con apretones de mano a todo tipo de personas humildes a lo largo del territorio ruso. Fue presentado como un estadista innato, alguien que estaba por encima del «pequeño» político y de cualquier otro candidato presidencial de la fila.

      Cuando me mudé de Rusia en el otoño de 2007, Putin se acercaba al final de su segundo periodo presidencial. Como la constitución rusa dice que nadie puede ser presidente por más de dos periodos seguidos, él se vio en la necesidad de retirarse. Putin declaró que iba a apoyar a Dmitri Medvédev como nuevo presidente, quien en ese momento era primer viceministro de Estado. Medvédev ganó arrolladoramente en las elecciones de 2008, a las cuales Garri Kaspárov tildó de «una farsa». La Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), se abstuvo de enviar observadores a las elecciones en protesta contra todas las limitaciones que ellos habían sufrido de antemano por parte de las autoridades rusas y las muchas advertencias de un posible fraude electoral. Por su parte, Medvédev propuso a Putin como ministro de Estado y la Duma Estatal aprobó esta propuesta poco tiempo después. La Duma había estado dominada desde 2003 por Rusia Unida, un partido establecido y controlado por los aliados de Putin.

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