Democracia envenenada. Bernhard Mohr

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geográficos de Osetia del Sur y Abjasia. Después, estos proclamaron su independencia, algo que solamente Rusia y otros tres países de las Naciones Unidas han reconocido. La acción de las fuerzas rusas fue criticada duramente por los líderes de Estado occidentales. Del mismo modo, Georgia tuvo que asumir parte de la culpa por el conflicto armado9.

      La crítica se extendió cuando Medvédev llegó a Noruega en abril de 2010 de su primera y única visita estatal como presidente. La visita se convirtió en un triunfo para él y en el mayor acontecimiento en las relaciones bilaterales noruego-rusas de los últimos veinticinco años. Durante el primer foro de negocios noruego-ruso, en Oslo Plaza, Medvédev describió el cuento de hadas de la economía rusa de cara al futuro, en la que los recursos naturales, la juventud rusa con educación superior en tecnología de la información y el know-how occidental se juntarían y generarían grandes inversiones. Invitó a Noruega a trabajar en equipo en la búsqueda de petróleo en aguas congeladas y a desarrollar los proyectos del Silicon Valley ruso en Skólkovo, a las afueras de Moscú. Con una mezcla de firmeza, carisma y un ramillete de hermosas promesas, Medvédev encantó al auditorio conformado por empresarios noruegos y rusos, burócratas y políticos —quienes aplaudieron de pie—. Al día siguiente, el ministro de Estado de Noruega y el presidente de Rusia publicaron el nuevo acuerdo sobre las líneas de delimitación del mar de Barents, que ya habían negociado en 1970 por estos países. «Límites claros en la frontera abren perspectivas totalmente nuevas para un trabajo en equipo en el Norte, con el fin de obtener recursos y generar negocio, empleo, trabajo y cooperación de persona a persona a través de nuestra frontera en común», decía el comunicado de prensa emitido por el Gobierno noruego.

      A pesar de que a Mijaíl Jodorkovski en ese mismo otoño le aumentaron la condena a 14 años en un juicio que Amnistía Internacional caracterizó como «extremadamente defectuoso y de motivaciones políticas», y a pesar de que el conocido periodista del Kommersant, Oleg Kashin, fue molido a palos por unos agresores que no recibieron castigo, el periodo de Medvédev generó esperanzas en los rusos de clase media. El optimismo por el futuro entre 2010-2011 fue impulsado también por el hecho de que Rusia se había repuesto de forma rápida luego del impacto de la crisis financiera. El Producto Interno Bruto cayó un 9% de 2008 a 2009, pero ya en 2011 lo que se había perdido fue recuperado nuevamente. Medvédev trajo la esperanza de modernización cuando expresó de manera genuina su interés por las nuevas tecnologías —principalmente a través de su frecuente uso de las redes sociales como Twitter—. Las elecciones presidenciales de 2012 empezaban a acercarse y Medvédev proclamó que iba a apoyar a Vladimir Putin como el candidato a la presidencia por Rusia Unida. La Constitución no dice nada acerca de si un presidente anterior puede postularse nuevamente a la presidencia. Además, bajo el mandato de Medvédev, la Constitución se modificó, lo que permitió que un periodo presidencial durara seis años y no cuatro. Para muchos rusos, la idea de doce nuevos años con Vladimir Putin era alarmante y deprimente. Entre el otoño e invierno de 2011-2012, la gente protestó intensamente en las grandes ciudades. Donde años antes «los disidentes» que marcharon en 2006 y 2007 lograron, en el mejor de los casos, reunir diez mil personas. Pero en las marchas conocidas como «las protestas de Bolotnaya», en referencia a la plaza de Moscú donde se llevaron a cabo, la participación conglomeró diez veces más gente. Las manifestaciones continuaron al año siguiente, pero con menos poder que a finales del año anterior. En las elecciones presidenciales del 4 de marzo de 2012, que fueron criticadas tanto por la oposición rusa como por los observadores electorales internacionales debido a los muchos casos de fraude electoral, Putin ganó de forma contundente. El mismo día que Putin inició su tercer periodo presidencial, el 12 de mayo, la oposición organizó una manifestación más. En esta ocasión entraron en choque con la policía, que en el último momento había retirado el permiso a la manifestación. Varios cientos de manifestantes fueron retenidos.

      En la plaza del Kremlin, Putin hizo de todo para mostrar que su figura de mandamás había regresado. En su primer día de trabajo firmó catorce decretos presidenciales, reglamentando desde la economía hasta el sistema educativo relacionado con asuntos de la Unión Europea. Hizo también cambios para concentrar más poder en la administración presidencial. De ahora en adelante toda la planificación estratégica tendría lugar en el Kremlin. «De esta forma el gobierno perdió la última parte de su poder ejecutivo», escribió Gloger. También la fiscalía fue trasladada a una nueva sede en el centro de Moscú. En cuanto a aquellos que habían expresado su insatisfacción en la plaza de Bolotnaya, les había llegado la hora de la revancha estatal. En junio de 2012 la policía llevó a cabo investigaciones en la casa de diez líderes de la oposición, entre ellos, Alexéi Navalni, Boris Nemtsov y Ksenia Sobchak —hija del antiguo jefe de Putin en San Petersburgo—. Varios de los manifestantes de Bolotnaya fueron condenados con cárcel de tres a cuatro años por «participación en disturbios masivos» y «uso de violencia contra la policía». Algunos fueron condenados a tratamiento psiquiátrico forzado. Al mismo tiempo se llevó a cabo una serie de cambios legislativos que limitaron aún más la posibilidad de protestar contra el Gobierno. En junio de 2012 se penalizó llevar botellas de agua a manifestaciones, presuntamente porque estas podían ser utilizadas como armas. La multa máxima por participar en protestas sin aprobación de las autoridades se aumentó diez veces: 300,000 rublos —lo que para la mayoría de la gente representaba el salario anual—, y 600.000 para los empleados públicos. Varios de los expertos occidentales sobre Rusia, como Karen Dawisha, escritora de Cleptocracia de Putin, empezaron a comparar «la creciente opresión sistemática» con la situación de la Unión Soviética de la década de 1930.

      En julio de 2012 se habló mucho en los medios sobre la introducción de la ley sobre agentes extranjeros. Esta señala a cualquier institución que reciba fondos del extranjero como «una organización dedicada a la actividad política, siguiendo instrucciones de un estado extranjero». A quien señalen como «agente extranjero» está en la obligación de marcar todos sus documentos —desde la carta más sencilla, hasta las páginas de internet y artículos en periódicos— con la inscripción «agente extranjero». Los agentes extranjeros deben rendir cuentas y presentar documentación más frecuentemente que otras organizaciones. Si se rompen estas regulaciones, los directores o líderes pueden ser condenados con cárcel de hasta por dos años. «La ley de agentes extranjeros fue hecha para culpar, estigmatizar y, en última instancia, para silenciar a las organizaciones no estatales», comentó Serguéi Nikitin, líder de la oficina de Amnistía Internacional de Rusia.

      Con el fin de hacer más difícil el trabajo de los periodistas y censurar las investigaciones sobre actos de corrupción, se aumentó la pena máxima por injuria en julio de 2012. En noviembre del mismo año, la legislación para juzgar a gente que revela secretos estatales se hizo más fuerte, al mismo tiempo que las penas máximas siguieron aumentando. En diciembre de 2012 Rusia prohibió la adopción de niños a países que permitían el matrimonio de personas del mismo sexo. Medio año más tarde, en junio de 2013, se ajustó la ley «de protección de niños contra información que puede lesionar su salud y desarrollo». Según esta ley se condena con multas y cárcel la distribución de información que promueva «la igualdad de relaciones sexuales tradicionales y no tradicionales». La llamada ley contra la propaganda homosexual hace que, por ejemplo, sea penalizado manifestar en las calles por los derechos de la comunidad lgbtI.

      Varios biógrafos de Putin, como por ejemplo la mencionada Katja Gloger, lo habían estado mostrando durante largo tiempo como una elección correcta y positiva para Rusia. Lo veían cómo un político realmente competente que obtuvo el control en medio del caos y que dio los pasos necesarios para que la sociedad rusa llegara a ser más próspera. A pesar de que las tendencias autoritarias aparecieron bastante rápido, me di cuenta de que mientras vivía allí, me hicieron creer que Putin podía llevar a cabo un proceso de modernización en el que las fuerzas democráticas con el tiempo iban a jugar un papel importante. Cuando Dmitri Medvédev asumió el cargo de presidente, critiqué el uso de poder contra Georgia, pero dos años más tarde recobré el optimismo después de su firme ofensiva en Oslo. Pero la revancha de Putin contra los manifestantes de Bolotnaya, las nuevas leyes antidemocráticas y la forma como torpedeó los derechos populares en Ucrania, me hicieron despertar. La muerte

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