Las imprentas nómadas. Alessandro Corubolo

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Las imprentas nómadas - Alessandro Corubolo Scripta Manent

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/2015/09/23/32663045.html>, donde también se encuentran disponibles reproducciones fotográficas [consulta: 07/2016].

      10. Y en seguida nos viene a la memoria un bellísimo volumen como lo es el de Bandinelli, Iacobelli y Lussu (1990).

      11. Enciclopedia dei ragazzi (1950: 3135).

      12. Otra historia es la de las soluciones inventadas para imprimir lenguas para las cuales no se poseían los caracteres necesarios: véase el bellísimo catálogo del Gutenberg Museum de Maguncia: Sprachen des Nahen Ostens und die Druckrevolution. Eine interkulturelle Begegnung (2002).

      13. Un último agradecimiento a los primeros lectores: Francesca Turrisi, Luca Rivali, Natale Vacalebre y Alessandro Tedesco.

      Según un ensayo publicado hace poco, en gran medida novedoso para Italia y del que partimos para realizar este trabajo (Tavoni, 2013), parecían esporádicas las ocasiones para imprimir in itinere y/o de manera itinerante. En cambio, la larga e intensa investigación llevada a cabo siempre a partir de esas páginas, y que han involucrado no solo a su autora, ha revelado una realidad desordenada, rica y heterogénea y, por lo tanto, a primera vista inimaginable.

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      “Mola pro impressoribus”, en Machinae nouae Fausti Verantii siceni. Cum declaratione latina, italica, hispanica, gallica, et germanica, Venecia, ca. 1615-1616.

      Tampoco hemos tomado en cuenta aquellas prensas que luego darían lugar a muy diversas imprentas privadas y sobre las que existe una copiosa literatura. Sobre todo a partir del siglo XVIII, su presencia dentro de muchas casas puede considerarse el principal fruto del entretenimiento de aristócratas y también de una elite que las acogió por diversos motivos; en Versalles no solo por diversión de la marquesa de Pompadour, que imprimía y grababa “con sus bellas manos”, despertando incluso la admiración de Voltaire, en la casa de Strawberry Hill de Horace Walpole o en la de Benjamin Franklin, en Passy, en la época en la que el padre de Walpole fue ministro plenipotenciario en Francia. En todos estos casos, y también en otros, fue transferido todo lo que era necesario para la imprenta, a veces para fines benéficos, a veces para publicar ediciones valiosas fuera del comercio, o para editar únicamente obras propias realizadas por las “prensas domésticas”, como en el caso de Federico II de Prusia en Berlín entre 1749 y 1750, quien firmó entonces con el seudónimo de Philosophe de Sans Souci.

      Nuestro interés tampoco se ha concentrado en estas prensas y no hemos dirigido nuestra investigación en esta dirección. Hemos querido seguir, en cambio, a las máquinas de imprenta, a los operadores que se ocupaban de su funcionamiento y a aquello que se realizaba con tales máquinas cuando la impresión se hacía durante los desplazamientos; hemos buscado descubrir los motivos que han inducido a hombres y mujeres, en los siglos que hemos examinado, a invertir capitales y a concretar sus propias y tenaces convicciones, cargando sus prensas sobre carros, en naves e, incluso, en cualquier otro medio en movimiento, o bien arrastrándolos en complejos itinerarios durante trayectos más o menos largos para realizar distintos materiales o para exhibirlos en las más variadas manifestaciones.

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      Prensa móvil del ejército piamontés de 1848, que pertenece al Museo del Risorgimento de Milán. Foto extraída de una revista no identificada de los años 30 del siglo XX.

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      Férat, Jules (1859) “Imprimerie ambulante de l’Armée d’Italie”, L’Illustration, mayo.

      No solo indagamos sobre las prensas que, aunque fuesen de notables dimensiones, eran montadas sobre máquinas en movimiento o transportadas en las más variadas situaciones,

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