Las imprentas nómadas. Alessandro Corubolo
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En principio, para obviar la larga y compleja composición manual con caracteres en plomo y, al mismo tiempo, para ofrecer una solución a las necesidades de obtener más copias de un mismo texto o dibujo, se utilizó la litografía. Luego, a partir de los años setenta del siglo XIX, se desarrollaron los “polígrafos” (desde este momento usamos expresamente la definición más genérica). Dichos polígrafos realizaban una transferencia química de tintas a la anilina, desde una base gelatinosa a las hojas de papel, o bien entintaban matrices específicas (también obtenidas con máquinas de escribir) que más tarde derivarían en el moderno ciclostil o mimeógrafo. Tales “duplicadores” de copias fueron proyectados en dimensiones modestas, adaptados para operar en cualquier condición.
PRENSAS PARA REYES, ARISTÓCRATAS Y HOMBRES DE CULTURA EN EL SIGLO DE LAS LUCES
Si bien el uso y la producción de esas prensas no forman parte plenamente del plan general de nuestro trabajo, las mencionamos para ofrecer una visión general orgánica de todo lo que hemos expresado hasta aquí, pero también porque algunos modelos fueron modificando sus usos, lo cual justifica nuestra necesidad de hablar de ellas.
Se tiene noticia de prensas de pequeñas dimensiones ya desde principios del siglo XVI (Moran, 1978: 228), pero fue durante el siglo XVIII cuando se verificó su gran desarrollo gracias al encendido interés por la imprenta, entendida como distracción de la aristocracia. A las prensas normales de las imprentas instaladas en los palacios de los nobles, en las que trabajaban expertos cajistas e impresores, se agregaron y se difundieron en toda Europa pequeñas presses de cabinet construidas para el uso personal de los aristócratas, a partir del ejemplo de reyes y príncipes que, ya desde niños o por un breve período, se divertían en sus habitaciones realizando trabajos de impresión.
En este sentido, no parece que haya sido publicada ninguna imagen, pero existe una noticia de 1719 relacionada con una pequeña prensa construida por el mariscal de Villeroy para que con ella se ejercitara, también como soporte para el estudio de la ortografía, el por entonces niño Luis XV. Un armario de cuatro pies (ca. 130 cm) de altura, de dos pies y cuatro pulgadas de largo y de 14 pulgadas de ancho contenía dos prensas: una para imprimir los textos y la otra calcográfica, además de una cantidad de pequeños cajoncitos de diferentes medidas que contenían caracteres, espacios e interlíneas. Su invención se atribuye a Jacques Columbat o Collombat (1668-1744), impresor del rey. (28)
En 1732, el mismo Luis XV, ya adulto, asistió a las pruebas de una imprimerie ambulante, que había sido presentada con anterioridad a los miembros de la Academia de las Ciencias. Se trataba de una máquina de alrededor de dos pies cuadrados (65 cm²) con la que el inventor, el ingeniero francés Monsieur M***, había prometido imprimir en ocho días un buen número de ejemplares de un grueso in folio. El inventor fue gratificado con una importante suma de dinero e intimado a no develar jamás a nadie el secreto, salvo preciso pedido y autorización del rey. (29)
Por lo que respecta a la imprenta no profesional de los aristócratas –no así la de los reyes–, aunque no disponemos de descripciones precisas de los modelos que fueron usados en ese período, podemos sospechar, sin embargo, que se trataba o de versiones en miniatura de las prensas comunes de madera (como la expuesta en Lyon), (30) o bien de pequeñísimas prensas de palanca como lo fue, de seguro, la imprenta manual, adquirida por Vittorio Alfieri en 1786, capaz de imprimir pequeñas páginas que contuvieran “no más de 14 renglones”. (31)
El interés muy difundido de imprimir en la propia casa terminó por interesar también a las mujeres, como lo atestigua el anuncio en la Reading Mercury and Oxford Gazette del 30 de octubre de 1769, que ofrecía una Portable printing press dirigida a los “Nobles, caballeros y damas interesados en la impresión” (Moran, 1978: 230). Aún más singular resulta el anuncio parisino de 1770 de Charles-Raymond Granchez, Marchand Bijoutier, con nuevos artículos entre los cuales encontramos, entre las “ligas… para hombres y para mujeres” y las “tabaqueras de cuero marrón de Edimburgo”, la oferta de “pequeñas imprentas portátiles”. (32)
Presse de cabinet, siglo XVIII, Lyon, Museo de la Imprenta y de la Comunicación Gráfica. Dibujo de Rosabianca Cinquetti.
Pequeña imprenta manual de finales del siglo XVIII (año desconocido), abierta y cerrada
Además de ser entretenimiento de la nobleza, las pequeñas imprentas portátiles tuvieron en Europa una difusión relevante entre la burguesía culta. Literatos, estudiosos, hombres de la cultura que querían expresar sus propias opiniones o dar informaciones en completa libertad recurrieron a imprimeries furtives, ocultas a veces en sus habitaciones. Por otra parte, rápidamente se intuyó la indudable utilidad que podrían tener las pequeñas prensas portátiles para un uso “itinerante”, en especial en el ámbito militar. Como ya ha sido explicado, esto se confirma en el tomo 16 del Dizionario delle arti e de’ mestieri (1774: 59-61), en el que se describe una prensa portátil y, de manera errónea, se dice que fue ideada por Louis Jaucourt, (33) y se precisan también las posibles utilizaciones:
Esta prensa […] es muy sencilla […]. Prueba de esto son las experiencias que fueron realizadas con ella y parece que deberían ser útiles a los ministros de las Coronas y a los generales de la Armada cuando se encuentran en campaña militar; les agilizaría una correcta distribución de las órdenes que deben ser impartidas en lugares muy diferentes y al mismo tiempo.
Este tipo particular de prensa estaba compuesto por dos robustas tablas de madera grandes como una hoja de papel, unidas con un cierre (“a manera de tabaquera”) y una empuñadura (“mango”). El molde para imprimir, cerrado y entintado, era colocado sobre la tabla inferior; la otra tabla, recubierta por un paño, estaba destinada al papel y al marginador tipográfico. El mango servía para apretar e imprimir. Como veremos, esta técnica constructiva, cuya obvia limitación era la dimensión de los impresos que se podían obtener y la distribución irregular de la presión, fue usada con perfeccionamientos sucesivos aún durante un siglo.
EVERY MAN HIS OWN PRINTER, O BIEN TODOS TIPÓGRAFOS
En Inglaterra, a mediados del siglo XIX, la prosperidad económica, el avance –no solo social, sino también político– de la burguesía y la afirmación de sus modelos de vida no dejaron de tener consecuencias en los aspectos aquí considerados. En aquel período explotó el interés por las pequeñas máquinas para imprimir que definiremos como de uso doméstico. En las publicidades de los fabricantes comenzaron a aparecer imágenes cautivantes del sexo femenino o de jovencitos que en salones burgueses se ejercitaban en la composición tipográfica y en la impresión, junto con explícitas aclaraciones identificatorias: “Printing at home”, “The people’s printing press”, “Every man his own printer” (‘Imprimir en casa’, ‘La imprenta de la gente’, ‘Cada hombre es su propio impresor’), entre otras.
David Garden Berri, People’s printing press, portadilla de The Art of Printing, Londres, edición a cargo del autor, 1864.