Hacia la Gran Universidad Chilena. Arnoldo Hax
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El segundo hecho que establece una marca importante en este primer período es la constatación de que dentro de las primeras oleadas de gentes que arribaron a las costas de Estados Unidos se encontraban jóvenes graduados de las prestigiosas universidades de Oxford y Cambridge43, quienes se ubicaron en los puestos de liderazgo religioso y político de la naciente comunidad, y desde allí alentaron la creación de la universidad en estas nuevas tierras. Fueron estos “inmigrantes universitarios” los responsables de fundar la tradición intelectual y fijar los estándares académicos en Nueva Inglaterra y, a través del carácter en que habían sido formados, el respeto hacia la educación y el aprendizaje como herramientas fundamentales para el desarrollo de su comunidad.
Así, en el año 1636 la Corte de Massachusetts44 decide aportar los recursos necesarios para la fundación de la primera universidad, la que fue emplazada en la localidad de Cambridge (Newtown en esa época). Tres años más tarde, luego de la donación de la mitad de su herencia y su colección de libros (400 volúmenes), realizada al momento de su muerte por el Pastor John Harvard45, el college, por orden de la misma Corte, pasó a llamarse Harvard College en honor a su primer benefactor.
Conviene destacar que los historiadores modernos rechazan la idea de que la fundación del primer college en este período haya sido solo con el fin de formar clérigos. Nos aportan dos datos muy reveladores al respecto: solo poco más de la mitad de los graduados llegarán a ser ministros de la iglesia46, y los grados académicos conferidos por esta nueva institución habilitaban para seguir estudios de posgrado en Oxford o Cambridge.
Su segundo rector, Henry Dunster, crea las bases de lo que hoy conocemos como la regla de los “tres tercios” para el financiamiento de la universidad (aranceles, aportes del gobierno y donaciones). Resulta sorprendente ver cómo, aun en un contexto de total precariedad financiera, luego de conseguir el apoyo para que los recursos que producía el ferry entre Boston y Cambridge pasaran a ser de beneficio de la naciente universidad, y se consagrara un aporte de los habitantes del estado a ella, el rector Dunster, más allá de atender las urgentes necesidades de recursos para financiar el gasto de la institución, crea el “tesoro” de la universidad, que en inglés es conocido como el “endowment”. Este se eleva hoy por sobre los US$30 mil millones, el más alto del planeta, tal vez solo superado por los tesoros del Vaticano.
Como veíamos, las universidades de Estados Unidos nacieron de la preocupación de los colonizadores protestantes de Nueva Inglaterra para formar a sus hijos, considerando que no podían enviarlos a universidades inglesas47. Las primeras universidades reprodujeron el modelo educativo de la tradición de los colleges medievales de Oxford y Cambridge, como Harvard el año 1636 y Yale, en 1701. Posteriormente, se fundarían Princeton, en 1746; Columbia, en 1754, y Brown, en 1764. Estas instituciones eran altamente aristocráticas y los estudiantes provenían de las principales familias colonizadoras. Ellas constituyen lo que se designa como el “Ivy League” (la “Liga de las Hiedras”, dado que sus añosos edificios invariablemente están cubiertos por ellas).
El currículo estaba focalizado en los estudios clásicos de las Artes Liberales (Bachelor of Arts), latín, griego y lógica (en algunos casos, hebreo), además de filosofía moral. En este sentido, los estudios no preparaban para el desempeño en la industria y la agricultura, sino más bien se orientaban a la formación del “gentleman”, que podía ser pastor o abogado48.
La primera universidad pública que se fundó en los Estados Unidos con apoyo estatal, luego de la consolidación de la independencia, fue la University of Virginia, en 1824. Esta sustentaba sus principios en el ideario de los fundadores de la nueva república, promoviendo el no sectarismo y la admisión basada en las aptitudes intelectuales. La universidad impartió un currículum alejado del modelo de estudios clásicos de Harvard, promoviendo una docencia en diferentes áreas del conocimiento49.
De este período rescatamos tres hechos esenciales, los que perduran como sello de origen en la Gran Universidad de Estados Unidos: las artes liberales o “College” como modelo imperante de los estudios universitarios, impartido por académicos que gozan de amplia libertad académica; su modalidad de gobierno, equilibrando la autoridad unipersonal del “President” o rector con cuerpos colegiados compuestos por personalidades externas a los planteles, tales como los “Board of Overseers” o junta de supervisores; y una base de financiamiento compuesta por tres fuentes: los aranceles que pagan los estudiantes, los fondos que provee el Estado y los aportes provenientes de donaciones de privados que constituyen el tesoro o “Endowment” de la universidad.
Esta temprana visión, más que un hecho simplemente anecdótico, creemos que refleja fielmente los tres principios básicos sobre los cuales se asienta la Universidad de Estados Unidos. Aspirando a un alto estándar de excelencia y con la participación en su gestión de la comunidad de donde emerge y la sostiene, sin duda la universidad es parte vital de la historia social y económica de los Estados Unidos.
LOS ANCESTROS DE LA UNIVERSIDAD DE ESTADOS UNIDOS
Los estatutos del nuevo college comparten en su origen los modelos imperantes en Oxford y Cambridge, aunque muestran también interesantes paralelos, según destaca Hawkins50, con otras instituciones de Holanda, Irlanda y Escocia. Todas ellas declaran su raíz común en la Universidad de París, la que se constituyó en el modelo inspirador de las universidades del Norte de Europa y las Islas Británicas. El flujo de estudiantes venidos desde todos los confines de Occidente, los maestros que allí se reunían y la relevancia de la ciudad, hicieron de esta la primera y más importante universidad del medioevo.
Para nuestro libro, la declaración de su ancestro parisino es un aspecto muy relevante a destacar, ya que la universidad latinoamericana, llegada a Chile a través de los colonizadores españoles, proviene de una vertiente distinta, la Universidad de Boloña, cuyos estatutos la diferencian de manera sustantiva de su par francesa. Al punto que el propio Morison llega a afirmar que este distinto origen dificulta hasta el extremo la posibilidad de un diálogo efectivo entre la universidad de Norte y Sudamérica:
“Es aquí entonces, no es de extrañar, que las universidades de Estados Unidos y Canadá encuentren tantas dificultades para realizar contactos satisfactorios e intercambios con las universidades de otras partes de América; ellas no tienen ancestros comunes. Los primeros descienden de la Universidad del décimo segundo siglo de París, el otro grupo de la Universidad también del décimo segundo siglo de Boloña” 51 .
Nosotros diferimos de esta manera lineal de mirar la historia, que ve gruesos eslabones que se encadenan uno después de otro, y la entendemos más bien como una fina red de hilos de plata, que se entrelazan de manera diversa, y no lineal. Pero sí reconocemos que este distinto origen tiene consecuencias muy importantes, que hasta hoy son distinguibles en la universidad de cada región.
Nacida del corazón de la iglesia, la universidad del medioevo cobra expresiones muy distintas, dependiendo del contexto histórico y cultural donde se inserta. Coinciden los historiadores en señalar a las universidades de París y Boloña como las organizaciones fundacionales de esta nueva institución. Esta última adoptó el mismo sistema de grados académicos puestos en práctica por su par francesa, y ambas se convirtieron en los modelos sobre los que se basaron las nuevas universidades que comenzaron a florecer en ese tiempo.
La Universidad de París, fundada a pocos años de la muerte de su mentor, Pierre Abelard (1079-1142), que solo vino a consolidar sus Estatutos hacia finales del siglo XIII, sirvió de modelo para todas las universidades del Norte de Europa y las Islas Británicas52. La Universidad de Boloña, en tanto, es en un sentido muy directo el ancestro