Milton Friedman: la vigencia de sus contribuciones. Rolf Lüders
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Con todos los problemas que estallaron después, con toda la crítica injusta e infundada a la que Milton estuvo sujeto, con todas las relaciones y amistades pasadas que se agitaban como resultado de esa visita, se podría pensar que sería natural que Milton tuviera un cierto resentimiento, sino un rencor o peor en contra de Rolf Lüders y hacia mí. ¡Nada de eso! Nunca en toda la infeliz y prolongada secuela de esa visita a Chile sentí la más mínima grieta en los lazos que nos unían. Muy por el contrario, parecía que con cada nuevo asalto, esos lazos crecían más firmes y más fuertes.
Lo que nos decepcionó tanto a Milton como a mí fueron los que, impulsados por las pasiones del momento, tomaron posiciones antagónicas hacia nosotros y lo que (supuestamente) habíamos hecho sin que tuvieran alguna idea de lo que realmente ocurrió, lo que realmente se dijo, o en qué espíritu lo dijimos. También nos quedamos perplejos acerca de cómo las muchas decenas de economistas establecidos que habían sido efectivamente contratados por largos períodos por parte de regímenes autoritarios en Brasil, Corea, Nicaragua, Pakistán, Filipinas, Taiwán y Yugoslavia, entre otros, de alguna manera escaparon al mismo oprobio.
Estaba consternado, también, por la forma en que Milton fue señalado en adelante, especialmente en vista del hecho de que, en los apenas seis días que pasó en Chile, dio una serie de conferencias que ensalzan la libertad política y económica, y expresando su fe en que un gobierno autoritario no puede sobrevivir por mucho tiempo una vez que la libertad económica prevalece.
“Sin miedos”. De los tres rasgos de mi título, este es el que incluso observadores lejanos deben ver y apreciar. Parecía haber alguna fuerza interior en Milton conduciéndolo a decir la verdad como él la veía, pasara lo que pasara. Esto es lo que hizo en sus conferencias y seminarios en Chile. Después de haber dicho la verdad como él la veía, nunca podría ceder a sus atacantes. Ceder en estas cuestiones no sería, para él, simplemente un cambio de punto de vista. Sería nada menos que la negación de su verdadero yo. Él estaba expresando una parte esencial de su naturaleza mientras se mantuvo firme y aceptó todo lo que ocurrió durante sus “pruebas y tribulaciones”.
Pero Milton actuó sin temor a expresar sus puntos de vista desde mucho antes del referido episodio. Las sociedades tienen a veces maneras sutiles y otras no tan sutiles de forzar la conformidad, y esto es cierto no solo en la España Católica, la Inglaterra Victoriana, y los sectores evangélicos de los Estados Unidos. Tiende a ser cierto para las “opiniones establecidas” no importa dónde. Tal vez lo políticamente correcto es su manifestación actual en las universidades americanas.
Bueno, también tenemos olas de lo “económicamente correcto” en nuestra profesión. Durante mi vida, ninguna fue más fuerte que la ola keynesiana que se extendió por la profesión en los años 1940 y 1950. De seguro había muchos disidentes a esta ola. Había un montón quejándose y discutiendo en tranquilos cónclaves. Pero hubo pocos que marchaban al frente, convirtiéndose a sí mismos en objetivos públicos, mientras expusieron sus puntos de vista discrepantes. Y de estos, Milton fue, sin duda, el primero y el más importante.
Milton se mantuvo firme durante toda su larga y solitaria vigilia como el principal profeta del monetarismo en un mundo keynesiano. Si ese papel hubiese sido fácil de jugar, la lista de los profetas sería mucho más larga. Pero no fue nada fácil. Eso significaba aislarse en gran parte de la profesión económica. Eso significaba ser pensado, o referido y, a menudo, tratado como un bicho raro o un chiflado. Sinceramente, creo que esta es la forma en que todo habría terminado si Milton, además de ser valiente, no hubiese estado tan acertado y fuera tan francamente convincente al presentar su evidencia y su caso. Creo que es justo decir que este calvario en particular había sido superado en el momento en que Milton recibió su Premio Nobel en 1976.
Pero como cualquier lector de las columnas de Milton en la revista Newsweek, o de Capitalismo y Libertad o Libertad de elegir, suyo y de Rose, sabe, se puede construir fácilmente una extensa lista de temas en los que él, o que él y Rose, “se hicieron vulnerables”. De estos, la legalización de las drogas fue tal vez el más atrevido; y el servicio militar voluntario el que produjo la victoria más rápida y resonante.
Pero quiero detenerme un momento en el sistema de bonos educativos, porque revela un aspecto poco publicitado y poco apreciado del pensar de los Friedman. Permítanme simplemente citar de “Dos personas con suerte”:
La tendencia a que nuestra sociedad sea cada vez más estratificada.... para simplificar, los calificados y altamente educados frente a los no calificados y con poca educación, amenaza la estabilidad social de nuestra sociedad. La mejora radical en la calidad de la educación es la única fuerza importante que parece actualmente disponible para contrarrestar la [esta] tendencia. (p. 349)
Cuanto más hemos aprendido acerca de nuestro sistema educativo, más crece nuestra confianza en que un sistema de bonos sin restricciones llevaría a una enorme mejora en la educación a disposición de nuestros niños, especialmente los de las familias más desfavorecidas. (p. 348)
Desde mi perspectiva, Milton y Rose están aquí tratando de resolver uno de los problemas más profundos de toda la sociedad proporcionando esperanza y motivación para aquellos en los estratos socioeconómicos más bajos. La verdad que ellos abrazan –de lo que puedo dar fe, basado en más de medio siglo de trabajo y observación en los países en desarrollo– es que verdaderas oportunidades para los hijos es una forma de pegamento maravillosa para mantener unida a la sociedad, y una potente vacuna contra el descontento y malestar social. La economía de mercado, la genuina oportunidad y el avance basado en el mérito en un entorno competitivo se refuerzan mutuamente. Juntos nos dan la mejor receta para el futuro de una economía libre en una sociedad libre.
Estamos muy agradecidos por todo lo que nos has dado, Milton. El mundo, y muy especialmente nuestro mundo aquí en la Universidad de Chicago, simplemente no van a ser lo mismo sin ti.
ANEXO
Pongamos las cosas en claro sobre Chile
La siguiente es una carta de Arnold C. Harberger, director del Departamento de Economía de la Universidad de Chicago, a Stig Ramel, presidente de la Fundación Nobel, con respecto a los cuestionamientos que algunos sectores levantaron con motivo del otorgamiento del Premio Nobel de Economía a Milton Friedman. La carta fue publicada en el Wall Street Journal del 10 de diciembre de 1976, junto con un editorial sobre el mismo tema que apareció en otro lugar del mismo diario.
La publicidad generada por el Premio Nobel de Economía de este año contiene frecuente referencia a una supuesta “asociación” de Milton Friedman con el actual gobierno de Chile. Debo señalar al respecto que el Sr. Friedman fue a Chile en gran medida debido a mi insistencia. Yo estuve con él durante los seis días que duró esta, realizada en marzo de 1975, siendo la única visita que él ha realizado a Chile3. Además, mi nombre ha sido vinculado con el suyo en muchas de las declaraciones e inexactitudes derivadas de esa visita. Por consiguiente, me gustaría tratar de aclarar las cosas.
Fuimos a Chile bajo el auspicio de una fundación privada de ese país, para dictar conferencias públicas sobre nuestra evaluación de la crítica situación económica entonces prevaleciente. No estábamos allí como consultores del gobierno y ninguno de nosotros ha tenido jamás alguna conexión oficial con el actual gobierno de Chile.
Nuestra visita a Chile no hizo, no representa ningún tipo de aprobación del actual gobierno chileno y, mucho menos, de la represión a la libertad individual y al establecimiento de restricciones al debate público.
El Sr. Friedman dejó su posición muy clara en su momento al rechazar dos ofertas de títulos honoríficos de universidades chilenas, precisamente porque sentía que la aceptación