Lo que el psicoanálisis enseña a las neurociencias. Néstor Raúl Yelatti
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Las lesiones cerebrales y sus paradojas. El caso Phineas P. Gage
El caso es considerado en el libro El error de Descartes en un libro de gran difusión e importancia en el campo de las neurociencias. (5) Se lo conoce con nombre y apellido: Phineas Gage. Lo interesante del caso es que no se trató del hallazgo de alteraciones de funciones como la memoria o el uso del lenguaje, sino de que permitió plantear la cuestión de la relación entre cerebro y juicio ético así como también la conducta social, algo particularmente interesante.
Veamos la historia resumidamente. En 1848 Ph. G. tenía 25 años. Capataz de construcción, a cargo de muchos hombres, encargado de tender vías de ferrocarril, fuerte y sano, es caracterizado por sus empleadores como “el hombre más eficiente y capaz a su servicio”. Su trabajo es delicado: debe preparar las detonaciones para abrir camino a las vías. El procedimiento está establecido de manera clara y precisa: se trata de seguir cuidadosamente los pasos. Pero en una fatídica tarde sufre un accidente, en medio de la riesgosa tarea el hombre contesta un llamado girando la cabeza, se distrae y yerra de tal manera que la pólvora le estalla en la cara y el hierro, que debería horadar la roca, penetra la mejilla izquierda, perfora la base del cráneo, atraviesa su cara frontal y sale a gran velocidad a través de la parte superior de la cabeza. El hombre cae al piso pero se mantiene despierto, como es obvio, aturdido.
Sin entrar en detalles específicos, hay que imaginar que se produjo un verdadero agujero en la cabeza con orificio de entrada y salida, fractura de cráneo y pérdida de masa encefálica. No obstante, no solo no se desmayó sino que luego de semejante traumatismo hablaba perfectamente y se mostraba dispuesto a responder a todas las preguntas que se le hicieran. Ph. G., sobrevive milagrosamente, camina, habla, percibe y soporta la infección sobreviniente en una época en la que no existían antibióticos. Aun así, muestra cambios: utiliza un lenguaje procaz, profiere las peores blasfemias, se muestra irrespetuoso, obstinado de manera pertinaz, caprichosa, al punto que se le indica que no esté próximo a las mujeres, porque fácilmente podría ofenderlas. Las caracterizaciones médicas de la época describen que después del accidente:
[…] no mostraba respeto por las convenciones sociales, la ética era violada, las decisiones que tomaba no tenían en cuenta su mejor interés, inventaba cuentos, no tenía preocupación por su futuro ni síntoma de previsión. (6)
Tal como lo dice Antonio Damasio “Gage ya no era Gage”. Ya no podía trabajar como capataz y tampoco conservaba ningún trabajo, los abandonaba de manera caprichosa, finalmente se convierte en una “atracción de circo”. Ese ser distinto, surgió de una lesión gravísima que solo pudo ser reconstruida y estudiada con los modernos aparatos de imaginería determinando las estructuras dañadas, lo que permite deducir la incidencia de las mismas en esa extraña y masiva transformación que hizo de un hombre con un lugar y un futuro, un fenómeno de circo que vivió pocos años más y murió tras una crisis convulsiva.
Las preguntas que el autor enuncia son: “¿era poseedor del libre albedrío?, ¿poseía un sentido del bien y del mal?, ¿era responsable de sus actos?”. Es que lo asombroso e interesante es cómo el grave daño sufrido, permitía el mantenimiento de funciones como la percepción, memoria, uso del lenguaje, mientras que demostraba una profunda transformación ética:
[…] el ejemplo de Gage indicaba que algo en el cerebro concernía específicamente a propiedades humanas únicas, entre ellas la capacidad de anticipar el futuro y de planear en consecuencias dentro de un ambiente social complejo; el sentido de responsabilidad hacia uno mismo y hacia los demás; y la capacidad de orquestar, de un modo deliberado, la propia supervivencia, y el control del libre albedrío de uno mismo. (7)
Gage tomaba decisiones o hacia elecciones “claramente desventajosas” que lo llevaron a la ruina. Inventaba cuentos “sin ningún fundamento excepto en su fantasía”. Según comenta el autor, el estudio de este caso implicó durante mucho tiempo la dificultad de admitir que un sujeto, con sus capacidades cognitivas no afectadas, pudiera presentar semejante transformación en su eticidad, comportamiento social y capacidad de hacer elecciones favorables para su vida. No obstante, el estudio de una cantidad de casos con lesión en la corteza prefrontal, demostró que la lesión específica de esa zona se traduce en perturbaciones similares, fundamentalmente, en el campo de la conducta social.
Los estudios hechos por Damasio, descriptos claramente por el autor, el análisis de fotografías tomadas minuciosamente para establecer las áreas dañadas del cerebro a partir de los orificios de entrada y salida de la barra de hierro, la recreación del cerebro en tres dimensiones, entre otros recursos, permitieron probar con alto grado de aproximación que, efectivamente, no estaban afectadas las áreas cerebrales necesarias para la función motriz o el lenguaje mientras que la región prefrontal ventromediana, resultó parcialmente lesionada. Esta área está comprometida en la capacidad para planificar para el futuro, conducirse según las reglas sociales y decidir sobre el plan de acción más ventajoso para la supervivencia. Pero el neurobiólogo no solo investiga, también habla y escribe de allí que leamos una frase de Damasio que sorprende y pone en duda todo el hallazgo:
[…] Existen mucho Gages en rededor nuestro, personas cuya caída en gracia social es perturbadoramente similar. Algunas tienen lesiones en el cerebro […]. Pero otras no han tenido ninguna enfermedad neurológica conocida y sin embargo se comportan como Gage, por razones que tienen que ver con su cerebro o […] con la sociedad en que nacieron. (8)
Hay que reconocer en esta frase una gran honestidad intelectual que, indudablemente, deja abierto el papel del cerebro en el caso. Si bien el autor no abunda en detalles, deja entender que la transformación subjetiva, ese antes y después catastrófico, ese “Gage no era más Gage”, atribuible a una gravísima lesión, puede ocurrir sin lesión aparente o enfermedad que lo justifique. Sujetos adaptados, apreciados, eficaces, valorados, ascendentes que, por enigmáticas razones, se dejan caer para pasar a ser objetos de burla, compasión y desprecio.
Es conveniente detenerse un momento en esta apreciación porque es indudablemente riesgosa. En primer término, porque parece poner en duda el papel de la lesión: porque si ciertas modificaciones de la conducta se deben a una lesión localizada pero también pueden surgir sin ningún daño, entonces, ¿cuál es el valor de dicha localización? Es probable que semejante afirmación surja de la caracterización que el neurobiólogo –y por qué no decir la psicología cognitiva– hace de la conducta humana. Porque, si se trata de “planificar el futuro”, podemos encontrar ejércitos de sujetos que no solo no lo planifican sino que no pueden concebir un futuro para sí mismos o que éste le resulta indiferente, o que logran un estar en el mundo viviendo un presente aceptable, sin mayores planificaciones.
En cuanto a conducirse según las “reglas sociales”, encontraremos también una gran cantidad de sujetos que las transgreden, las desconocen, no las aceptan, se rebelan contra ellas, desde el pandillero pobre hasta el político corrupto, por solo mencionar dos posibilidades. Y si se trata del “plan de acción que sería más ventajoso para su supervivencia”, este pone en juego cuestiones, que retomaremos en capítulos posteriores, como la ideología que permite suponer, tanto semejante plan de acción como que los seres humanos luchan por su “supervivencia”.
Como se ve, el hallazgo neurobiológico no impide que el científico advierta que esas “fallas” son suficientemente comunes como para no atribuirlas a lesiones específicas, tales como una barra que atraviesa el cráneo o un tumor cerebral o las consecuencias de una intervención neuro-quirúrgica. La muy interesante casuística del libro se basa fundamentalmente en estos casos.
Veamos, ahora, las consecuencias de las afirmaciones “Gage no era Gage” y las personas “que se comportan como Gage”, por “razones que tienen que ver con su cerebro o con la sociedad en que nacieron”.
Esto no es algo sorprendente para el psicoanalista o el psiquiatra: las fracturas subjetivas