Noteshine artists y la guardiana de la puerta 16. Nadia Vera Puig
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—¿Qué le pasa a Thomas hoy? —dijo Viviana, la jefa del lugar.
—No sé, ha ido a hacer esa entrega de siempre pero no dice qué ha pasado —aclaró Julie.
—Te voy a traer un té, Thomas, ¿te parece?
—Sí, gracias, Viviana. —Mientras continuaba con la mirada perdida.
Julie se sentó al lado suyo, le cogió la mano:
—Thomas, mírame, ¿qué ha pasado?
—Juliana, no pienso volver allí, paso… No veas… Uff.
—Thomas, me encantaría entenderte pero, si no dices nada, ¿cómo quieres que te ayude?
—Está bien, llegue allí en la casita blanca que hace esquina y le entregó los sobres a una mujer que hay de costumbre, no solo que no estaba esa mujer hoy, que hoy había un hombre, y me dice el tercer sobre no es el correcto, y yo le digo: «¿Y cómo lo sabe si ni siquiera lo ha abierto?», y me responde: «Lo sé, y tú solo eres el cartero». Me lo ha devuelto y quiere que le digamos al chaval que te entrega esto… —Confuso, temblando de manos.
—¿Kallen? —sugirió Julie al ver que su compañero no podía decir palabra.
—Sí, Kallen, quiere que le digamos que tiene que entregar el sobre correcto o si no…
—O si no, ¿qué?
—Sufrirá las consecuencias.
—A ver, Thomas, no te preocupes, seguro que se trata de un malentendido, llamaré a Kallen y verás que no se trata de nada grave.
Thomas le entregó el sobre a Juliana, ella lo cogió con firmeza y se dirigió al teléfono que había colgado en la pared. Viviana regresó con el té.
—Uff, no veas chaval, había una cola hoy… —dijo Viviana con moderadas carcajadas.
—Será por el mal tiempo que hace —añadió Juliana.
—Toma, Thomas, a ver si te ayuda a encontrarte mejor.
—Gracias, Viviana. —Mientras le sonreía con una plácida sonrisa.
Viviana se dirigió hacia Juliana, mientras ella iba marcando los números en el teléfono que había colgado en la pared.
—Viviana, hazme un favor, ve atendiendo a los clientes que vengan, que yo tengo que hacer una llamada.
—Está bien, cariño, pero... ¿todo va bien?
—Sí, tan solo ha habido un malentendido.
—Está bien. —Cuando le tocó el brazo, Viaviana se fue al mostrador.
Juliana, un tanto nerviosa, llamó a Kallen.
—¿Hola?
—¿Sí? —respondió Kallen.
—Soy la chica de correos y quería comentarte que nos han rechazado un sobre.
—¿Qué numero es?
—El tres.
—¿Y quién os ha recibido?
—Un señor.
—¡¿Un señor?!
—Sí —dijo Juliana un poco inquieta.
—¿Y la mujer?
—Mi compañero no ha visto ninguna mujer hoy.
—Vale, ¿tiene el sobre aún?
—Sí, claro.
—¿Puede hacerme un favor?
—Por supuesto. ¿Dime?
—Pero solo tú, Juliana, nadie más.
—Vale... —le dijo sin entender mucho la situación.
—¿Puedes abrir el sobre?
—Claro. —Juliana abrió el sobre y en su interior había una carta con una llave.
—¿Ve una llave?
—Sí... —La cogió con la mano y la miró detenidamente.
—¿Puede decirme qué nombre pone en ella?
—Claro… Espere… Pone… —Ella no podía creer lo que leía, o tan solo se trataba de una coincidencia.
—¡¿Dime?!
—Pone «Juliana», señor Kallen.
—Gracias.
—¿Y qué quieres que haga?
—Es para ti.
—¿Cómo?, no te entiendo. ¿Es una broma o es una forma nueva que tiene de ligar…? —Saltó el contestador—. ¿Oiga? ¿Perdone? Será imbec…
Juliana metió la llave en el sobre y se fue al interior de la oficina. Viviana, al verla desconcertada, le pidió a Thomas que se encargase de recepción.
Viviana se dirigió hacia las taquillas, cuando Juliana se encontraba contra ellas apoyada en la puerta, respirando con intensidad, mirando hacia el interior, Viviana se acercó a ella despacio.
—¿Juliana? ¿Estás bien?
—Sí, perfectamente.
—¿Qué ha pasado?
—Nada, una broma de mal gusto. —Se da la vuelta cara a Viviana y empieza a romper la carta que tenía en la mano.
—Quieta, Juliana, ¿qué haces rompiendo el sobre?
—Correo defectuoso, eso es lo que pasa. —Juliana le dio la llave a Viviana—. Toma, deshazte de esto. ¿Puedo irme a casa a descansar?
—Claro —le dijo desconcertada—, sé que ahora no me lo quieres contar, cariño, pero necesito saberlo para proteger a mis trabajadores, ¿lo entiendes, Juliana?
—Sí, nos vemos mañana.
—Hasta mañana, Juliana.
Viviana, dueña de esa pequeña oficina de correos, contrató a Juliana hace unos tres años, para ella era como una hija que acogió en un momento crítico, ya que acababa de tener a su hijo y el padre estaba en lugar desamparado.
Viviana se detuvo a mirar la llave que le dio Juliana, y la llave ponía «Juliana Mathew», la guardó en el bolsillo izquierdo de la chaqueta, y le dio el día libre a Thomas, cerró la oficina de correos y se dirigió hacia casa. Viviana llegó a casa un tanto cabreada por todo lo sucedido. Ella vivía en una casita blanca que hacía esquinera,