Nuevos escenarios de la comunicación. Marco López Paredes

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Nuevos escenarios de la comunicación - Marco López Paredes Biblioteca de Comunicación

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parte, identifica una paradoja en el estudio de la comunicación: mientras las tecnologías mediales experimentan cambios revolucionarios, la investigación sobre estos cambios se mantiene en la inercia (2011, 1453). En franca divergencia con el título de la sección y la tesis de Gross que la inspira, John D. Peters sostiene: “No veo escenario alguno en el que los estudios en comunicación pudieran ser la disciplina académica de este siglo” (2011, 1467).

      Por su parte, Craig Calhoun abunda en caracterizaciones que, aunque puedan aparecer como algo muy redundante a estas alturas, refuerza el diagnóstico de un área fragmentada, dispersa y de problemático nivel intelectual: lealtades de sub-grupos, incapacidad para la integración de los diversos enfoques que existen sin vasos comunicantes, divisiones internas en las facultades y escuelas, débiles líneas de investigación, ausencia de reflexión crítica, insignificancia de muchos estudios, actitud conformista de vivir y dejar vivir la heterogeneidad sin ligazón. En suma, Calhoun sintetiza: “Falta de coherencia interna e incapacidad para mantener altos estándares en el trabajo intelectual” (2011, 1495).

      Sólo con el propósito de reforzar la evidencia a favor de la hipótesis que defendemos, viene al caso referir algunos antecedentes complementarios como, por ejemplo, la conclusión a la que arriba la investigadora cubana Yelina Piedra como resultado de examinar el campo de los estudios en comunicación, aplicando un análisis de co-citación de autores a investigaciones publicadas entre 2000 y 2007 en las revistas internacionales más relevantes de la Web de la Ciencia: “A través del examen de la estructura intelectual se corrobora que la Comunicación es un espacio de conocimiento interdisciplinar caracterizado por una aún insuficiente legitimidad epistemológica, con una marcada ausencia de reflexiones y propuestas teóricas propias del campo, además de manifestar una división de la base intelectual disciplinaria en dos sub-disciplinas bien definidas: Comunicación Interpersonal y Comunicación Masiva, atravesadas transversalmente por las Nuevas Tecnologías” (2010, 213).

      Por su parte, el investigador alemán Michael Meyen, junto con reconocer que la comunicación como tema es la más tardía de las apariciones en el campo de las ciencias sociales, afirma: “En resumidas cuentas: en términos de capital científico, la recién llegada comunicación parece estar todavía en la parte inferior de la lista, no en la parte de arriba” (Meyen 2012, 1453). Tenemos, pues, una generalización razonablemente respaldada, la que permite sostener que no existen antecedentes suficientes para cuestionar la conclusión de que los estudios en comunicación no logran calificar como un área consistente e integrada ni como una disciplina formal y teóricamente constituida. Se nos impone, en consecuencia, la interrogante sobre los caminos o las estrategias para superar esta situación epistemológica carencial, lo cual supone, igualmente, manejar una explicación convincente del por qué del estado deficitario que ha sido ya descrito.

      En los artículos precedentes de los que éste es una continuación (Otero 2006, 2010), se ensayó explicar la situación intelectualmente carencial de los estudios en comunicación a través de la distinción entre ciencias maduras y ciencias inmaduras formulada por Thomas S. Kuhn, y la distinción entre entidad institucional y entidad intelectual desarrollada por John D. Peters. En el marco kuhniano de referencia, la condición actual de los estudios en comunicación calza perfectamente con la caracterización de las disciplinas inmaduras, subdesarrolladas o pre-paradigmáticas. Por cierto, en tal marco el concepto de disciplina es usado en un sentido blando y se refiere, más bien, a las potencialidades de un ámbito de estudios que a su condición de hecho. Por su parte, el planteamiento de Peters sitúa la condición intelectual carencial de los estudios en comunicación como correlato de una expansión exitosa de la formación profesional direccionada hacia las necesidades de la industria de los medios de comunicación, los gobiernos, las instituciones estatales y las empresas en general; en tales circunstancias, la apelación a la comunicación no consiste en una vocación auténtica orientada al desarrollo de la investigación en el ámbito académico sino, más bien, a una adopción retórica que facilita la legitimidad institucional. Así, la denominación es utilizada en términos funcionales y utilitarios (3).

      El análisis cuidadoso de ambos abordajes revela que son perfectamente integrables, generando un enriquecimiento neto del diagnóstico. Con todo, no agotan todo lo que se puede decir. Con el propósito de profundizar aún más y de avanzar en sucesivas aproximaciones al asunto, examinamos ahora las tesis formuladas recientemente por el antropólogo Pascal Boyer. Sostenemos que, aunque están planteadas a partir de otro ámbito de estudios, las conclusiones son consistentemente generalizables para el caso específico de los estudios en comunicación.

      Boyer sostiene que la mayor parte de la antropología cultural se ha vuelto irrelevante. Como manifestaciones de su afirmación, considera que sus cultores no figuran entre los intelectuales públicos más importantes y reconocidos, que sus voces resultan prácticamente inaudibles y que no aparecen en los debates públicos precisamente en los temas en que se supone tendrían algo que decir. Entre las expresiones de esta menoscabada condición, Boyer identifica las siguientes: la mayor parte de los antropólogos parecen sucesivamente preocupados de oscuras modas académicas –por ejemplo, un bullicioso relativismo, la consideración de las culturas como textos; han reducido sus intereses a investigaciones muy circunscritas y geográficamente limitadas; se han atrincherado en un estilo que ellos mismos podrían admitir como típicamente etnocentrista y que se complace en ignorar los avances ocurridos en otros ámbitos de investigación, desde la lingüística a la ciencia cognitiva.

      ¿Cuál es la causa de la situación que Boyer atribuye al grueso de la antropología cultural de las últimas décadas? Con el propósito de responder a esta pregunta central, el autor elabora la distinción entre tipos de estudio o modos de abordar un objeto, o estilos intelectuales o estilos de investigación. Es precisamente esta distinción la que resulta de particular interés para ser aplicada a los estudios en comunicación, en la búsqueda de una explicación de su condición menesterosa. De una parte, Boyer identifica el estilo científico de estudio o investigación. Entre sus características más señaladas, indica las siguientes:

      •Posee un cuerpo consensuado de conocimiento. El “corpus común incluye también un conjunto de métodos reconocidos y una lista de cuestiones pendientes y puzzles a resolver. Las personas tienden también a estar de acuerdo acerca de cuáles de esas cuestiones son importantes y cuáles sólo requieren alguna resolución de un problema y algún reordenamiento del panorama teórico”. (2013, 13)

      •Los fundamentos y los resultados de la disciplina están explicados en los libros de texto y los manuales, los que exhiben una notoria similitud.

      •Los practicantes del ámbito no están particularmente interesados en la historia de sus disciplinas. Las figuras del pasado son fuentes de inspiración más que fuentes de verdad.

      •Las contribuciones que se publican son habitualmente de corta extensión. Boyer afirma que “no necesitan establecer por qué el problema abordado es un problema o por qué los métodos son los apropiados, puesto que todo eso forma parte del background acordado”. (2013, 13)

      •La trayectoria típica de un aspirante a miembro de la disciplina pasa por un temprano e intenso entrenamiento y se espera que sus contribuciones importantes ocurran pocos años después de recibir su entrenamiento.

      •Hay acuerdos fundamentales sobre quienes califican en los requisitos establecidos para convertirse en un especialista en un campo particular, ser reconocidos como tales y sobre la importancia de cada contribución.

      Como podrá advertirse, esta descripción somera de Boyer no tiene como objetivo suyo agotar la caracterización de una disciplina científica sino posibilitar un contraste con otros estilos de estudio o de investigación. Con todo, resulta claro que los énfasis no están puestos en cuestiones epistemológicas (la elaboración de teorías, la confirmación empírica de hipótesis, o los problemas de respaldo y evidencia, por ejemplo) sino en cuestiones asociadas con los

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