Nuevos escenarios de la comunicación. Marco López Paredes
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En lo que a impermeabilidad se refiere, los estudios en comunicación muestran una fuerte lejanía respecto a los desarrollos en la psicología cognitiva, las neurociencias y la teoría de la evolución en general. Podría preguntarse, por cierto, cuán pertinentes resultan ser tales desarrollos y si esa lejanía no deja de tener algún fundamento. En rigor, y a nuestro juicio, la pregunta misma manifiesta un inquietante grado de desconocimiento, cuando no de subestimación. Una hipótesis razonable sobre el origen de este desconocimiento lo asocia a la pertinaz divisoria entre las ciencias naturales y las humanidades/ciencias sociales, que copó el escenario epistemológico durante el siglo veinte y continúa haciéndolo en muchas áreas temáticas. Los estudios en comunicación han sido tributarios del sesgo histórico-social-cultural de esta brecha. En lo fundamental, la divisoria respalda la convicción de que los ámbitos divididos constituyen dominios independientes que no tienen nada que aportar el uno al otro; en suma, el supuesto es que las partes poseen su propia epistemología –objetos y métodos exclusivos- y no necesitan buscarla en otros territorios intelectuales.
Sin embargo, es un hecho que la brecha en cuestión está experimentando evidentes cuestionamientos. Fundada en un escenario epistemológico que hunde sus raíces teóricas en el pasado (6), la exigencia de tender puentes -y eventualmente declararla obsoleta- se hace cada vez más notoria. La lenta pero irremediable transformación puede ser representada adecuadamente por el concepto de consiliencia –unidad del conocimiento-, defendido por Edward O. Wilson en 1998, en el contexto de una profusa e indiscriminada reivindicación de la inter-disciplina durante la segunda mitad del siglo veinte. Un signo reciente de los vientos de integración que corren en el escenario global lo constituye el taller denominado Integración de la Ciencia y las Humanidades, celebrado en la universidad canadiense de British Columbia en septiembre de 2008 (7).
Sin duda alguna, sería sumamente pretencioso intentar en estas líneas una síntesis de los desarrollos que han venido ocurriendo en áreas como las neurociencias y las ciencias cognitivas; sería igualmente pretencioso para el caso de las teorías, hipótesis y conceptos que, eventualmente, tienen atingencia para los estudios en comunicación. No obstante, pueden señalarse algunas formulaciones que resultan ostensiblemente pertinentes; por ejemplo, la hipótesis del procesamiento dual de la cognición en el cerebro tiene fuertes implicaciones para una comprensión del modo cómo los usuarios de medios de comunicación y de las redes sociales se hacen cargo de los mensajes (de Sousa 2007, Mercier y Sperber 2009, McCauley 2011, Kahneman 2012, Thagard 2013). Del mismo modo, toda la investigación relacionada con el concepto de ‘teorías de la mente’ sugiere múltiples aplicaciones conceptuales y experimentales (Tooby y Cosmides 2005, Wolpert 2006, Dennett 2007, Bering 2011). Por otra parte, las indagaciones sobre el origen y la evolución de la comunicación, del lenguaje y la música conforman un monto de producción científica que resulta temerario ignorar en los estudios en comunicación (Boyer 1990, Pinker 2002, 1995, Sperber y Wilson 1995, Hauser 1996, Mithen 2006, Levitin 2016). En fin, las convergencias posibles pueden construirse con la debida apertura intelectual, dejando atrás el etnocentrismo y la endogamia académica. (8)
De manera que, reiterémoslo, la solución no consiste en desplazarse hacia lo peculiarísimo en el rango de las posturas epistemológicas sino en aproximarse, precisamente, a las prácticas metodológicas y teóricas de las disciplinas más exitosas. Por cierto, no se trata de exitismo epistemológico. Simplemente, las ciencias convencionalmente entendidas exhiben progresos reales en materia de conocimiento y, efectivamente, tales resultados no provienen principalmente de la eventual peculiaridad de los objetos de estudio sino de acuerdos fundamentales en el modo de abordarlos y de allegar evidencia para respaldar unas hipótesis u otras. Los criterios no tienen que ver con maestros sino con recursos y estándares de contrastación y corroboración que están por encima de la influencia de ésta o aquella autoridad intelectual individual. Se atribuye a Aristóteles esta declaración: “Soy amigo de Platón, pero soy más amigo de la verdad”.
Con el propósito de realizar un simple ejercicio de comparación de los autores considerados para la elaboración del diagnóstico formulado en este trabajo, como en los anteriores, los planteamientos de Thomas S. Kuhn, John D. Peters y Pascal Boyer, no se contradicen en absoluto. Por el contrario, permiten integraciones analíticas virtuosas. La situación de un área que experimenta sucesivos éxitos aportando profesionales a las industrias de la comunicación y que, al mismo tiempo, exhibe una pobreza teórica crónica, no sólo no choca con el concepto de estudios subdesarrollados sino que calza perfectamente con la falta de consenso que ese concepto incluye como uno de sus determinaciones. Igualmente, engarza armónicamente con la idea de conexión relevante de Boyer: la inexistencia de estándares centrados en criterios comunes para la definición de la calidad de la producción intelectual, y la reducción de las referencias al acuerdo o desacuerdo con un maestro. Esta trama conceptual nos parece suficiente para respaldar el diagnóstico de un área que busca una identidad teórica consistente y que, hasta aquí, no logra alcanzarla. Los estudios en comunicación tienen por delante desafíos intelectuales e institucionales que no puede eludir, so pena de mantenerse prolongadamente en la carencia de legitimidad.
NOTAS
1.La novela de Coetzee data de 1999. La versión al español es de 2000, Barcelona: Mondadori.
2.La expresión, por cierto, proviene de la novela El Gatopardo, del escritor italiano Guiseppe Tomasi di Lampedusa y que se sintetiza en la afirmación de que hay que cambiarlo todo para que todo quede igual, condición en que cualquier cosa puede aparentar ser lo que se desee, no siéndolo.
3.Peters ha insistido recientemente en su diagnóstico, con su colaboración a una publicación colectiva (Hannan 2012). Así, persiste en su tesis de que los estudios en comunicación siguen enfrentados a una crisis de legitimación disciplinaria, al tiempo que las facultades universitarias centradas en la comunicación, experimentan gran éxito corporativo y de mercado. Dice Peters: “Esa palabra (comunicación) pertenece ahora a los expertos en marketing, al coaching, a los psicoterapeutas, tanto como a los estudiosos”. (2012, 506).
4.La analogía del tenis sin red ha sido entusiastamente utilizada por el filósofo Daniel Dennett en sus planteamientos sobre evolución y religión (Dennett 1999, 2007). El agudo ensayista estadounidense Joseph Epstein sugiere, a propósito de los devaneos críticos postmodernistas, que tal vez sea mejor hablar de jugar ping-pong sin pelota (2014, 301).
5.La caracterización del posmodernismo y su influencia en las humanidades y las ciencias sociales ha sido formulada por una variedad de autores. En términos críticos, entre los más agudos están Karl R. Popper, John Searle, Alan Sokal, Noretta Koertge, Ian Hacking, Susan Haack, Carlos Reynoso, entre muchos otros.
6.Un hito en la reflexión sobre las consecuencias segregadoras de la brecha entre humanidades y ciencias es el libro clásico de Charles P. Snow, Las Dos Culturas y la Revolución Científica, que data de 1959.
7.En la ocasión se dieron cita filósofos, antropólogos, historiadores, psicólogos, neurólogos, biólogos, economistas, y especialistas en una diversidad de áreas y estudios. Los aportes desarrollados en el encuentro han sido reunidos en un volumen editado por Edward Slingerland y Mark Collard (2011). Los mismos autores son los redactores de la introducción, en la que se asocia la divisoria ciencias/humanidades con las dicotomías cuerpo/mente, explicación/interpretación, cuantitativo/cualitativo, biología/cultura, entre otras.
8.Con todo, es inevitable afirmar que, incluso sin hacerse cargo de la carencia de vasos comunicantes con desarrollos generados fuera del ámbito de los estudios en comunicación –como los ya referidos-, el ámbito mismo exhibe manifestaciones de abordajes