Los números del amor. Bernardo Álamos
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Durante mucho tiempo el 6 pensó en la manera de llevar a cabo su plan y tenderle una trampa al 7 para cortarle la línea vertical superior. Sin embargo, el 7 era muy astuto y nunca cayó en la trampa del 6.
Pasaron muchos años y el 6 abandonó su macabro plan, no por propio deseo sino por el peso del fracaso de tantos intentos. El 6 aceptó su realidad, y teniendo conciencia de que no podía mejorar, se dedicaba a burlarse de los números azules, de manera que se enemistó con el 4 y el 5. Ciertamente había aprendido la lección y nunca más se mezcló con los números rojos. Sin embargo, se fue quedando solo y se hizo adicto a la bebida.
Una noche sin luna y sin estrellas, al salir del bar, se encontró de sopetón con el 3, de manera que el diálogo fue inevitable.
—Fíjate por donde caminas —le dijo el 3—. No te bastó con romper parte de mi cuerpo.
—¿Y? —preguntó el 6.
—¿Y qué?, huevón... —le dijo el 3—. Ahora ando con el 1 y el 2, y están sobrios así es que te sacaremos cresta y media.
El 6 vio el peligro y sintió miedo, y como pudo intentó escapar, pero los números rojos le cerraron el paso, por tanto no le quedaba otra que negociar o pedir disculpas.
—Miren muchachos… —dijo el 6.
—Cierra el pico —contestó el 2, que parecía el más agresivo.
—Calma —intervino el 1—, dejémoslo hablar.
—Gracias, la verdad es que mi vida no es nada fácil, estoy solo, los azules no me pueden ver y con ustedes los rojos no me llevo.
Habló rápidamente, ya que debía calmar los ánimos pronto si quería evitar que le dieran una paliza. Los puso al tanto de su relación con el 7 y por qué el 4 y el 5 no lo querían.
El 3 sintió lastima y comprobó que también las dificultades golpeaban a otros que parecían tenerlo todo. El 3 no era tonto, solo le costaba concentrarse, pero razonaba bien y dijo:
—Mira, eso del tema del cerro, en cuanto a que el último tramo, como dijo el 7, demora más tiempo en recorrerlo, es lo más antidemocrático que he escuchado en mi vida.
—¿Antidemocrático? —preguntaron todos a coro—, explícate.
—Cómo no lo ven, todos estamos separados por la distancia de una unidad y es igual, de manera que la diferencia entre cada uno de nosotros es la misma. El 7 te engañó con una artimaña propia de los que tienen el poder.
Por primera vez en su vida el 6 se sintió comprendido y fue así como nació una amistad entre un azul y un rojo ¿Acaso no eran todos números? ¿No estaban construidos todos con trazos? Y si tenían rivalidades era por culpa de los hombres que les asignaban diferentes valores.
Fue un proceso paulatino y de a poco el 6 fue aceptando que lo mejor era entablar una guerra contra los azules para restaurar un nuevo orden. En nombre de la democracia y con la bandera de lucha de la unidad, no podía haber más diferencias entre ellos que la unidad. El 1 era el más entusiasta, pues no tenía nada que perder: si perdía seguiría siendo el 1, y el 2 y el 3 arriesgaban poco. El 6 estaba jugándoselo todo, pues si era derrotado, lo harían desaparecer por traidor y lo reemplazarían por “tres dos” o por “dos tres” o por “seis unos”.
Ahí estaban los dos ejércitos, unos en frente de los otros. El 6 montado en su caballo se dirigió a los rojos en estos términos:
—Compañeros, ha llegado el día esperado por tantas generaciones de sus antepasados. Si es necesario, lucharemos hasta morir. Solo la victoria nos hará libres. Por siglos han sido esclavos de los azules, ya que ellos viven y gozan de su prestigio porque ustedes existen; sin los rojos, no serían nada, pues ¿con quién se compararían? Nosotros los superamos en número, ya que los poderosos siempre son pocos, si no, no serían tales. Ellos son más astutos, pero yo conozco su astucia, claro. Nací como azul pero al ver la desgracia e injusticia con ustedes, me he rebelado, y aunque no soy rojo de sangre, sí lo soy de corazón.
Al otro lado del campo de batalla se escucharon los vítores de los rojos, lo que produjo cierto temor en las filas de los azules. Entonces, vestido con elegancia y muy bien montado, salió al frente el 7 acompañado de sus escuderos, los 5.
—Señores, tengan calman —dijo el 7—. Es cierto, ellos son más, pero nosotros por siglos los hemos dominado, son limitados y flojos.
Entonces el 4 intervino y gritó:
—Pero tienen al 6 y ese sabe.
—Ese es un traidor —gritaron los azules—. ¡Muerte al traidor! ¡Muerte al traidor!...
—Calma —dijo el 7—, usemos la energía en la batalla. Serenidad es la consigna. Yo conozco muy bien a ese sujeto y claro que es el peor de los traidores. Vamos a ganar esta batalla y el 6 dejará de existir; a futuro lo reemplazaremos por la combinación de los números menores. En cuanto al 1, el 2 y el 3 serán nuestros esclavos por los siglos de los siglos.
—Escúchenme bien —ordenó el 7—, ellos van a atacar primero, déjenlos venir y que los 4 abran un flanco en nuestras líneas, para que crean que rompieron la defensa, y una vez que entren en la trampa, los 5 se cerrarán y será su final.
Se escucharon fuertes aplausos coordinados y los azules se agruparon en formación de combate.
En el sector de los rojos, el 6 nuevamente arengó a sus tropas.
—Este es nuestro día, de ahora en adelante construiremos un nuevo mundo, donde nunca más habrá distinciones entre nosotros, seremos iguales, ya no existirán más calificaciones ni cantidades y así nos libraremos de los hombres, pues tendrán que inventar un nuevo sistema de mediciones. Seremos libres y viviremos en paz. Esta misma tarde, antes de que se ponga el sol, se acabará el reinado de la competencia y el querer ser más. La crueldad de esos conceptos ha traído la desgracia al mundo numérico y llegó el momento de poner fin a tanta injusticia.
—Los azules —añadió el 6— esperan que carguemos con todas nuestras fuerzas y así lo haremos, pero en cuanto le llegue al turno a los 2, se van a retiran del campo haciendo creer al enemigo que huyen y cuando su abanico se cierre sobre los 3 y 1; entonces los 2 cargarán por la espalda y no podrán pelear por el frente y por atrás.
La batalla fue una carnicería y se desarrolló tal cual como lo había planeado el 6. A los 7 les desmembraron el palo superior, los 5 perdieron su guata, los 3 su curva inferior y los 4 quedaron en tan malas condiciones que no se sabía bien lo que eran. Los pocos números azules que permanecieron con vida se rindieron a los rojos.
El hombre observó todo esto a la distancia y al contemplar el desastre lloró amargamente, pues no quedaban suficientes números para tanta humanidad. De ahora en adelante se iniciarían guerras entre ellos para tener números. Uno de los humanos, llamado Pedro, cayó desolado al suelo y levantando los ojos al cielo, con desesperación rogó por ayuda al creador. Entonces Dios sintió lástima y envió su espíritu para que iluminara al hombre, quien con los restos de los miembros numéricos dio vida al 0. De la nada, Dios lo hizo porque era nada. Dios además dejó a los números mudos, para que nunca más pudiesen hablar entre ellos. Sin habla no se podrían comunicar y sin comunicación no se podrían organizar y sin organización no podrían luchar y sin lucha no podrían guerrear.
Fue