El faro de Dédalo. Gloria Candioti

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу El faro de Dédalo - Gloria Candioti страница 4

El faro de Dédalo - Gloria Candioti Serie verde

Скачать книгу

Seguro que la gente la pasaba bien –dijo Oracio.

      —Chicos, yo no puedo creer que esos lugares tan lindos no existan más –reflexionó Luciana.

      —Mi abuelo me contaba sus viajes. Me acuerdo que me mostraba imágenes. Todas estas marcas habrán sido los lugares que visitó.

      A Valentín se le cortó la voz.

      —¿Viajaba mucho? –le preguntó Luciana que le gustaba cuando Valentín contaba de su abuelo.

      —Con mi abuela, antes de venir a vivir acá.

      Valentín pasaba las hojas desde la punta para no romperlas.

      —¡Miren esto escrito a mano!

      —Es escritura antigua. Se escribía manualmente con unos dispositivos que se llamaban biromes o lapiceras. La escritura digital la fue reemplazando –expuso Luciana.

      —Okey.

      Era seguro que Lu sabía mucho de esta escritura. Oracio no podía disimular su molestia cada vez que Luciana demostraba sus conocimientos.

      —En mis clases especiales estudié documentos y utensilios antiguos para escribir. Además de la historia de la escritura –dijo Luciana a propósito para vengarse de las burlas de Oracio.

      —¿Qué dice? ¿Lo pueden leer? –preguntó Valentín para desviar el ataque.

      Luciana miró la escritura unos instantes. Valentín y Oracio tenían que reconocer que a veces los conocimientos de Luciana eran útiles.

      —Es difícil, no se entiende bien. Es difícil leer este tipo de letras cursivas. Parece que dice “V-te-es-pe-ro-a-fu-e-ra.-No-ten-gas-miedo” –leyó Luciana.

      —¡Es un mensaje para vos! –exclamó Oracio

      —¿De quién? –preguntó Luciana.

      —De su abuelo, claro –concluyó Oracio rápidamente.

      —¿De dónde saca esa hipótesis? Podría no ser para él –contestó Luciana.

      —Tiene razón. La V podría ser Valentín o Víctor, mi papá o Valentina mi abuela. Capaz que lo escribió en alguno de los viajes. Seguro para mi abuela, miren está escrito debajo de la foto de una… Hostería, dice.

      Valentín seguía mirando la letra escrita sobre el papel amarillo, la hoja era de la ciudad de Buenos Aires. No recordaba que su abuelo le hubiera contado de algún viaje a ese lugar. Su memoria le traía algunas historias ubicadas en París o Londres, aunque nunca estuvo seguro de que sus abuelos hubieran viajado tanto.

      —Si es para vos o para tu papá no importa –dijo Oracio–, hay que tratar de entender qué quiere decir este mensaje. A ver, dejáme a mí –Oracio se acercó más al libro y volvió a leer: “V te espero afuera. No tengas miedo”.

      Pensó un poco y dijo:

      —“V”…, vos o quién sea, tu abuelo pensaba que alguien lo leería. “Te espero afuera”, pero ¿afuera de dónde?

      —Afuera de esa hostería, lo escribió para tu abuela en alguno de los viajes –dijo Luciana.

      —Sí, tal vez sea eso –contó Valentín.

      Luciana miraba detenidamente la escritura. Valentín la codeó para que escondiera la guía. Entraban algunos vecinos que volvían de sus trabajos. Apenas los saludaron. Ya eran más de las seis. Una señora les dijo que era un poco tarde para estar afuera. Luciana le dijo que su mamá sabía, que no se preocupara, que gracias igual.

      —¿Y si lo escribió en otro momento y no en un viaje? La guía parece vieja por el papel amarillento pero la escritura no está tan gastada, parece más nueva que el papel y las otras inscripciones. Bueno es una hipótesis —dijo Luciana cuando vio la cara de sorpresa de sus amigos.

      —Entonces tiene que ser… ¿cuándo desapareció tu abuelo? –preguntó Oracio que al final terminaba reconociendo la capacidad de Luciana.

      —Hace nueve años. Después de que mi mamá y la abuela murieron. Papá un tiempo creyó que volvería, ahora está seguro de que murió y nunca lo encontraron.

      —Entonces no sabemos si se murió en serio.

      —¿Qué querés decir? –le preguntaron sus amigos.

      Oracio solía sorprenderlos con sus ideas locas.

      —¿Y si se fue? ¿Si se escapó de la ciudad y dejó este mensaje para que vos o tu papá lo siguieran algún día?

      —¡Imposible! No nos hubiera dejado así –exclamó Valentín.

      Sonó el DCF de Luciana o “su tablet”; prefería llamar a sus dispositivos con nombres antiguos. Algo se le pegaba de la afición de Marga por los objetos viejos. Su madre la buscaba. Se había hecho tarde.

      Se despidieron entusiasmados e inquietos. Los tres intuían que ese descubrimiento podría ser extraordinario.

       5. Mensajes, pistas, ¿qué son?

      Valentín entró corriendo a su casa. Su papá seguramente ya habría llegado. Desde la desaparición de su padre, Víctor quería que su hijo estuviera cuando regresaba del trabajo. El DCF de Víctor y su hijo estaban en conexión permanente. También lo tenía conectado con su padre y nunca pudieron localizarlo. Víctor sabía que la ciudad era segura y más allá de la zona cuatro en que vivían no podía circular sin los registros adecuados. Era obligatorio que la Red de Seguridad Ciudadana indicara el camino y monitoreara el viaje. De todos modos no podía evitar el miedo de perder a su hijo.

      —Estaba con mis amigos en el edificio de Luciana.

      —Sabía dónde estabas, pero la próxima vez avisame el retraso –le contestó sin sacar la vista de la película de acción que estaba viendo. Los soldados perseguían al protagonista que corría por todo el espacio de la sala de video. Víctor era fanático de las proyecciones virtuales, volvía del trabajo, se sentaba en la sala y por dos horas quedaba en medio de la acción que se desarrollaba a veces en el pasado, a veces en el futuro.

      —Claro, perdón, me olvidé –dijo Valentín.

      —Cuando termine la película cenamos –dijo Víctor.

      Valentín, ansioso por seguir leyendo la guía turística, se encerró en su cuarto. Mientras daba vueltas las hojas gastadas, le llamó la atención una página con marcas diferentes. No se habían dado cuenta la primera vez. Con una cruz estaban señalados con rojo: una construcción en forma de cono que terminaba en una especie de linterna, Faro de Pigeon Point, arriba de una montaña cerca de una pequeña ciudad al lado del mar; un hombre volando en un aparato parecido a un pájaro; un hombre caminando por la playa.

      ¿Por qué el abuelo había marcado con otro color esas imágenes? ¿Tendrían relación con el mensaje escrito? Las preguntas se le amontonaban en la cabeza.

      —¡VAMOS A COMER! –gritó Víctor desde la sala.

      El

Скачать книгу