Yo Soy. Aldivan Teixeira Torres
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El tiempo pasa, y siguen cayendo. En un tiempo imposible de medir, tal es su percance, pueden ver el final: a la derecha una cruz, y a la izquierda una inmensa oscuridad; en el centro Seol, lleno de espíritus malignos atormentados. A medida que se acercan, el choque de las fuerzas opuestas se hace enorme, como hace cinco años, en la primera aventura de la serie "El vidente".
Justo antes de estrellarse contra el suelo, el hijo de Dios, inspirado por el Espíritu Santo, comienza a recitar la siguiente oración: "Padre, te pido que actúes. Estamos en profunda contrición, desdicha y peligro y no tenemos a nadie a quien recurrir. Recuérdanos ahora tal como recordaste y te compadeciste de Noé y de los esclavos israelitas. Ruego por tu amor, comprensión y por la misericordia de la bendita cruz que nos ha liberado del pecado y abierto las puertas a la vida eterna. Amén".
A casi un milímetro de la caída, la fuerza de atracción cesó. Los ángeles voltearon sus alas y comenzaron a volar de nuevo. Comenzaron el camino de regreso a la velocidad de la luz. En seguida, salen del abismo y este desaparece sin dejar rastro. Como por arte de magia, se encuentran en la ascensión en zigzag de Caraíbas, justo al principio. Rafaela no se contuvo:
–¡Dios mío! ¿Qué fue eso?
–Era una ilusión causada por una poderosa mente maligna. Si no fuera por la oración del vidente, estaríamos perdidos ―explicó Rafael.
–¿Cómo, Aldivan? ¿De dónde te viene la inspiración? (Rafaela Ferreira)
–Lo explicaré. A través del fenómeno de la comunión, Yahvé y yo estamos entrelazados de tal manera que mis palabras se convierten en las suyas. No hay diferencia. (Aldivan)
–¡Increíble! Nunca escuché nada parecido. Aunque puede parecer una blasfemia, lo creo. (Rafaela)
–Qué buena amiga, estás empezando a comprender la grandeza de este corazón que un día conquistará el mundo. (Renato)
–No existo sin él (Uriel)
–Gracias a todos y especialmente a mi amigo el arcángel Uriel Ikiriri. En los momentos más difíciles de mi vida, ha sido una herramienta del Todopoderoso que me ha apoyado y liberado. No tengo más que decir. Soy el único humano que conoce a su ángel guardián, que conoce su propio futuro y que penetra en el alma humana. Estoy bendecido. (El vidente)
–Me gustaría ser como tú. (Dice Rafaela en tono melancólico)
–No quieras serlo. Cada ser humano es bello por sus propias características. Dios te ama tal como eres y sólo espera un sí para actuar en tu vida. (El vidente)
–Lo entiendo. Discúlpame. (Rafaela)
–No te preocupes. Yo te entiendo. (El hijo de Dios)
–Gracias. (Rafaela)
–Continuemos entonces. Todavía queda un largo camino por recorrer. (Aldivan)
El grupo obedece. La caminata continúa. Unos metros después, giran la curva y siguen adelante. En el camino, se encuentran con dos coches privados que salen del pueblo, algunos jinetes y un ciclista. Como son corteses, los saludan y continúan caminando. A poca distancia, aparecen las primeras casas y la pendiente se allana. El vidente se detiene, al igual que los demás, y aprovecha para hablar con sus compañeros de aventura:
–¿Veis todo este lugar? Es un terreno espléndido con características peculiares, esto es un poco de la caatinga del interior. Todos los días durante un año, sudé caminando por aquí. Sin embargo, eso no me hizo menos digno. Por el contrario, me sentía honrado de desempeñar mi papel como asistente administrativo en la secretaría de la escuela.
–Nunca he trabajado. Pero entiendo lo que dices. De hecho, es bueno ser útil, lo que no soy ahora. (Rafaela)
–No hables así. Tienes una hermosa familia que te ama y al padre espiritual también. Ahora, nos tienes como amigos. ¿Lo ves? No eres inútil. Eres importante para los que te rodean. (Aldivan)
–Tus palabras…, me emocionan… (Rafaela Ferreira solloza)
Todos se emocionan. Instintivamente, se acercan y la abrazan. Le ponen tanto énfasis que Rafaela se siente sofocada. Por primera vez en mucho tiempo, se siente completamente amada, lo que es medicina sagrada para su problema de depresión.
Cuando se calma, se separan de nuevo, y la conversación continúa durante un rato más:
–¡Así es como debe ser! Somos un gran equipo con un objetivo común: desentrañar los complejos entresijos del excitante destino. ¡Estamos contigo, vidente! (Renato)
–Gracias. ¿Puedo confiar en vosotros también, mis queridos arcángeles? (Aldivan)
–¡Siempre! Tu padre Yahvé nos guía en todo momento. Es su voluntad. (Rafael)
–"En la noche más oscura, cuando todos digan que no, cuando no haya salida, te rescataré. En ese momento, mostraré una camino luminoso, claro y viable. A partir de entonces, la felicidad reinará en tu vida porque yo soy Yahvé, el verdadero Dios. Palabra de Yahvé". (Uriel)
–Eso me pasó a mí. Conmovedor. (El vidente)
–Así es como me siento. Cuenta conmigo para cualquier cosa. (Uriel)
–Gracias. Cuenta conmigo también. Aldivan)
–¿Podemos continuar? El tiempo apremia, es casi de noche. (Señala Rafael)
–Sí, vámonos. (El vidente)
El paseo se reanuda. Recorren rápidamente y a ritmo constante los quinientos metros que los separan del pueblo. Pasean por las primeras calles y giran a la derecha, otros cincuenta metros más adelante llegan a una residencia de estilo chalet, de 6x13 m, con un patio delante y al lado un garaje lateral, de mampostería lisa y enlucida con paredes blancas pintadas, con el número treinta y cinco escrito en una placa de madera. Cuando se acercan a la puerta, llaman y esperan a que alguien les conteste. Aparece una joven rubia, de estatura mediana y mejillas sonrosadas, llamada Jackeline. La misma de la aventura anterior, "El Encuentro de Dos Mundos". Ella dice:
–¿Eres tú, vidente? ¡Cuánto tiempo!
–Sí. Estoy en mi quinta saga de la serie El Vidente. Y tú, ¿cómo has estado? (El hijo de Dios)
–Bien. ¿Quiénes son estas personas que están contigo? (Jackeline)
–Son mis amigos, Rafael, Uriel y Rafaela Ferreira. A Renato ya lo conoces. (Aldivan)
–Sí, por supuesto. Encantado de conoceros, chicos. (Jackeline)
–Un placer. (El resto, simultáneamente)
–Disculpad mis modales, por favor, entrad. (Jackeline)
–Gracias. (El vidente)
El grupo entra junto con Jackeline y, como sus padres están de viaje, ella actúa como anfitriona. Se sientan en el sofá de siete plazas del salón.
Eran