Antonio Machado: Poesías Completas. Antonio Machado

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Antonio Machado: Poesías Completas - Antonio Machado

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marmóreas gradas;

      miserables ungidos

      de eternidades santas,

      manos que surgen de los mantos viejos

      y de las rotas capas!

      ¿Pasó por vuestro lado

      una ilusión velada,

      de la mañana luminosa y fría

      en las horas más plácidas? ...

      Sobre la negra túnica, su mano

      era una rosa blanca...

      XXVII

      dará incienso de oro a tu plegaria,

      y quizás el cenit de un nuevo día

      amenguará tu sombra solitaria.

      Mas no es tu fiesta el ultramar lejano,

      sino la ermita junto al manso río;

      no tu sandalia el soñoliento llano

      pisará, ni la arena del hastío.

      Muy cerca está, romero,

      la tierra verde y santa y florecida

      de tus sueños; muy cerca, peregrino

      que desdeñas la sombra del sendero

      y el agua del mesón en tu camino.

      XXVIII

      en nuestro amor pensamos,

      quemar nuevos aromas

      en montes no pisados,

      y guardar el secreto

      de nuestros rostros pálidos,

      porque en las bacanales de la vida

      vacías nuestras copas conservamos,

      mientras con eco de cristal y espuma

      ríen los zumos de la vid dorados.

      R

      Un pájaro escondido entre las ramas

      del parque solitario,

      silba burlón...

      Nosotros exprimimos

      la penumbra de un sueño en nuestro vaso ...

      Y algo, que es tierra en nuestra carne, siente

      la humedad del jardín como un halago.

      XXIX

      esquiva y compañera.

      No sé si es odio o es amor la lumbre

      inagotable de tu aljaba negra.

      Conmigo irás mientras proyecte sombra

      mi cuerpo y quede a mi sandalia arena.

      —¿Eres la sed o el agua en mi camino?

      Dime, virgen esquiva y compañera.

      XXX

      luz de jardín y soledad de campo

      la placidez del sueño

      en el paisaje familiar soñado.

      Otros guardan las fiestas

      de días aun lejanos;

      figurillas sutiles

      que pone un titerero en su retablo...

      R

      Ante el balcón florido,

      está la cita de un amor amargo.

      Brilla la tarde en el resol bermejo...

      La hiedra efunde de los muros blancos ..

      A la revuelta de una calle en sombra,

      un fantasma irrisorio besa un nardo.

      XXXI

      el musgo, y en la piedra vieja y santa

      de la iglesia. En el atrio hay un mendigo ..

      Más vieja que la iglesia tiene el alma.

      Sube muy lento, en las mañanas frías,

      por la marmórea grada,

      hasta un rincón de piedra... Allí aparece

      su mano seca entre la rota capa.

      Con las órbitas huecas de sus ojos

      ha visto cómo pasan

      las blancas sombras, en los claros días,

      las blancas sombras de las horas santas.

      XXXII

      detrás del negro cipresal humean...

      En la glorieta en sombra está la fuente

      con su alado y desnudo Amor de piedra,

      que sueña mudo. En la marmórea taza

      reposa el agua muerta.

      XXXIII

      aquellos juncos tiernos,

      lánguidos y amarillos

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