Antonio Machado: Poesías Completas. Antonio Machado

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Antonio Machado: Poesías Completas - Antonio Machado

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mayor hilaba...

      Entre los jazmines

      y las rosas blancas,

      la más pequeñita,

      risueña y rosada

      —su aguja en el aire—,

      miró a mi ventana.

      La mayor seguía,

      silenciosa y pálida,

      el huso en su rueca

      que el lino enroscaba.

      Abril florecía

      frente a mi ventana.

      Una clara tarde

      la mayor lloraba,

      entre los jazmines

      y las rosas blancas,

      y ante el blanco lino

      que en su rueca hilaba.

      — ¿Qué tienes? —le dije—,

      silenciosa y pálida,

      señaló el vestido

      que empezó la hermana.

      En la negra túnica

      la aguja brillaba;

      sobre el blanco velo,

      el dedal de plata.

      Señaló a la tarde

      de abril que soñaba,

      mientras que se oía

      tañer de campanas.

      Y en la clara tarde

      me enseñó sus lágrimas...

      Abril florecía

      frente a mi ventana.

      Fue otro abril alegre

      y otra tarde plácida.

      El balcón florido

      solitario estaba ...

      Ni la pequeñita

      risueña y rosada,

      ni la hermana triste,

      silenciosa y pálida,

      ni la negra túnica,

      ni la toca blanca ...

      Tan sólo en el huso

      el lino giraba

      por mano invisible,

      y en la obscura sala

      la luna del limpio

      espejo brillaba ...

      Entre los jazmines

      y las rosas blancas

      del balcón florido,

      me miré en la clara

      luna del espejo

      que lejos soñaba...

      Abril florecía

      frente a mi ventana.

       XXXIX

      ¡Ay del que llega sediento

      a ver el agua correr,

      y dice: la sed que siento

      no me la calma el beber!

      ¡Ay de quien bebe y, saciada

      la sed, desprecia la vida:

      moneda al tahúr prestada,

      que sea al azar rendida!

      Del iluso que suspira

      bajo el orden soberano,

      y del que sueña la lira

      pitagórica en su mano.

      ¡Ay del noble peregrino

      que se para a meditar,

      después de largo camino

      en el horror de llegar!

      ¡Ay de la melancolía

      que llorando se consuela,

      y de la melomanía

      de un corazón de zarzuela!

      ¡Ay de nuestro ruiseñor,

      si en una noche serena

      se cura del mal de amor

      que llora y canta sin pena!

      ¡De los jardines secretos,

      de los pensiles soñados,

      y de los sueños poblados

      de propósitos discretos !

      ¡Ay del galán sin fortuna

      que ronda a la luna bella;

      de cuantos caen de la luna,

      de cuantos se marchan a ella!

      ¡De quien el fruto prendido

      en la rama no alcanzó,

      de quien el fruto ha mordido

      y el gusto amargo probó!

      ¡Y de nuestro amor primero

      y de su fe mal pagada,

      y, también, del verdadero

      amante de nuestra amada!

      XL

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