E-Pack Bianca 2 septiembre 2020. Varias Autoras

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Era como si Sasha perteneciera a ese lugar. A pesar de su tez pálida. Su melena se movía suavemente con la brisa, esos mechones de pelo dorados rojizo, ondulados e indómitos. Desde allí, Apollo casi podía ver sus pecas. Esas pecas que ella siempre trataba de disimular, aparte de las dos primeras noches en que se conocieron.

      Él recordaba quedarse fascinado al verlas sobre su cuerpo desnudo, en pequeños grupos y en lugares secretos. Ella se había sentido avergonzada… Hasta que él empezó a distraerla.

      Apollo comenzó a sentir un fuerte calor en la entrepierna y blasfemó. Era como si ella hubiera sufrido un cambio de personalidad. ¿Era posible? Sasha parecía preocupada, como si estuviera considerando la misma opción. Él no imaginaba cómo debía ser no saber nada de uno mismo. Experimentó un leve dolor en el pecho. ¿Lástima? ¿Preocupación?

      Sasha lo miró en ese momento y Apollo salió a la terraza ignorando sus sentimientos. No era el momento.

      –¿Qué te ha parecido la casa? –preguntó él, y se sentó.

      –Es preciosa. Me siento como si nunca hubiera visto algo así, pero al parecer sí lo he hecho. Y esta isla es tan…

      Apollo bebió un sorbo de café

      –¿Aburrida?

      –No, para nada. Es tan tranquila…

      Apollo la miró con suspicacia.

      –¿No me digas que no me gustó nada la primera vez que vine?

      Él negó con la cabeza.

      –No. Miraste a tu alrededor y me preguntaste cuándo nos marchábamos. Te quedaste una noche.

      –¿Por qué me trajiste aquí, entonces?

      –Pensé que te gustaría relajarte.

      –¿Quieres decir que era un buen sitio para esconderme?

      Sasha se puso en pie, sorprendida de lo enfadada que estaba.

      –¿Y ahora qué? ¿Es aquí donde piensas esconderme hasta que nos hayamos divorciado?

      Se disponía a marcharse de la terraza, pero Apollo la agarró de la mano.

      –No –dijo él–. Quizá la primera vez. No pensaba con claridad. Seguía en shock tras la noticia de que estuvieras embarazada y de pensar cómo iba a afectar eso a mi vida.

      Sasha lo miró, olvidando por un momento que no había estado embarazada.

      –¿Y qué pasaba con mi vida?

      Ella se sonrojó y retiró la mano, alejándose de él.

      –Mira –dijo él–, hemos venido unos días. Yo tengo que atender unos asuntos en el complejo que están construyendo y también me han ofrecido asistir a la inauguración de otro complejo turístico en Santorini. No muy lejos de aquí. Es a finales de semana. Tú todavía te estás recuperando, así que, aprovecha para descansar y quizá te ayude a recuperar la memoria.

      Sasha miró a Apollo. Estaba a contra luz y no podía verle bien los ojos.

      –Entonces, ¿no vas a dejarme aquí?

      Apollo apretó los dientes.

      –No soy un carcelero, Sasha. Cuando nos vayamos de aquí, firmaremos los papeles del divorcio y continuaremos con nuestras vidas.

      «Continuaremos con nuestras vidas».

      Independientemente de que hubiera recuperado la memoria o no. De pronto, la idea de regresar a un mundo que no recordaba resultaba muy intimidante. Nunca se había sentido tan sola.

      Sasha parecía vulnerable. Tenía el ceño fruncido. La tez muy pálida. Era delgada y esbelta. Sin embargo, él recordaba la fuerza de su cuerpo cuando lo recibió en su interior. La presión de sus senos contra el pecho, los pezones turgentes como balas.

      Respiró hondo, tratando de no perder el control.

      Te lo dije, Sasha. Me aseguraré de que tengas un entorno seguro. No tendrás que vagar por un mundo que no recuerdas si todavía no has recuperado la memoria –comentó él.

      –Gracias. Te lo agradezco… Después de todo, esto es el paraíso. Gracias por haberme traído.

      La expresión de su rostro era indescifrable. Por un momento, Apollo tuvo que resistirse para no tomarla entre sus brazos y obligarla a mirarlo a los ojos para que revelara las emociones que trataba de ocultar.

      No obstante, al final dijo algo sobre que tenía que revisar unos correos electrónicos de trabajo y se marchó de la terraza, con todo el cuerpo anhelando saborear de nuevo a la mujer que había puesto su vida del revés.

      Durante los siguientes días a su llegada a Krisakis, Sasha descubrió que, gracias a la paz y la tranquilidad, se sentía completamente recuperada. También tuvo tiempo de tranquilizarse, de asimilar todo lo que le habían contado. El falso embarazo, el divorcio. Su comportamiento.

      Seguía teniendo montones de preguntas en su cabeza. ¿Qué había pasado cuando conoció a Apollo y por qué había fingido su embarazo?

      Ni siquiera recordaba haberse acostado con Apollo. Aunque sospechaba que lo estaba recordando en sueños, ya que cada vez eran más vívidos y eróticos. La noche anterior había vuelto a soñar con él.

      Ambos estaban desnudos y él estaba entre sus piernas separándole los muslos. Ella se sentía torpe y avergonzada, pero todo se disipó cuando él inclinó la cabeza y la besó en el interior de la entrepierna.

      Ella empezó a temblar de deseo. Su cuerpo se cubrió con una fina capa de sudor. Después, colocó las piernas sobre los hombros de Apollo y él la besó justo ahí. En el centro de su ser. La acarició con la lengua y provocó que experimentara un intenso placer.

      Ella despertó con el pijama empapado, el corazón acelerado y la musculatura de su entrepierna sujetando con fuerza una erección inexistente. Avergonzada, se metió en la ducha tratando de volver a la realidad.

      Respiró hondo y trató de no pensar en los sueños que había tenido. No sabía qué era peor, habitar su propio cuerpo en sueños u observarse a sí misma, desde la distancia, haciendo el amor con Apollo. Las dos cosas eran igual de inquietantes.

      La hora del día que más le gustaba era el atardecer, cuando el sol ya no calentaba tanto. Entonces, aprovechaba para leer alguno de los libros que había encontrado en una estantería.

      La mayor parte de los días se despertaba tarde, y se preguntaba si siempre había tenido esa costumbre, pero le daba miedo preguntárselo a Apollo cuando regresaba a casa a la hora de cenar. Apollo se marchaba temprano cada mañana, igual que solía hacer en Atenas. Sasha suponía que iba a atender sus negocios en la isla.

      Ambos trataban de hablar de temas neutrales durante la cena, y Sasha no podía ignorar que se sentía muy atraída por él. Ni la tensión que invadía su cuerpo cuando él se acercaba.

      De pronto, notó que se le erizaba el pelo de la nuca y se volvió. Apollo se dirigía hacia donde estaba ella, en una tumbona junto a la piscina.

      Sasha

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