E-Pack Bianca 2 septiembre 2020. Varias Autoras

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sintió un nudo en el estómago. La idea de que Apollo sintiera lástima por ella y estuviera dispuesto a asegurarse de que estuviera bien después del divorcio suponía una nueva humillación.

      –Estoy segura de que no será necesario, pero gracias.

      UN PAR de horas más tarde, las palabras de Apollo todavía resonaban en la cabeza de Sasha.

      «Me aseguraré de dejarte en una situación y en un lugar donde te sientas segura».

      Las ventajas de ser un hombre rico. Capaz de disolver matrimonios y mantener a una exesposa sin problema.

      El hecho de poder disolver su matrimonio no hizo que Sasha se sintiera aliviada, sino que le creó más confusión.

      Recordaba el interés que Apollo había mostrado en ella en un principio y cómo se había sentido intimidada y entusiasmada al mismo tiempo. ¿Cómo había pasado de eso a querer engañarlo de forma tan cruel?

      Suspiró y trató de concentrarse en el paisaje para no pensar más en ello.

      Estaban en un helicóptero sobrevolando el Egeo y las islas y los barcos parecían pequeños juguetes en la distancia.

      Al ver el helicóptero en el aeropuerto privado Sasha se había mostrado indecisa. Apollo la había mirado y le había dicho:

      –Volaste en esto cuando te traje a la isla por primera vez. Y te encantó.

      –¿De veras? –había preguntado ella. Durante todo el viaje, había permanecido con un nudo en la garganta. Y el nudo se hizo más intenso cuando comenzaron a descender sobre una isla y el helicóptero se inclinó hacia la izquierda.

      Aquello debía ser Krisakis. Sasha trató de contener el miedo y se fijó en las montañas llenas de flores que rodeaban la costa. El mar rompía contra las rocas y, al cabo de un momento, rodearon un cabo y apareció una playa de arena blanca como de postal.

      Sasha vio que había una escalera tallada en la roca y que llevaba a unos edificios modernos con forma de cubos de cristal interconectados. También había una piscina infinita con tumbonas alrededor que parecía muy agradable.

      –Eso es la casa. Lo primero que construí aquí. La isla sufrió un terremoto hace medio siglo y solo quedó una pequeña población. Ahora, con la construcción del complejo que estoy desarrollando al otro lado, vuelve a haber una comunidad en auge. Las personas que nacieron aquí y tuvieron que marcharse han regresado. Y también sus hijos e hijas –le comentó Apollo por los auriculares.

      El helicóptero aterrizó a poca distancia de la casa. Apollo salió y abrió la puerta de Sasha para ayudarla a salir. Sin soltarle la mano le preguntó:

      –¿Estás bien?

      –Sí –dijo ella, y retiró la mano.

      Apollo se acercó a hablar con el piloto un momento y, una vez que sacaron las maletas, acompañó a Sasha a un lugar seguro para que el helicóptero pudiera despegar de nuevo.

      Al momento se oyó el ruido de un carro de golf y Sasha vio que se dirigía hacia ellos.

      Apollo saludó con entusiasmo a la persona que lo conducía.

      –Ese es Spiro, el hijo de la ama de llaves que tengo aquí. Está echando una mano antes de regresar a la universidad.

      El joven se detuvo a su lado y se bajó para recoger las maletas con una amplia sonrisa.

      Sasha no pudo evitar sonreír al ver su entusiasmo, pero cuando él la miró, su sonrisa se desvaneció. Sasha sintió un nudo en la garganta. Otra vez no. ¿También le había faltado al respeto a aquel joven? El chico miró a Apollo y comentó algo en voz baja. Apollo contestó muy serio.

      Él le tendió la mano a Sasha.

      –Kyria Vasilis, me alegro de verla otra vez.

      Sasha forzó una sonrisa y le estrechó la mano, disculpándose mentalmente por aquello que quizá hizo.

      Cuando llegaron a la casa, Sasha esperaba que las empleadas reaccionaran de la misma manera que Rhea y Kara cuando la vieron entrar en la casa de Atenas. Sin embargo, Olympia, la madre de Spiro, parecía sorprendida pero amable. Quizá Sasha no se había portado demasiado mal en la isla. Después de todo, no parecía que allí hubiera muchas distracciones.

      Apollo le dijo algo al ama de llaves y, después, se volvió hacia Sasha.

      –Olympia te mostrará la casa y te llevará a tu dormitorio. Me reuniré contigo después de hacer un par de llamadas.

      Sasha siguió a la mujer y se fijó en la decoración minimalista que predominaba en la casa. Su simplicidad resultaba tranquilizadora.

      Olympia la guio por un pasillo y abrió una puerta.

      –Su habitación, kyria Vasilis –anunció con una sonrisa.

      Sasha forzó una sonrisa y trató de no darle importancia al hecho de tener un dormitorio separado del de Apollo.

      Su habitación era un conjunto de habitaciones unidas, sin puertas entre ellas.

      Había una gran cama con dosel y cortinas de muselina. El baño tenía dos tipos de ducha, una exterior y otra interior, y una bañera que parecía una piscina.

      También había un vestidor y un salón con un sofá, una televisión y un equipo de música.

      «Quizá piensa encerrarme aquí como su prisionera», pensó Sasha.

      En ese momento vio que Olympia trataba de llamarle la atención y Sasha la siguió hasta una terraza donde había una tumbona y una sombrilla.

      –Desharé las maletas mientras merienda en la terraza. Sígame, por favor.

      Sasha sonrió, tratando de disculparse en silencio por lo que hubiera hecho en el pasado. Olympia la llevó al interior de la casa y después hasta una terraza donde había una mesa llena de fruta, pastas y bizcochos. También había café, té, o agua con gas.

      Sasha se sirvió un poco de té y se relajó contemplando el paisaje. En la distancia se veía el mar azul y el contorno de otras islas en el horizonte.

      Creía que nunca había estado en un sitio tan tranquilo, sin embargo, al parecer había estado allí antes, entonces ¿por qué no reconocía nada? Sasha trató de vencer el sentimiento de frustración que la invadía. Tenía que confiar en que, tarde o temprano, recuperaría la memoria. No podía ser de otra manera.

      Apollo permaneció un instante entre las sombras observando a Sasha en la terraza. Iba vestida con un pantalón cortó de color azul y una blusa blanca sin mangas atada en la cintura. Constantemente elegía lo contrario a lo que hubiera elegido antes del accidente.

      Él nunca había imaginado a una mujer en aquel lugar. Había algo en la tranquilidad de aquella isla que siempre le producía cierta calma interior, y nunca había querido compartir el espacio con nadie, aparte de los propios isleños, por supuesto.

      Apollo nunca había llevado a una amante allí, y Sasha no contaba como

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