E-Pack Bianca 2 septiembre 2020. Varias Autoras

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brazos y de su torso. Una fina capa de vello oscuro asomaba por encina del último botón del polo.

      En cuanto él se acercó, ella dijo:

      –Llevo crema solar de protección cincuenta.

      Él se sentó en una tumbona que había a su lado y esbozó una sonrisa. Olympia apareció con una bandeja con dos vasos de limonada.

      Él sonrió a Olympia.

      –Efharisto.

      La mujer sonrió también.

      Sasha observó a Apollo mientras bebía un poco de limonada y vio que se le movía la nuez al tragar. Hasta ese movimiento era sexy. Ella bebió un gran trago para calmarse y se atragantó. Al oírla toser, él se acercó y le dio una palmadita en la espalda.

      –¿Estás bien?

      Sasha tomó aire una vez más. Era consciente de su mano sobre la espalda y de la potente musculatura de su muslo junto al de ella.

      –Estoy bien… –dijo Sasha por fin.

      Por suerte, él regresó a su tumbona.

      Apollo se había puesto las gafas en lo alto de la cabeza y Sasha vio que tenía algo en el pelo. Con timidez, señaló hacia su cabeza y él se sacudió el cabello con la mano.

      –Tengo que darme una ducha. Es polvo de la obra.

      –¿También trabajas en ella?

      –Un poco de vez en cuando. Me gusta hacer cosas con las manos.

      Sasha no pudo evitar recordar cómo era sentir las manos sobre sus piernas, separándole los muslos, como en el sueño.

      –¿Puedo ir a verla? –preguntó sin pensar.

      Él la miró sorprendido.

      –¿Quieres ir a ver la obra?

      –Si no es mucho lío.

      –Por supuesto, si es lo que quieres. Puedo llevarte conmigo los próximos días.

      –Me gustaría ir –sonrió Sasha–, siempre que no me entrometa en tu camino.

      Durante un segundo, el ambiente se volvió más relajado. Entonces, Apollo se puso en pie.

      –Voy a darme un baño para refrescarme –se bebió el resto de la limonada y dijo–: ¿Te veré en la cena? A menos que quieras venir a bañarte conmigo. Me voy a acercar al mar.

      La idea era tremendamente atractiva, pero…

      –Ni siquiera sé si he aprendido a nadar.

      –¿No te has metido en el agua todavía?

      Ella negó con la cabeza.

      –De acuerdo, espera aquí. Volveré enseguida.

      Minutos más tarde, Apollo regresó en bañador y con una toalla. Sasha sintió que se le entrecortaba la respiración. El bañador se ajustaba a sus caderas y a sus muslos. El color negro de la tela hacía que su piel pareciera todavía más bronceada. Apollo dejó la toalla sobre la tumbona y estiró la mano.

      –¿Dónde vamos?

      –Vamos a ver si puedes nadar.

      –No sé si quiero saberlo.

      –Nos meteremos en la parte menos profunda de la piscina. Te prometo que no te ahogarás.

      Indecisa, ella se puso en pie y se quitó el caftán, consciente de que debajo llevaba un bañador color carne. Evitó mirar a Apollo y le dio la mano. Al instante, su cuerpo reaccionó.

      Sasha lo siguió por los escalones de la piscina hasta que el agua le llegó a mitad de muslo.

      –Dame las manos y sigue avanzando.

      Sasha miró a Apollo. Respiró hondo y le dio las manos, permitiendo que él la guiara hasta que el agua le llegó al pecho.

      –Ahora, túmbate y permite que te arrastre.

      –Me hundiré.

      –No. Yo te sujetaré. Tu cuerpo flotará en el agua. Confía en mí.

      Su tono de voz era muy tranquilizador. Implacable. Sasha no tenía más opción que hacer lo que le decía. Se inclinó hacia delante, y comenzó a flotar agarrada a las manos de Apollo.

      Cuando se dio cuenta de que ya no estaba tocando el fondo, se asustó.

      –No me sueltes –le dijo.

      –No lo haré. Mírame y mueve las piernas.

      Ella obedeció y notó que avanzaba hacia delante. Apollo comenzó a nadar hacia atrás.

      –Sigue así. Eso es.

      Recorrieron la piscina una y otra vez hasta que Sasha se acostumbró a la sensación de estar en el agua moviendo las piernas.

      Al cabo de un rato, Apollo se detuvo en mitad de la piscina.

      –Voy a soltarte las manos, pero me quedaré aquí. Sigue moviendo las piernas y usa los brazos y las manos para avanzar por el agua.

      Apollo la soltó y Sasha comenzó a mover los brazos y las piernas. Al cabo de unos instantes se percató de que iba siguiendo a Apollo mientras él retrocedía por el agua, alejándose de ella.

      Sasha se detuvo y, en cuanto dejó de mover las piernas y los brazos, comenzó a hundirse. Al ver que se le metía la cabeza bajo el agua, él la agarró rápidamente.

      –¡Me has engañado! –exclamó ella, tosiendo.

      Él la sujetó con fuerza.

      –Estabas nadando, Sasha, y ni siquiera te has dado cuenta.

      –Suéltame otra vez, quiero hacerlo sola.

      –¿Estás segura?

      Ella asintió.

      Apollo la soltó y ella comenzó a mover los brazos y las piernas con rapidez.

      –¡No me hundo! –exclamó.

      Apollo sonrió. Al verlo, Sasha se quedó paralizada y comenzó a hundirse otra vez.

      Cuando Apollo la agarró de nuevo, se moría de vergüenza. El efecto de su sonrisa había hecho que se hundiera.

      –¿Estás bien? –preguntó él con el ceño fruncido.

      Ella asintió, y entonces se dio cuenta de que él la sujetaba por debajo de los brazos y le rozaba el lateral de los senos.

      Estaban muy cerca. Tan cerca que Sasha podía ver las pintitas oscuras de los ojos verdes de Apollo. La barba incipiente de su mentón y la

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