El Coach Iluminado. Raimon Samsó
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Pero conseguirlo todo me pareció poco ambicioso.
No me interpretes mal. No sentí codicia, ni engreimiento o un empacho de orgullo… sencillamente, percibí que aquella carrera no tenía fin. Me movía dentro de una rueda que jamás se detenía, marcándome objetivos y logrando resultados sin cesar. Esto que seguramente haría feliz a cualquier persona, a mí me pareció muy poca cosa. Porque al margen de hacer realidad mis deseos mundanos, en realidad yo quería saber quién o qué era la causa de aquellos asombrosos resultados.
Tenía éxito, pero no me bastaba con eso: necesitaba saber qué había detrás de aquellos milagros predecibles. Quería entrar en la cocina del universo y saber quién cocinaba todo lo que iba desfilando ante mí.
Esto sí es ser ambicioso.
Quería conocer la fuente de todo lo conocido, despertar del sueño-pesadilla, saber cómo funcionaba el cuerno de la abundancia. Y al igual que Forrest Gump, que repentinamente un día dejó de correr tras interrogarse sobre el porqué de aquella actividad; también yo me pregunté por otro modo de materializar los deseos. No tenía sentido hacer tantas cosas, tanto esfuerzo, tantos planes, tantos objetivos, tanto trabajo y tanto ego.
Ahora sé que no tengo que hacer nada.
Pero también he llegado a una conclusión, que es una paradoja: para poder darte el lujo de renunciar a tus deseos, e incluso liberarte de ellos, antes ¡debes haberte probado que puedes conseguirlos! Dicho de otra forma: para trascender el éxito antes tienes que haber tenido éxito.
Fue en ese punto cuando decidí entregar todos mis deseos al Amor, a la Presencia fuente de todas las cosas conocidas que intuí en mí. Agárrate bien: acepté que en realidad no sabía qué era lo mejor para mí y que me confundía casi todas las veces. Alcancé muchas metas gracias a que dominaba la ciencia del éxito, pero una vez comprobé que era capaz de conseguir lo que deseaba, tuve la convicción de que tenía que haber algo mucho mejor que hacer realidad mis deseos.
Sí, has leído bien: hay algo mucho mejor que conseguir lo que se desea.
Mi primer paso consistió en consagrar todas mis acciones al Amor. Mi ego se hizo a un lado y cedió el paso a mi Yo Soy. Entregué mi vida por venir a la Divinidad, al Absoluto, a lo Ilimitado, al Ser, a lo Real, al Amor… Mi segundo paso fue confiar mis objetivos a la Presencia, al Uno, a la voluntad de Dios. Y eso me relajó: ya no tenía que tomar decisiones, bastaba con seguir la guía interna del Amor.
Empecé a delegar en Dios. Es algo que te recomiendo: resulta muy liberador. Y desde ese día dejé de correr, como Forrest Gump (a fin de cuentas, ¿para qué tanto correr?). Abandoné la práctica del coaching convencional e inicié la era del SuperCoaching®️, “coaching consciente” o “coaching iluminado”.
Por abreviar, diré que en mi vida se produjeron una serie de cambios que me llevaron a pensar que estaba despertando de un profundo sueño. En los últimos años había sido un sueño hermoso, desde luego, pero no dejaba de ser una ficción onírica.
Entendámonos: tampoco es que no quisiera nada, porque no querer nada ya es querer algo. Yo quería una cosa, solo una: despertar. Hacer que esta vida valiera la pena de verdad. Despertar y mantenerme despierto se convirtió en mi único objetivo, y sigue siéndolo. Había tardado mucho en adquirir aquella claridad mental y no estaba dispuesto a cambiarla por un nuevo antojo de mi ego, así que me volqué en aquel objetivo.
Tú entregas tu vida a Dios y Dios te concede la Vida. Y lo siguiente que ocurre es que entras en un estado de Gracia (hablaré de esto al final del libro) que te proporciona todo lo que puedes necesitar y mucho más. Se te abren las puertas que antes estaban cerradas a cal y canto, a la vez que se te revelan oportunidades no soñadas.
No es que ocurra todo, porque no necesitas que suceda todo lo que se te pasa por la cabeza; pero te ocurre todo lo que importa.
Me convertí en un “coach iluminado”, sin deseos por mi propio lado, capaz de conseguir no sé si más cosas, pero sí aquellas que más valoraba. Presentaba tres grandes diferencias con mi yo anterior:
1 Una inmensa paz interior, sin conflictos, al saberme guiado y acompañado por una inconcebible inteligencia amorosa.
2 Una inmensa relajación y calma, pues ya no necesitaba esforzarme en absoluto, todo ocurría con facilidad.
3 Una inmensa certeza y seguridad, ya que sabía quién o qué avanzaba a mi lado.
Para que esto ocurriera, antes tuve que liberarme de mí mismo y de mi agenda. No fue una gran renuncia, ni un precio elevado, si lo comparamos con la recompensa.
Soy consciente que a un urbanita no se le puede pedir que lleve una vida de asceta. Yo no la llevo. Muchas de las recetas espirituales tradicionales están pensadas para un mundo y una cultura que ya no existen, y mucho menos en Occidente. Pero es en el día a día donde hay que practicar lo que se aprende en los textos sagrados.
Todos tenemos familias que atender, trabajos exigentes, depósitos de gasolina que llenar, redes sociales exigentes, y vivimos rodeados por una creciente complejidad que apenas nos da un respiro para dedicar tiempo a las grandes preguntas:
¿Quién soy?
¿De dónde provengo?
¿Qué sentido tiene todo?
Este libro las responderá. Este libro solo te pide unas horas a cambio del infinito.
Hoy en Occidente, tal vez en todo el mundo, hay muchas personas desengañadas con el fast food para el espíritu (las religiones), personas que buscan una iluminación low cost que no exija una renuncia a un estilo de vida moderno y “urbanita”. Así que me propuse escribir un libro ameno y ligero sobre el despertar y la iluminación low cost sin renuncias ni cambios radicales.
Este libro desarrolla una idea muy chocante para la mayoría: no eres quien crees ser. En cierto sentido eres un impostor, un farsante; entiéndeme: sin mala fe. Has usurpado tu identidad real. Pero te pondré frente al espejo para mostrarte quién o qué eres.
He tratado de simplificar conceptos orientales complejos. En el glosario que encontrarás al final del libro ofrezco un resumen clarificador.
La primera clave para entender este libro es tener presente en todo momento que no existe la separación (dualidad), que no hay individuos separados. Y, dado que no existe un sí mismo separado, tampoco surge la necesidad de mejorarlo. Si lo recuerdas durante la lectura, todo te quedará muy claro. Volveremos a este punto esencial más adelante. La segunda clave es que la vida es impersonal, no hay individuos.
No hay nada que sea externo a ti. La cualidad de la realidad es la correlación absoluta. La cualidad del sueño es la disgregación absoluta. Por suerte, el que sueña está a salvo de cualquiera de sus sueños. No hay nada que pueda perjudicarte.
Comprobarás que repito algunos conceptos fundamentales, modificando su formulación, en varios capítulos. Lo hago deliberadamente, para que los secretos que transmite este libro resulten comprensibles y para que, por repetición, el lector los aprenda.
No debes conformarte con leer este libro: