El Coach Iluminado. Raimon Samsó

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El Coach Iluminado - Raimon Samsó

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dentro de tu sueño para asegurarte de que podrías volver a la realidad y no perderte en las profundidades del sueño. Para que lo comprendas mejor, permíteme una analogía: imagina que estás soñando y que en el sueño suena el teléfono. Entonces tienes dos opciones: la primera es integrar esa llamada en el sueño y soñar que contestas, y de esa forma el sueño continúa. La segunda opción es asumir que la llamada procede de otro lugar distinto al sueño (la realidad) y que has de despertar para contestar a la llamada. Tú eliges.

      Todos somos llamados a despertar (no una, sino muchas veces) pero no todos eligen hacerlo (no una, sino muchas veces). Lo tranquilizador es que el final de este teatrillo ya está decidido. Y es un final feliz (mejor que eso), como no podía ser de otro modo.

       El coach iluminado sabe que todos somos igualmente poderosos y que ejercemos nuestros superpoderes como una elección que hay que respetar. El coach iluminado no infravalora ni sobrevalora a nadie, porque ha despertado puntualmente y recuerda la sensación de no separación. Sabe que ese es el destino de todos los seres humanos, tarde o temprano. Aguarda paciente porque sabe que el tiempo es una variable irrelevante, no hay primeros ni últimos.

      Lo que ocurra a partir de ahora depende de lo que tú decidas. Este libro puede ser una llamada telefónica dentro del sueño o una llamada telefónica fuera del sueño. En el primer caso, lo leerás y seguirás durmiendo; en el segundo caso, lo leerás y despertarás.

      Por último, veamos la diferencia, si es que existe, entre despertar e iluminación: la iluminación se produce cuando el despertar no involuciona, cuando se mantiene y es permanente. Para simplificarlo:

       Despertar: recordar quién y qué eres (lo que siempre has sido). Teoría. Estado provisional.

       Iluminación: reflejar ese entendimiento en lo cotidiano. Práctica. Estado permanente.

      Cuando tiene lugar el despertar, cesa el deseo de ser alguien distinto a quien eres.

      4. El coach sin objetivos

      ¿Te imaginas un coach sin objetivos?

      Deja que me explique y así podrás captar el sentido de la pregunta. Seguramente sabes que los coaches y entrenadores se caracterizan por marcar objetivos a sus clientes y por motivarles para que trabajen duro en pos de su consecución. Aquí vamos a poner el mundo al revés, porque es así como estaba, al revés, y vamos a dejarlo del derecho.

      Si me lo permites, te contaré algo acerca de mí. Hubo un tiempo en que apuntaba todas las recetas de éxito que encontraba. Era divertido: un juego para ver hasta dónde podía llegar. Y he de reconocer que muchas de esas recetas funcionaban de cara al fin para el que estaban diseñadas: tener éxito, conseguir metas y objetivos.

      Aprendí la ciencia del logro. Entendí que el éxito, el arte de conseguir lo que se desea, es una ciencia casi exacta si sigues un protocolo contrastado.

      Sí, el éxito es predecible. Es el efecto inevitable de una mentalidad y de unos hábitos concretos.

      Conseguir lo que se desea no es muy complicado cuando sigues unos modelos que fueron revelados hace mucho tiempo y que siguen vigentes hoy en día. Pero como sucede con todo, hay un precio que pagar; y ese precio es el esfuerzo, el tiempo y, a veces, el sacrificio personal. Se consigue algo a costa de algo. No me interesa esta clase de éxito, ya que lo logras a costa de alguna otra cosa… es un mal negocio.

      Pero como funciona, y como los resultados llegan, uno acaba convirtiéndose en un galgo que corre detrás de una liebre. Lo malo es que hay muchas liebres que perseguir, y esas liebres cada vez son más veloces.

      Un buen día, tras haber alcanzado muchas liebres, de pronto te detienes. Y te preguntas para qué corres tanto. Entonces decides dejar de correr y continuar adelante, pero caminando. Si has visto la película "Forrest Gump", recordarás ese momento de revelación profunda. De pronto, ya no te apetece correr; no porque estés cansado, sino porque es algo que ya has hecho antes y quieres pasar a algo nuevo. Has tenido suficiente. Y empiezas a pensar que tiene que haber otro modo de actuar en la vida.

      Cuando eres corredor y dejas de correr, te conviertes en otra cosa.

      Cuando eres coach y dejas de plantearte objetivos, te conviertes en otra cosa.

      Cuando eres empresario y dejas de centrarte en tus intereses, te conviertes en otra cosa.

      Así fue como cambié de profesión de un día para otro. Muchos de mis clientes no lo entendieron. ¿Qué iban a hacer ahora? Les había abandonado. Me auto proclamé coach sin objetivos. ¿Estaba renegando del coaching? No, más bien estaba pasando a otro nivel. Buscaba conseguir lo mismo, incluso más, pero desde otra disposición: la consciencia pura.

      La ambición espiritual consiste en no conformarse con un ego recauchutado.

      Como no esperaba ser entendido de inmediato, me disculpé y cerré mi oficina de coaching, que por cierto llenaba mi agenda de citas con clientes y era una fuente de ingresos muy rentable. Decidí que cuando todo me iba bien era el momento idóneo para pasar a otra cosa, o mi propio éxito me devoraría.

      Sí, lector, concluí que un buen coach no puede tener metas. Comprendí que todo era más sencillo, y que como mucho podía fijarme un objetivo. ¿Y cuál podía ser ese único objetivo que sustituiría a la avalancha de metas tras las que habíamos corrido tanto yo como mis clientes? No tardé en descubrir el único objetivo.

      Una única cosa. Lo único.

      Entendí que no tener objetivos es en sí mismo un objetivo. Por tanto, adoptaría “el objetivo de no tener objetivos”, y listo. De ese modo podía seguir siendo coach, pero ahora era un “coach a la inversa” con el único objetivo de no tener objetivos.

      Uno tiene que ser coherente con sus principios, a no ser que quiera perderse a sí mismo. Perderse a sí mismo le expulsa de la partida.

      Cómo llegué a esa conclusión no importa, si bien la lectura de textos budistas influyó. Como sabes, para el budismo la cesación del deseo es un punto clave. Pero, ¿no es eso mismo un deseo? Claro, pensé, los budista desean no desear. Eso ya es en sí mismo un objetivo. ¡Se apegan al desapego! ¡Y rechazan la aversión! Qué contradictorios son. También tienen deseos.

      En el fondo, ellos y nosotros, todos, estamos confundidos. Pero como les considero sabios, decidí seguirles la corriente: mi objetivo sería vivir libre de objetivos. Y convertirme en un “coach iluminado” sin objetivos. Punto.

      ¿Cómo llevo a la práctica el no tener objetivos?, te preguntarás. Te daré algunas pistas:

       Preguntándome: ¿a qué me conduce conseguirlo?

       Aceptando que nunca sé qué es lo mejor para mí.

       Entregando todos mis pasos al amor y dejando que Él me guíe.

       No tomando decisiones en beneficio propio.

       Despreocupándome por cómo acaba el sueño.

       Aceptando que no hay sueños mejores que otros, porque todos son irreales.

       No

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