E-Pack Jazmín B&B 2. Varias Autoras

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girar y se quedó encantada al ver que las piezas se movían.

      –Supongo que el blanco me tranquiliza porque sugiere una posibilidad. Me paso mucho tiempo sentado y pensando.

      –¿Crees que tus procesos mentales se verían interrumpidos si las paredes estuvieran pintadas?

      –¿Con insectos?

      –No. De lo que yo eligiera pintarlas.

      –¿Me puedes explicar qué es lo que está pasando aquí realmente, Daisy?

      Ella no quería responder. Le dolía demasiado. Sin embargo, Justice se merecía una respuesta.

      –Simplemente, me apetecía pintar.

      –Dime la verdad –susurró él. Se acercó a ella y le acarició suavemente la mejilla–. Sé que llevas algún tiempo ocultándome algo. ¿De qué se trata?

      –Bueno… esa oruga es… lo primero que he pintado en mucho tiempo.

      –Exactamente veinte meses, ocho días, diecisiete horas y veintinueve segundos.

      –Exactamente –afirmó ella, completamente anonadada.

      Justice la abrazó con fuerza. Entonces, se separó ligeramente de ella y la miró a los ojos.

      –Tal vez haya llegado el momento de que yo también te haga una confesión. Yo no puedo trabajar. En mi caso, me ocurre desde hace más de veinte meses. Yo diría que anda ya más cerca de los dos años. Puedo proporcionarte la horas y los minutos exactamente.

      –No hace falta. ¿Qué ocurrió hace dos años…? ¿El accidente?

      –Sí. Fue entonces cuando me di cuenta de que, aparte de Pretorius, no tenía a nadie en mi vida. Nadie me echaría de menos si yo me iba. De modo que quiero que esta sea tu casa también y si para ello necesitas pintar mis paredes para desbloquear tu talento artístico y conseguir que vuelvas a pintar, estoy más que dispuesto a sacrificar unas cuantas paredes blancas.

      Daisy lo abrazó con fuerza.

      –Gracias. Te prometo que no te arrepentirás. Tal vez incluso podría ser que te gustara tanto lo que he hecho que quieras que pinte incluso las paredes de la planta de abajo. Muchas gracias, Justice.

      –De nada –susurró él. Entonces, como si le resultara imposible resistirse, la besó. Aquel instante fue uno de los más dulces que ella experimentó desde su llegada a la casa–. Bien, ¿a qué estás esperando? Tienes unas cuantas paredes que pintar.

      –Estoy en ello…

      Daisy salió corriendo del despacho y cerró la puerta. Entonces, esperó. Supo exactamente el instante en el que él vio lo que había hecho con la pared de su despacho: el retrato de Emo X-14 observándolo desde detrás de la seguridad de la puerta…

      –¡Demonios!

      ¡Piii!

      Daisy sonrió. Tanto si a Justice le gustaba como si no, ya tenía personas que se preocupaban por él. Con suerte, eso la ayudaría a volver de nuevo a trabajar. Con suerte, encontrarían el modo de convertir aquel grupo tan heterogéneo en la familia perfecta.

      Tal vez había ocurrido porque Justice le había dado permiso para pintar las paredes. O tal vez porque la felicidad le había dado la vía de escape que necesitaba. Lo importante fue que, a la mañana siguiente, cuando Daisy se despertó, sintió un abrumador deseo de pintar.

      Y eso fue lo que hizo.

      Su inspiración era una marea inagotable. No encontraba horas suficientes en el día para reflejar todo lo que se le ocurría en imágenes. Poco a poco, la casa se transformó con la llegada de los muebles y las paredes cubriéndose de frondosas selvas. Criaturas exóticas asomaban en las esquinas o volaban por el techo para luego aparecer en los lugares más inesperados, para diversión y delicia de todos.

      Sin embargo, la sección con la que Daisy disfrutó más fue con el tramo de escalera que llevaba al sótano, su zona prohibida. Allí, pintó a Noelle bajando por las escaleras con una expresión pícara en el rostro. Iba acompañada por Kit, Cat y toda clase de criaturas. Al pie de la escalera, un travieso dedo del pie atravesaba la línea que Justice había trazado para marcar el territorio prohibido.

      Ella supo exactamente el momento en el que Justice vio el dedo porque sus carcajadas resonaron por toda la casa. Incluso Pretorius salió a ver qué pasaba, aunque solo permaneció un instante antes de regresar con gesto nervioso a su sala. De hecho, aquel mismo día, accedió más tarde a mostrarle a Daisy muy brevemente sus dominios, seguramente a petición de Justice. No obstante, había sido un primer paso muy importante.

      Este hecho le dio esperanza de que estuvieran convirtiéndose por fin en una familia y que, tal vez, Justice y ella pudieran comprometerse permanentemente y, en palabras de él, formar un vínculo y una unidad familiar. En palabras de Daisy, enamorarse. Tal vez habría seguido viviendo en aquel sueño si, un día, una conversación con Cord no le hubiera abierto los ojos.

      –Me gustaría crear un mejor flujo entre estas dos habitaciones. Tal vez abrir una parte de la pared –dijo Daisy –. No me imagino por qué el arquitecto decidió cerrarla.

      –No fue el arquitecto. Antes solía estar abierta. Fue esa Pamela… la doctora Randolph, como insistía en que la llamáramos, la que la cerró. Por muchos estudios que tuviera, esa mujer era una idiota.

      Daisy se quedó de piedra, pero decidió tirar a Cord de la lengua.

      –No sabía que había sido una de sus decisiones –comentó, como si hubiera sabido antes de su existencia–. Me sorprende que Justice no quisiera ponerla tal y como estaba antes.

      –Bueno, tenía más ganas de sacar todos esos muebles tan finos que trajo a esta casa y que jamás encajaron aquí. Eran estirados y formales, como ella. Viendo los cambios que ha hecho usted, se ve claramente la clase de persona que es usted.

      –Espero que su opinión sea buena…

      –Muy buena. ¿Es usted también una de sus ayudantes? A mí no me parece usted como ellas.

      –No. Yo no soy ingeniera.

      Después de que Cord se marchara, Daisy pensó largamente en lo que el hombre le había dicho. Justice no le había dicho que hubiera encontrado una ayudante/esposa o que no hubiera salido bien. ¿Qué debía hacer? ¿Debía preguntárselo directamente? Decidió que sí, pero aún no. Le daría tiempo para acercarse más, para ver si se abría con ella. Entonces, exigiría sus respuestas.

      Su decisión demostró ser la correcta cuando Aggie decidió celebrar su primera partida de bridge.

      –Se trata de algunas personas que he conocido en la ciudad –le explicó Aggie–. Dado que resulta difícil reunirse, hemos decidido juntarnos todas las semanas para jugar a las cartas. Me estaba preguntando si… si nos podríamos reunir aquí.

      –Estoy segura de que a Justice no le importará.

      –En estos momentos son solo otras dos personas, pero confiamos en encontrar otra

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