E-Pack Jazmín B&B 2. Varias Autoras

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especialmente bien controlar sus sentimientos. De hecho, jamás he conocido a una mujer más fría. Me daba la sensación de que si yo hubiera tenido el valor de tocarla, me habría muerto por congelación.

      Daisy no pudo ocultar una sonrisa.

      –Entonces, ¿qué es lo que buscas en una esposa?

      –Te quiero a ti. Y, aunque ninguno de los dos lo habíamos planeado, no podría haber soñado con una hija mejor que Noelle.

      –¿Y qué me dices del amor?

      Justice cerró los ojos. Se tendría que haber imaginado aquella pregunta, en especial con una mujer como Daisy.

      –¿Es uno de los requisitos que tú tienes para el matrimonio? –le preguntó él.

      –Sí.

      –Ojalá lo pudiera ofrecer. Alguien como tú se merece el amor. Se merece un marido capaz de amar. Si nosotros decidimos casarnos, tienes que saber que eso no te lo puedo dar.

      Daisy bajó las pestañas para que él no viera que los ojos se le habían llenado de lágrimas.

      –¿Y qué es lo que me ofreces tú?

      –Te daré todo lo que tengo. Mi casa. Mi inteligencia. Mi dinero. Sexo. Según tú, sexo maravilloso. Incluso te he dado mis paredes. Sin embargo, no puedo darte lo que no poseo.

      –¿Y no crees que poseas la capacidad de amar?

      –No, Daisy. No lo creo. Sé que no.

      Iba a perderla.

      Justice lo comprendió cuando los primeros rayos del amanecer invadieron el dormitorio de Daisy. Estaba completamente seguro de que ella iba a abandonarlo. El pánico se apoderó de él. Tenía que hacer algo, lo que fuera, para hacer que se quedara a su lado. Desgraciadamente, las dos palabras necesarias para hacerla suya para siempre eran las únicas que su conciencia no le permitía pronunciar.

      ¡Qué ironía! Siempre había pensado que poseía todo lo que una mujer pudiera desear. Desgraciadamente, Daisy no se parecía en nada a la mayoría de las mujeres.

      Tenía que hacer algo. Encontrar el modo de convencerla para que se quedara.

      No podía quedarse.

      Cuando Daisy se despertó entre los brazos de Justice, no lo dudó ni un segundo. Tenía que hacerlo. Habría hecho lo que fuera para no tener que marcharse, pero, desgraciadamente, las dos únicas palabras que se interponían entre ellos creaban un abismo que jamás podrían superar.

      ¿Por qué no podía sentirse satisfecha con lo que él podía ofrecerle? Amaba aunque no lo creyera. Daisy lo veía cada vez que miraba a su hija, pero, ¿la amaba a ella? Cerró los ojos y se enfrentó a la dolorosa verdad. Sin aquellas palabras, el resto carecía de significado. Daisy sería capaz de cambiar todo lo demás solo por el hecho de que Justice la amara.

      A cada minuto que pasaba, la luz iba eclipsando la oscuridad. Entonces, de repente, él se levantó de la cama y se marchó.

      Ya no quedaba duda alguna. Iba a tener que marcharse, aunque hubiera deseado de todo corazón quedarse.

      Daisy estaba a punto de entrar en el laboratorio de Justice, pero se detuvo al escuchar la voz de Noelle.

      –E quero –dijo la niña mientras golpeaba la mejilla de su padre.

      –Sí, yo te quiero mucho –le aseguró Justice mientras realizaba los ajustes necesarios en el caso de Emo. En cuanto terminó, se inclinó sobre su hija y le dio un beso.

      Daisy contempló aquel amor en estado puro sin pestañear.

      –¿Emo e quero? –dijo la niña con preocupación.

      –Sí. Emo también te quiere.

      Sonrió al ver cómo la pequeña abrazaba al pequeño robot X-4.

      –¿Por qué te gusta él más? Puede que el 15 sea demasiado elegante. Tal vez podría pintar el chasis. Sin duda, tu madre podría diseñarme un modelo colorido y brillante para darle un poco más de personalidad. Ahora que lo pienso, no es mala idea…

      Tomó a la niña entre sus brazos y la abrazó con fuerza. Ella se acurrucó satisfecha contra el pecho de su padre. Justice cerró los ojos. Tenía una expresión de amor total en el rostro.

      Daisy contempló los papeles que llevaba en la mano y contuvo las lágrimas.

      Aggie apareció de repente y, tras dedicarle una sonrisa a Daisy, entró en el laboratorio. Daisy la siguió.

      –Es la hora del almuerzo de Noelle –dijo la mujer–. ¿Le gustaría que volviera a bajarla aquí después de su siesta?

      –Si no le importa –dijo él. Entonces, se volvió a mirar a Daisy–. Llegas en el momento perfecto. Tengo una idea que proponerte.

      –¿Pintar a Emo?

      –¿Cómo lo sabes? –preguntó él asombrado.

      –He escuchado la conversación que tenías con Noelle –respondió ella. Entonces, antes de entregarle los papeles que llevaba en la mano, se dio cuenta de que su imagen aparecía en todas las pantallas de ordenador que habían en la sala–. Dios santo. ¿Para qué es eso?

      –Son fotos de tus respuestas emocionales a varios estímulos. También tengo vídeos. Ya sabes que te lo comenté.

      –Es cierto. Quieres enseñar a Emo a interpretar nuestras expresiones. ¿Y también tienes vídeos?

      –Sí.

      –¿Me los puedes enseñar?

      Justice tomó un mando a distancia y lo dirigió a uno de los ordenadores. Inmediatamente, la pantalla comenzó a mostrar una película en la que se la veía a ella dirigiéndose a la cocina. Recordaba aquel día. Había sido a los pocos días de llegar, antes de que comenzara a pintar las paredes. Había sido una tarde bastante mala. Daisy se sentó a la mesa y ocultó el rostro entre las manos.

      La cámara cambió de ángulo y mostró también a Aggie preparando una ensalada.

      –Veo que la pintura no ha ido bien.

      –Podríamos decir eso. No lo comprendo, Aggie. Debería haberlo superado ya. Sin embargo, cada vez que veo un lienzo en blanco… Creo que no volveré a pintar.

      –Por supuesto que sí. Solo es cuestión de tiempo.

      –¿De cuánto, Aggie? Ya hace casi dos años. Parece como si hubiera perdido todo el deseo de pintar. Lo perdí justo después de que Justice y yo… Pensé que lo encontraría aquí.

      –Ahora que vuelves a estar con Justice, estoy segura de que lo recuperarás enseguida. Espera y verás.

      –Yo le a…

      Los ojos se le llenaron de

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