E-Pack Magnate. Varias Autoras

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siento, Luke. Yo... no quería... –musitó. Se sonrojó aún más.

      –Lo sé. Y no me importa. En realidad, me ha gustado que me tocaras –susurró. Extendió una mano y comenzó a acariciarle suavemente el costado–. A mí también me gusta tocarte a ti...

      –Pensé que habías dicho... –se interrumpió ella. Que podían ser adultos. Que podían compartir una cama sin tener relaciones sexuales.

      –Eso fue anoche. Ahora es diferente. Mi punto de vista es diferente –dijo, con una pícara sonrisa–. Además, ¿podría yo señalar que no era yo la persona que tenía la pierna por encima de ti y la mano encima de tu pijama?

      –Eso ha sido un golpe bajo...

      –Igual que tu mano.

      Luke se colocó de costado, para estar frente a frente con él, pero sin soltarla. Tenía una mirada sexy e irresistible en los ojos azules.

      –Buenos días –dijo.

      –Buenos días –respondió ella, a duras penas. Casi no podía respirar.

      Entonces, Luke bajó la cabeza y le besó dulcemente la punta de la nariz.

      –Sara...

      Todo resultaba tan tentador... Veía en el rostro de Luke lo que estaba buscando. Y era lo mismo que ella deseaba. Si cedían a su mutuo deseo y hacían el amor, su relación laboral sería muy incómoda.

      –No deberíamos hacer esto...

      –Lo sé –replicó él–. Es una idea malísima. Yo debería tener más autocontrol.

      –Tan sólo hace dos semanas que nos conocemos...

      –Es suficiente tiempo. Yo ya te conozco a ti. Eres muy mandona.

      –¿Mandona?

      –Sí, pero te perdono porque se te da muy bien tu trabajo y da gusto trabajar contigo –susurró él, tras robar un dulce beso–. Adoras el rosa. Te vuelve loca la historia, te gustan las películas románticas y el teatro, crees que todo el mundo es bueno, estás lo suficientemente loca para que te guste archivar las cosas, tocas el piano y te gusta chapotear a la orilla del mar. ¿Qué más necesito saber?

      –Nada, supongo... Yo casi no sé nada sobre ti. Tan sólo que eres un hombre de negocios de mucho éxito al que no le gusta el desorden. Tomas el café solo con una cucharada de azúcar, practicas kick boxing y squash y no ves nunca la televisión. Te gusta la música rock y tienes un gusto muy caro para los coches. No es mucho, Luke.

      –En realidad no hay mucho más.

      –Yo estoy segura de que sí.

      –Soy tan superficial.

      –Ni hablar. Eres más bien como las aguas profundas y tranquilas.

      –Vaya, qué interesante. No creo que nunca antes nadie me haya dicho algo así. No estoy seguro de que encaje con la otra expresión que tienes para describirme: adicto al trabajo. Además, creo que hablas demasiado y me parece que sólo hay un modo de callarte... Besándote, tocándote...

      –Son dos cosas.

      –Lo digo en serio –protestó él–. Me muero de ganas de besarte. Llevo días deseándote, Sara, probablemente desde el momento en el que entraste en mi despacho y empezaste a darme órdenes.

      A ella le había ocurrido lo mismo.

      –Yo también... –admitió.

      –En ese caso, se me ocurre una conclusión muy lógica –susurró él mientras le acariciaba a Sara el labio interior con el pulgar–. Me alegro mucho de que estés de acuerdo conmigo –añadió. Entonces, inclinó la cabeza para besarla.

      Cuando Sara echó la cabeza hacia atrás, él profundizó el beso ofreciendo y exigiendo respuesta al mismo tiempo. Sara había besado a otros hombres y se había acostado con varios antes, pero aquello... Aquello era algo completamente diferente. El contacto con la boca de Luke la excitaba profundamente y hacía que le hirviera la sangre en las venas.

      Él le deslizó la mano por debajo de la camiseta del pijama. Le acarició la cintura suavemente, tanto que ella se echó a temblar, deseando más. Luke comprendió la invitación y deslizó la mano suavemente hacia arriba hasta que le cubrió un seno. Con el pulgar frotó el ya erecto pezón. Sin embargo, ni siquiera aquella caricia tan íntima era suficiente para Sara. Necesitaba más.

      Luke rompió el beso.

      –¿Te gusta? –le preguntó.

      –Mmm...

      –Entonces, a ver qué te parece esto.

      Luke se deslizó hacia abajo y comenzó a chuparle el pezón a través de la tela. El pulso de Sara se aceleró rápidamente. Sin poder contenerse, le hundió los dedos en el cabello para animarlo a seguir.

      –Creo que eso significa que sí –susurró.

      Le levantó la camiseta y, entonces, siguió bajando. Le deslizó los labios por el vientre, dedicándole especial atención al ombligo. Entonces, volvió de nuevo a centrar su atención en el pezón. Sin la fina tela de la camiseta, las sensaciones eran mucho mejores. El sensual movimiento de la lengua, la presión de los labios y el ligero mordisco de los dientes hicieron que Sara se arqueara de puro placer.

      Entonces, él le deslizó las manos entre las piernas y le cubrió la entrepierna, sobre el pijama. Comenzó a mover la mano, de modo que la base del pulgar le rozaba el clítoris. Sara no pudo contener un gemido.

      –Luke...

      Él la besó con fuerza. Entonces, le enganchó los dedos en el pantalón y comenzó a bajárselos. Sara levantó las caderas para facilitarle la tarea y se echó a temblar mientras que él le besaba los muslos, acariciando cada milímetro de su piel a medida que la iba descubriendo.

      Sara contuvo el aliento al notar que él volvía a subir. Cuando alcanzó la cara interior del muslo, ella temblaba de gozo. Con suavidad, Luke le separó las piernas y se arrodilló entre ellas. Sara no pudo abrir los ojos. Se limitó a susurrar:

      –Luke, me estás volviendo loca...

      –De eso se trata...

      Entonces, por fin, él le deslizó un dedo a lo largo del sexo, camino que luego recorrió a la inversa.

      –Por favor... –susurró ella.

      Luke volvió a hacerlo. Y una vez más. Entonces, se movió ligeramente y Sara sintió su aliento contra la piel. Ella contuvo el suyo, esperando, deseando que él lo hiciera. Cuando notó por fin el lento movimiento de la lengua, creyó volverse loca de deseo y volvió a agarrarle del cabello.

      –Sabes tan dulce...

      De repente, ella sintió que Luke se retiraba un poco. ¿Iba a detenerse tan pronto?

      –Ni se te ocurra parar ahora...

      –No

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