E-Pack Bianca y Deseo septiembre 2020. Varias Autoras
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Juliette le lanzó una mirada de irritación.
–No creo que sea asunto tuyo si lo veo o dejo de verlo.
Joe la tomó del codo para alejarla de los demás hacia un rincón más tranquilo de la terraza.
–Es asunto mío porque todavía estamos legalmente casados –bajó la mano del codo, pero tuvo que hacer gala de toda su fuerza de voluntad para evitar tomarla entre sus brazos y aplastar la boca contra la suya. Para recordarle a Juliette la pasión que saltaba entre ellos. La pasión que estaba ahora también cargando el ambiente.
Lo que le llevaba a una cuestión algo inquietante… ¿qué diablos iba a hacer al respecto? Ya había cometido errores con Juliette. Grandes errores. Errores que no podía deshacer. ¿Se estaría buscando un problema si revisaba su relación para comprobar que valía la pena recuperarla?
A ella le brillaron los ojos con gesto desafiante.
–Me resulta muy gracioso tu repentino interés por mi vida privada después de todos estos meses –le miró la boca como si esperara que hiciera lo que él estaba tentado a hacer–. ¿Y por qué sigues llevando el anillo de casado? Me parece bastante absurdo.
Joe le tomó la mano izquierda y deslizó el pulgar por el espacio vacío de la alianza de Juliette. Esperaba que ella retirara la mano, pero para su sorpresa, no lo hizo. Lo que sí hizo fue mantener su mirada clavada en la suya y humedecerse el labio inferior con la punta de la lengua.
–No es absurdo del todo. Me mantiene libre de la atención femenina no deseada –esperó un instante antes de continuar–. Todavía tengo tu anillo de compromiso y el de casada.
Joe no tenía muy claro por qué le estaba contando aquella información inútil. ¿Acaso no le hacía quedar como un idiota sentimental que no había superado el abandono de su esposa? ¿Debería decirle que no había quitado ni una sola prenda suya del armario, que no podía siquiera dormir en el mismo dormitorio que habían compartido porque le causaba demasiado dolor?
Y por no hablar del dormitorio de la niña. No había abierto la puerta ni una vez. Ni una sola vez. Abrir aquella puerta sería cómo abrir una herida profunda y devastadora.
Juliette bajó la vista hacia sus manos unidas antes de volver a mirarlo.
–Me sorprende que no los hayas empeñado ni hayas encontrado a alguien más a quien regalárselos.
Joe le acarició la suave piel de la palma de la mano y observó cómo se le aceleraba la respiración y se le dilataban las pupilas.
–Son tuyos.
Ella alzó la barbilla con un brillo intransigente en los ojos.
–No los deseo.
–Tal vez no, pero a mí sí me deseas todavía –Joe atrajo su cadera a su cuerpo y bajó la mirada a su boca–. ¿No es así?
Juliette se volvió a humedecer los labios.
–No –su tono era firme, pero su cuerpo se balanceó hacia él como impulsado por una fuerza más grande que no podía resistir.
Joe le subió la barbilla y le acarició el labio inferior con el pulgar.
–El orgullo es algo curioso, ¿verdad? A mí también me gustaría decir que no te deseo, pero eso sería mentirme a mí mismo y a ti.
Juliette aspiró con fuerza el aire y lo dejó salir despacio.
–Joe… por favor…
–¿Por favor qué? –Joe le cubrió una mejilla con la mano, y le puso la otra en la parte baja de la espalda para atraerla todavía más cerca de su cuerpo–. ¿Vas a negar que lo estás sintiendo ahora mismo? ¿Lo que has sentido desde el momento en que entré en la suite esta tarde? ¿Lo que sentiste la primera vez que nos vimos? Por eso bloqueaste mi número de teléfono y mis correos electrónicos, ¿verdad? No quieres que nada te recuerde lo que sientes por mí.
Juliette volvió a tragar saliva y apoyó las manos en su pecho.
–Ahora estamos separados, y…
–Este fin de semana no estamos separados. Vamos a compartir habitación. Y cama.
–No –ella apartó las manos de su pecho y lo miró desafiante–. Celeste dijo que iba a conseguirnos una supletoria…
–He hablado con ella hace unos minutos –dijo Joe–. No ha podido conseguir una a tiempo para esta noche, pero lo volverá a intentar mañana.
Juliette lo miró de nuevo y apretó los labios. Dio un paso atrás con postura rígida.
–Los dos tenemos que seguir adelante con nuestras vidas. Si vamos hacia atrás en lugar de hacia delante, solo complicaríamos las cosas.
Juliette se llevó la mano izquierda a la sien y cerró los ojos como si estuviera rezando en silencio.
–Por favor, Joe. No hagas esto más difícil de lo necesario –bajó la mano de la cara y volvió a mirarlo con una expresión que parecía tener una determinación renovada–. Voy a subir a la habitación. A dormir. Sola.
Juliette consiguió marcharse sin que nadie se diera cuenta y regresó a la suite, cerrando la puerta con un profundo suspiro. Se había sentido tentada a bailar con Joe toda la noche, a encontrar una excusa para estar en sus brazos de nuevo. Pero aquel era el camino al dolor, porque no podían estar juntos. Ni antes ni ahora.
Si al menos su cuerpo dejara de traicionarla… resultaba muy difícil mantener las distancias cuando Joe solo tenía que mirarla para que su resistencia se derritiera. Había bajado la guardia lo suficiente para hablarle de su frustrante relación con sus padres y sus dudas respecto al futuro de su carrera. Había sido un momento de debilidad y, sin embargo, había encontrado consuelo al compartirlo tan abiertamente con él. Se había mostrado comprensivo de un modo que Juliette no había esperado.
Y luego estaba lo de la fundación contra la muerte en el parto…
No podía quitarse de la cabeza cómo había recaudado dinero para una investigación tan importante. Juliette le había juzgado mal todo aquel tiempo por no estar de luto como ella esperaba, pero Joe había hecho lo que esperaba que ayudase a otros. Eso hacía que le resultara más difícil acceder a su rabia, mantener la distancia emocional.
Pero eso no significaba que tuvieran un futuro juntos.
¿Cómo iba a ser así si no estaban enamorados, nunca lo habían estado y solo estarían juntos debido a la atracción física? Eso no era suficiente para construir un matrimonio, especialmente un matrimonio que había sufrido una tragedia como la suya. Un matrimonio que nunca hubiera existido de no haber sido por su embarazo accidental. Juliette no era el tipo de mujer que tenía muchas citas. No era sofisticada,