La llamada (de la) Nueva Era. Vicente Merlo
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En la línea teosófica, desde una nueva “revelación esotérica” que prefiero llamar “posteosófica,” se encuentra la obra que a mi entender constituye la verdadera fundamentación de la espiritualidad Nueva Era: la obra de Alice Ann Bailey, fundadora de la Escuela Arcana, de quien nos ocuparemos con más detalle. Lo mismo sucede, pero la filiación ya no es tan directa, con la obra de Rudolf Steiner, creador de la Antroposofía, a quien tendremos ocasión de estudiar algo más tarde. También en la primera parte del siglo XX, algo olvidados por Hanegraaff, pero reconocidos por Heelas, están los diversos movimientos centrados en las enseñanzas de los Maestros Ascendidos, articuladas en torno a la figura central del Conde de Sant Germain. En primer lugar el «Movimiento Yo Soy», fundado en Estados Unidos por Guy y Edna Ballard en 1930. Algunos afirman que este movimiento ha llegado de manera significativa a más de tres millones de personas. Se ha dicho que representan la difusión popular más grande de los conceptos teosóficos. En la misma línea se hallan las obras de Mark y Elizabeth Clare Prophet, con su Iglesia Universal y Triunfante. Es una nueva fase y una nueva corriente de divulgación del “esoterismo” de la Nueva Era. Recogiendo la idea de la existencia de una Fraternidad o Hermandad planetaria, compuesta por Maestros e Iniciados, sabios y santos de todas las tradiciones (idea divulgada de manera especial por Blavatsky y sistematizada por Bailey), ahora se comienza a hablar de Maestros Ascendidos y de la Ascensión como tema estelar de la Nueva Era (que pasó a ser fundamentalmente estadounidense, como antes lo había sido fundamentalmente inglesa y alemana, a través de Bailey y Steiner, respectivamente). Comienza la lluvia siempre creciente de mensajes de los Maestros Ascendidos, “canalizados” por cientos de “canales,” que crecen en número y siguen haciéndolo hasta nuestros días, entrelazados en las últimas décadas con comunicados procedentes de “extraterrestres,” especialmente de Sirio, de las Pléyades y de Arcturus.
A lo largo de todo el siglo XX, la incidencia de las distintas escuelas rosacruces forma otro de los hilos influyentes de la vertiente esotérica, en esta ocasión declaradamente “occidental” y “cristiana” o al menos “crística”. Muy influyente en un primer momento fue AMORC (Antigua y Mística Orden Rosacruz), así como la «Rosicrucian Fellowship» de Max Heindel, cuyas semejanzas con las ideas de Steiner veremos más adelante. Más recientemente, el «Lectorium Rosicrucianum» o Rosacruz de Oro, de Jan van Rijckenborg, ha pasado a un primer plano con un enfoque gnóstico peculiar.
En la estela de la cosmovisión posteosófica en la que abundaremos luego, podemos situar a una serie de autores destacados como David Spangler, George Trevelyan, Dane Rudhyar, Cyril Scott, Vicente Beltrán o Anne y Daniel Meurois Givaudan.
3.5. LAS CANALIZACIONES COMO “NUEVAS REVELACIONES”
En el campo de las “canalizaciones,” en el que nos tendremos que detener algo más, dada su importancia para la Nueva Era, destacan los nombres de Edgar Cayce (1877-1945) como precursor atípico y original y cuya influencia ha seguido creciendo; de Eva Pierrakos (1915-1979) centrada en la sanación y el crecimiento personal; de Sanaya Roman, en quien dominan también estos dos temas; de Ramala, cuyas obras fueron muy leídas en los años ochenta, y de Helen Schucman quien con su obra Un Curso de milagros se convierte en una influencia mayor desde su visión cristiana no-dualista y su énfasis en la importancia del perdón sanador. Pero, quizás los tres “canalizadores” más célebres y multitudinarios hayan sido Jane Roberts, J.Z. Knight y Lee Carroll, canalizando respectivamente a Seth, Ramtha y Kryon. Su in fluencia ha sido y sigue siendo enorme y los encontraremos en páginas posteriores.
Hay otros muchos, como Pat Rodesgast, que canaliza a Emmanuel desde comienzos de los setenta; Mary-Margaret Moore canalizando a Bhartolomew un «campo de energía amplio, viviente, sabio y compasivo» a partir de 1977; Jach Pur-sel que se hizo célebre en numerosos seminarios en los que canalizando a Lazaris ofrecía una especie de dharsan sanador; Ken Carey, de enorme éxito desde 1978-1979, o Ramon Stevens canalizando a Alexander desde 1986 (Riordan, «Channe-lling: A New Revelation?» en Lewis & Melton, 1992).
Un caso particular es el de David Spangler, aclamado por algunos como el verdadero padre de la Nueva Era, quien además de canalizar a varias Entidades, ha dado muestras de una reflexión no frecuente en la Nueva Era, destacando su relación con Findhorn y su proximidad al enfoque posteosófico de A. Bailey. Es necesario mencionar también, por su capacidad divulgadora –justamente de varios de los canalizadores–, a la actriz Shirley MacLaine (1983, 1985, 1989, 1991), quien ha popularizado muchas ideas de la Nueva Era
3.6. NUEVAS CIENCIAS Y NUEVO PARADIGMA
Otro capítulo necesario en el tratamiento de la Nueva Era, otra dimensión de ésta, si se quiere, es el relativo al Nuevo Paradigma tal como trata de elaborarse a través de las llamadas Nuevas Ciencias, especialmente Física y Biología. Destaca, en primer lugar, el “paradigma holográfico,” formulado por David Bohm y Karl Pribram y divulgado por Michael Talbot y David Peat. El Universo sería una especie de holograma, como también lo sería nuestro cerebro; de tal modo que las intuiciones herméticas que afirmaban «como arriba así es abajo, como abajo así es arriba» y las ideas místicas capaces de ver el Todo en la parte y lo Infinito en lo finito, parecen recibir una ilustra ción perceptible en la realidad del holograma, que como se sabe cumple tal principio.
En segundo lugar habría que recordar la hipótesis Gaia de James Lovelock, sobre todo en distintas reformulaciones o reinterpretaciones que ha ido sufriendo –desde la Tierra como organismo viviente hasta la noción del Logos planetario–. Otra de las ideas más célebres y acogidas con entusiasmo en la Nueva Era es la hipótesis de los campos morfogenéticos de Rupert Sheldrake, que postula la existencia de campos organizativos que operarían a través de cierta “resonancia mórfica”. Quizás menos afin con el espíritu de la Nueva Era, pero no menos influyentes en algunos de sus ambientes serían las ideas de Ilya Prigogine o Francisco Varela, con su paradigma de la auto-organización.
Puede resaltarse, en este mismo sentido, la reciente obra de Ervin Laszlo (2004), quien analiza las investigaciones más recientes en cosmología, física cuántica, biología e “investigaciones sobre la conciencia” para formular una “teoría integral de todo” basada en la hipótesis de un “campo akáshico”. Recojamos sus propias palabras: «Hemos tenido la sospecha de que el campo misterioso implícito a las correlaciones trascendentales del espacio-tiempo en el cosmos y en el conocimiento puede ser un campo de información en el propio corazón del universo. Esta sospecha se ha confirmado: el campo de punto cero del vacío cuántico no es sólo un campo energético super-denso, sino que es también un campo informativo súper-rico, la memoria holográfica del universo. Este descubrimiento recuerda al concepto de la filosofía hindú de la Crónica Akásica, el registro de todo lo que ocurre en el mundo que permanece trazado en el campo akásico. Tiene mucho sentido denominar al nuevo campo informativo del universo (re)descubierto el “campo A,” a partir de la antigua tradición del campo akásico. El campo A ocupa su lugar entre los campos fundamentales del universo, uniéndose al campo G (el campo gravitatorio), el campo EM (el campo electromagnético) y los distintos campos nucleares y cuánticos» (Laszlo, 2004:51). Veremos que la noción de los registros akáshicos resulta clave en buena parte de los investigadores esotéricos.
6. La historia del esoterismo occidental está siendo reconstruida de manera crítica y sistemática tan sólo recientemente. Véase las obras de Antoine Faivre (1986; 2002).
7. «Su sistema de creencias fundamental era una versión ocultista del evolucionismo romántico desde el principio hasta el final; y el karma se adoptó para proveer a este evolucionismo con una teoría de la causalidad “científica”» (Hanegraaff, 1998:472).