La llamada (de la) Nueva Era. Vicente Merlo

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу La llamada (de la) Nueva Era - Vicente Merlo страница 18

La llamada (de la) Nueva Era - Vicente Merlo Ensayo

Скачать книгу

largamente esperada prepararía el camino para la llegada del Mesías. El Estado de Israel, sionista y secular, daría paso a un reino que redimiría a la humanidad entera (Kepel, 1991:229).

      El descubrimiento del complot de la explanada del Templo perjudicó la “rejudaización desde arriba”. Tras los virulentos ataques de la izquierda y de los medios laicos, los militantes del Gush (unos 50.000) se replegaron temporalmente sobre la resocialización de sus miembros, adaptando técnicas rejudaizantes “desde abajo”. De cualquier modo 1974-1984 es la década del Gush.

       El judaísmo ortodoxo: Agudat Israel, Shas y el jasidismo

      Al entrar el Gush en un período de latencia, otros movimientos de rejudaización (“desde abajo”) ocuparon la escena: las sectas, asociaciones y partidos ortodoxos (jaredim). En 1990 ejercerán una influencia determinante en el Estado de Israel, controlando las coaliciones gubernamentales. Aunque el mundo jaredí viene de lejos, su resurrección a comienzos de los años ochenta es extraordinaria. Auschwitz se interpreta por la ultraortodoxia como un castigo ejemplar de todo proyecto político judío que no se inspire exclusivamente en el estricto respeto a la Torá (Kepel, 1991:241).

      Ya en 1912 se fundó una federación de grupos jaredim para unificar su discurso y su acción ante el futuro judío. Recibió el nombre de Agudat Israel y se acompañó de un «Consejo de los Grandes de la Torá». Pero será a mediados de los ochenta cuando entren triunfalmente en la escena política.

      Pero nos interesa especialmente, en este contexto, la figura del Rabí Shlita, Menahem Mendel Schneerson (1902-1994), gran maestro de los jasídicos de Lubavitch, que reivindican la herencia espiritual y carismática de Baal Shem Tov. El jasidismo HaBaD (acrónimo de los términos hebreos Hojmá, Biná, Daat: sabiduría, inteligencia, conocimiento) propio de los lubavitch se caracteriza por movilizar también el intelecto del discípulo. También profesan los lubavich una admiración sin límites por su admor (acrónimo de Adonenu, Morenu, Rabino: «Nuestro Señor, Maestro y Rabino»), cuyos consejos inspirados directamente en Dios son irrecusables. Desde 1950, el Rabí Shlita preside los destinos de los lubavitch. Reúne una educación jasídica y una educación profana (es “ingeniero eléctrico,” igual que muchos otros líderes religiosos contemporáneos). Adversario tanto del judaísmo reformado como del conservador, propugna la estricta observancia de los mitsvot (mandamientos). Se dedicó a restaurar muchas costumbres obsoletas. Los lubavich cantan constantemente su esperanza en la llegada del Mesías, repitiendo: «We want Meshiah now» («Queremos ya al Mesías»), que coronan con la palabra hebrea Mamash. Ésta significa “ahora,” pero es también el acrónimo de Menahem Mendel Schneerson, a quien no dejan de identificar con el Mesías (Kepel, 1991:257). El grupo practica una endogamia a escala planetaria (como los seguidores de Moon, también autoproclamado Mesías), una razón más para fortalecer su estatuto de comunidad emocional definida por ritos de separación respecto del resto al mundo.

      Veamos a modo de conclusión, después de las anteriores pinceladas históricas sobre los fundamentalismos en el siglo XX, especialmente en sus últimas décadas, aquellas en las que vamos a asistir también al nacimiento de la Nueva Era, algunas de las principales características de esa tendencia religiosa a dirigir la mirada hacia el pasado (Mardones, 1999; Tamayo 2005):

      Literalismo e inerrancia de los textos sagrados, considerados revelados, así como, en algunos casos, apelación a una tradición pura y originaria. Las escrituras fundantes se consideran directamente reveladas por Dios, dictadas literalmente, de modo que son infalibles, en ellas no cabe el error, hay una única interpretación, la literal, procedente de una lectura directa. Se llega al extremo de considerar que la autoridad del Texto (Biblia, Corán, Vedas) es definitiva y completa, incluyendo lo que respecta a cuestiones científicas. Este rasgo, quizás el más destacado, es lo que Tamayo caracteriza como «negativa a recurrir a la mediación hermenéutica» (Tamayo, 2005:87).

      El lenguaje simbólico, metafórico e imaginativo es suplantado por el lenguaje realista. Niegan la polisemia de los símbolos religiosos, produciendo un empobrecimiento semántico del rico mundo simbólico (Tamayo, 2005:90). Los fundamentalismos se oponen al ecumenismo y se muestran intolerantes con otras concepciones y experiencias que no coincidan con la suya.

      Suele ser una ideología religiosa que conlleva un proyecto socio-político, intentando dotar de relevancia pública a la religión (rejudeizar, recristianizar, reislamizar o rehinduizar la sociedad) –Mardones, 1999:40–. Es más, «la actitud fundamentalista se caracteriza por imponer sus creencias, incluso por la fuerza, a toda la comunidad humana en la que está implantada la religión profesada, sin distinguir entre creyentes y no creyentes. De ahí la confusión entre lo público y lo privado y la ausencia de distinción entre comunidad política y comunidad religiosa, entre ética pública y ética privada. La ética religiosa se impone a toda la comunidad como ética pública» (Tamayo, 2005:91). El fundamentalismo religioso ha desembocado con frecuencia en choques, enfrentamientos y guerras de religiones. No pocos textos fundantes del judaísmo, el cristianismo y el islam presentan a un Dios violento y sanguinario, a quien se apela para vengarse de los enemigos, declararles la guerra y decretar castigos eternos contra ellos. Es lo que René Girard ha llamado la sacralización de la violencia o violencia de lo sagrado. El Antiguo Testamento, asegura N. Lohfink, «es uno de los libros más llenos de sangre de la literatura mundial». Hasta mil son los textos que se refieren a la ira de Yahvé que se enciende, juzga como un fuego destructor, amenaza con la aniquilación y castiga con la muerte. El Alla de Muhammad, como el Yahvé de los profetas, se muestra implacable con los que no creen en él (ibid.).

      El fundamentalismo adopta una actitud hostil frente a los fenómenos socio-culturales de la modernidad que, a su juicio, socavan los fundamentos del sistema de creencias: la secularización, la teoría evolucionista, el progresismo, el diálogo con la cultura moderna y postmoderna, las opciones políticas revolucionarias de las personas y de los grupos creyentes, la emancipación de la mujer, los descubrimientos científicos, los avances en la genética, los movimientos sociales, los métodos histórico-críticos. Todos ellos son considerados enemigos de la religión y en esa medida son combatidos frontalmente (Tamayo, 2005:94).

Скачать книгу