Falsa proposición - Acercamiento peligroso. Heidi Rice

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Falsa proposición - Acercamiento peligroso - Heidi Rice Ómnibus Deseo

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eso, la confesión que debo hacerte es aún más difícil.

      ¿Confesión? Eso no le gustaba nada.

      –¿A qué te refieres?

      –Para empezar, no sabes quién soy, ¿verdad?

      No sonaba como una pregunta, pero ella respondió de todas formas:

      –Pues claro que lo sé. Eres Luke, el compañero de squash de Jack.

      «Y mi príncipe azul» hubiese añadido, pero no parecía el momento. La declaración de amor tendría que esperar hasta que se conocieran un poco mejor.

      –Ya me lo imaginaba –dijo él muy serio.

      –No te entiendo, ¿qué es lo que imaginabas?

      –Soy Luke Devereaux, el nuevo lord Berwick. Me sacaste en la lista de los solteros más cotizados del país.

      –Tú eres… ah, ya veo.

      Pero no lo veía. ¿Luke era lord Berwick?

      Habían tenido que publicar una fotografía borrosa, hecha por un paparazzi, porque era un hombre muy reservado que no quería aparecer en los medios, pero podía ver el parecido. Aun así, no podía creerlo.

      –Qué coincidencia tan extraña, ¿no?

      Debería alegrarse, pensó. El hombre de sus sueños resultaba ser el soltero más cotizado de Gran Bretaña. Pero no se sentía alegre.

      Sentía como si acabase de entrar desnuda en una habitación llena de gente. El hombre que estaba frente a ella no era un tipo normal sino un extraño. Y esa fría mirada no ayudaba nada a calmar su nerviosismo.

      –No ha sido una coincidencia –dijo Luke.

      –¿Ah, no? ¿Qué estás intentando decir?

      –Acepté la invitación de Jack esta noche porque quería conocerte. No me gustó el artículo, me ha causado muchos problemas en las últimas semanas y… –Luke hizo una pausa– tenía intención de decírtelo.

      Louisa se agarró al borde de la encimera.

      –No entiendo. ¿Por qué no me lo has dicho antes?

      Él se pasó una mano por el pelo.

      –Cuando empezaste a flirtear conmigo pensé que sabías quién era, así que te seguí el juego. Y luego… en fin, luego todo se ha complicado.

      ¿Qué estaba diciendo, que aquella noche había sido una trampa, una broma?

      –¿Por qué lo has hecho? ¿Querías reírte de mí?

      Y si era así, lo había conseguido. Se había derretido entre sus brazos, le había dicho que estaba enamorándose de él… incluso le había hablado del test Meg Ryan. Se lo había dado todo mientras él la despreciaba.

      Unas lágrimas de angustia asomaron a sus ojos, pero hizo un esfuerzo para contenerlas. No iba a darle esa satisfacción.

      –No, no ha sido así –dijo Luke.

      –¿Ah, no? ¿Y cómo ha sido entonces? Corrígeme si me equivoco, pero parece que tienes muy mala opinión de mí y de lo que hago. Estabas molesto por el artículo y, sin embargo, me has seducido.

      –Había olvidado el artículo cuando llegamos aquí.

      –¿Se supone que eso debe hacerme sentir mejor?

      –No te pongas sarcástica. Tenía razones para estar molesto contigo. Al menos, podrías haber tenido la cortesía de avisarme de la publicación del artículo o preguntarme si quería aparecer en esa absurda lista.

      No podía hablar en serio. ¿Estaba dando a entender que todo aquello era culpa suya?

      –Eso no tiene nada que ver –replicó Louisa–. Deberías haberme dicho quién eras inmediatamente. Me has engañado, esa es la verdad. Me has seducido para vengarte por un artículo que no te gustó. Es patético.

      –No, eso no es verdad. Además, habría que ver quién ha seducido a quién. No te he oído quejarte cuando te llevaba al orgasmo.

      Eso la enfureció.

      –Serás arrogante, idiota… –Louisa tomó una taza para tirársela a la cabeza, pero él hizo un quiebro y su taza de Mickey Mouse acabó haciéndose añicos contra el suelo.

      –Cálmate…

      –Vete de aquí ahora mismo –lo interrumpió ella. El momento de violencia había pasado, dejándola agotada y débil. ¿Cómo podía haber sido tan ingenua?

      –Muy bien, me iré si eso es lo que quieres –Luke salió de la cocina y tomó su chaqueta del suelo antes de abrir la puerta.

      Ella lo siguió por el pasillo, lanzando sobre él todo tipo de insultos, pero en cuanto la puerta se cerró tuvo que apoyarse en la pared. La misma pared en la que se había apoyado unos minutos antes, cuando Luke Devereaux la había hecho sentir el único orgasmo de su vida. Bueno, habían sido dos.

      Con una lágrima rodándole por el rostro, se dejó caer al suelo, enterrando la cara en las rodillas en un vano intento de esconderse de su propia estupidez.

      ¿Cómo podía haber sido tan tonta?

      ¿Cómo podía haber hecho el amor con un hombre al que ni siquiera conocía? ¿Y por qué, sabiendo que Luke Devereaux era un fraude, sentía como si le estuvieran arrancando el corazón del pecho?

      Capítulo Cinco

      El presente

      –Serás insensible, insufrible, imbécil… –estaba diciendo Louisa, sus hombros rígidos de indignación.

      Ya había derramado suficientes lágrimas por Luke Devereaux y no pensaba derramar ni una más.

      –¿De verdad crees que un orgasmo compensa por cómo me trataste?

      –Lo único que digo es que el sexo fue tan agradable para ti como para mí, así que deja de fingir que no fue así. Y no tuviste un orgasmo, si no recuerdo mal tuviste varios. Te traté bien…

      –El sexo no tiene nada que ver con la mecánica, no sé si lo sabes. Si hubiera sabido quién eras y que querías castigarme por haber publicado ese artículo, no habría ocurrido nada entre tú y yo, así que deja de felicitarte a ti mismo. Me engañaste.

      Luke soltó una risotada.

      –El sexo no era precisamente un castigo… para ninguno de los dos. Las cosas se me escaparon de las manos, lo sé, pero tú disfrutaste tanto como yo, así que no veo por qué estás tan enfadada.

      –Pues claro que no, porque tú no entiendes nada –Louisa se mordió los labios. No se le ocurría un adjetivo lo bastante hiriente.

      –Si no te hubieras metido

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