Piel de mujer. Andrea Mora Zamora

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Piel de mujer - Andrea Mora Zamora Sulayom

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normalidad.

      ¡Claro que la había visto! El evento había acaparado la TV toda la mañana.

      Mary no contestó porque no sabía cómo contestarle a mis ojos cafés que eran tan negros en ese momento.

      Creo recordar que esperé su respuesta y que cuando vi que no pudo decirme nada, seguí:

      —¿Me presta 10 rojos?

      —¿Para qué los ocupa? –preguntó.

      La ignoré. Sabía que me los prestaría.

      —El tipo de las pastillas llega a las 3 al parqueo de Derecho, ¿me acompaña? Me da miedo ir sola…

      Mary recordará que lo dije suavemente, que le quité la mirada porque no se la pude sostener más y que me prendí otro cigarro. Dirá que le dio un escalofrío.

      Dirá que olía mi miedo. Que debajo de esa máscara, del olor a tabaco y de los kiwis, a mí se me olía el miedo.

      Como a las 2:50 de la tarde, me entró la llamada.

      Estábamos sentadas a la par en aquel sillón y Mary me escuchó contestar mientras se comía un rollo de canela. Yo me fumaba el filtro.

      —Vamos –le dije cuando colgué.

      Caminamos por el Pretil y por la 24 de Abril casi sin decirnos nada. Yo no recuerdo nada de esa tarde realmente, supongo que mi cabeza lo borró, pero Mary recordará verme tocándome el vientre y respirando hondo, supondrá que lo hice para darme valor. Yo no sé.

      Ella no sabía ni qué hacer, como tampoco supo cuando le avisé que Paula me había conseguido las pastillas en la web.

      En aquel tiempo la página se llama Cytotec en Costa Rica, uno mandaba un correo y el tipo lo llamaba en menos de media hora y le llevaba “el servicio” a domicilio.

      Vendían las pastillas más comunes, esas que aún hoy, la Asociación Demográfica Costarricense sigue aconsejando como las menos invasoras y las más seguras: las misoprostol.

      Se calcula, según los últimos datos de la Asociación, que son del 2007, que el número de mujeres que usaban ese servicio hace 10 años eran 8; 8 por 365 días, 2920 mujeres al año… hace 10 años.

      Ahora, con la difusión de las denuncias en medios como La Nación, ni la Colectiva para el Derecho a Decidir ni la Demográfica saben a cuanto aumenta la cifra.

      Pero eso no le parece importar a los partidos cristianos que desde el Congreso dicen que eso no pasa aquí.

      Que eso no es real, que no a la ideología de género que nos mete abortos que no pasan y que a mis #AMisHijosLosEducoYo.

      Al llegar a Derecho caminamos directo hacia la moto.

      Eran dos tipos, una chica y un chico que nunca se quitaron el casco para no dejarnos ver sus rostros.

      Mary dirá que yo estaba tan asustada que casi podía sentirme el pulso. Que la tipa también se percató.

      —Tranquila, mi amor, no le va a pasar nada –dirá que me dijo, agarrándome el brazo con una mano decorada por unas largas uñas pintadas de verde.

      Dirá que yo asentí. Que son 65 mil colones, me dijo el tipo. Que yo tenía 7 billetes de diez mil. Que Mary todavía recuerda las 7 caras de Emma Gamboa temblando entre mis manos.

      Que si tiene cambio, preguntó mi amiga. Que no, contestó el tipo con normalidad, mientras buscaba entre los paquetitos varios que tenía debajo del asiento de la moto. Que vaya cambie a la soda, que yo la espero.

      Que si el mío era el de 4 pastillas, verdad. Que sí, que contesté yo mientras pasábamos a su lado, camino a comprar una galleta de 250 colones, con tal de cambiar un billete de 10 mil.

      Mary dirá que no podía verles los ojos, pero que sentía que la tipa nos los tenía clavados desde afuera, mientras el mae tamborileaba con los dedos sobre el volante, un poco impaciente.

      Recordará que pensó que tal vez yo le daba lástima por la forma en la que me había tocado, pero que también se preguntó qué podía llevar a una mujer a llegar a vender ese tipo de “soluciones”.

      Abortar en Costa Rica, o producir abortos, tiene una pena de 1 a 8 años de prisión, pero la Demográfica señaló en un reportaje a Elpaís.cr hace unos años, que ante la imposibilidad de demostrar que fue el Cytotec el que provocó la pérdida, la penalización es casi imposible. Solo queda el estigma social y eso se produce solo si te agarran…

      Volvimos al parqueo y esta vez el Tucán se unió a la tembladera de Emma Gamboa. Mary dice que pagué, que el tipo me dio el paquete y que yo me di vuelta dispuesta a irnos. Que la chica nos detuvo.

      —Mi amor, relájese. Revise que todo esté bien –contará que me dijo.

      Mary dirá que la tomé de las manos y que le pedí que abriera el paquete. Que yo estaba fría y pálida.

      Mi amiga asegurará que sacó las grapas del sobrecito café y que lo abrió. Que confirmó que adentro había un paquete con 4 pastillas.

      —¿Cómo es el uso? –dirá que le pregunté a la chica.

      —Está en internet –asegurará que me contestó ella.

      El uso recomendado es tomarse dos pastillas e introducirse vía vaginal las otras dos. Para eso era mejor usar un poco de agua para mojarlas y que pasen más rápido. Luego la mujer debe quedarse una hora con las piernas levantadas para que las pastillas no se caigan y luego, como una hora o dos después, empezarán las contracciones que durarán, que duraron, como un mes hasta que todo “el producto” salió por completo.

      No es una técnica recomendable para más de 12 semanas de gestación ni menos de 4; yo tenía 2 cuando me di cuenta de mi estado y las dos semanas que tuve que esperar para la intervención fueron las peores de mi vida.

      —¿Estamos? –contará mi amiga que preguntó el tipo, subiéndose a la moto de nuevo.

      —Estamos –dirá Mary que contesté yo con la voz seca– Pura vida.

      —Suerte, mi amor –dirán que me dijo la tipa subiéndose al asiento del bimotor.

      Aceleraron y se fueron.

      Lo único que sabemos de ellos es que responden a un correo con el alias de mikeporras2010 y que aunque ya hay varias denuncias sobre el tema, ahora venden pastillas hasta en Facebook.

      Nunca sabremos si son los que hacen fila frente a nosotros en el súper o en la parada del bus…

      Mary dice que caminé despacio hasta Económicas. Que me escuchaba pedir perdón mientras me aferraba al vientre y aseguraba que la próxima vez, si es que la habría, sería la mejor madre del mundo.

      Pero dirá que yo no lloraba. Que estaba completamente segura de lo que iba a hacer.

      Y que aún lo estoy.

      Entramos al Consejo Superior Estudiantil y Luisa y Chus estaban idos en discutir si la FEUCR había gastado bien o mal la plata

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