La noche del dragón. Julie Kagawa

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La noche del dragón - Julie Kagawa La sombra del zorro

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me debes un duelo cuando esto termine.

      —No lo he olvidado —dijo Tatsumi en voz baja, mientras el brillo desaparecía de sus ojos—. Aunque no sé si estás seguro de querer luchar con un demonio. Hakaimono no es conocido por seguir las reglas.

      —No hay reglas en la batalla, Kage-san —respondió Daisuke-san con calma—. Las reglas sólo sirven para limitar el potencial de los espadachines. Cuando peleemos, por favor, ven a mí con todo lo que tengas.

      —¿Todos están bien? —preguntó Reika ojou-san, dando un paso adelante con Chu a su lado. El pelaje del perro se erizó y sus ojos se mantuvieron férreos mientras miraba los cuerpos dispersos en el piso de la cueva—. Tenemos cosas más importantes por discutir que estos absurdos duelos de honor. Yumeko, hay sangre en tu cara. ¿Estás herida?

      Tatsumi se volvió rápidamente hacia mí y su mirada se encontró con la mía mientras llevaba una mano a mi mejilla. Sentí una humedad pegajosa contra mi piel.

      —No —dije y vi el alivio en él—. No es mía. Yo estoy bien. ¿Los demás están bien?

      —Creo que todos estamos bien. Aunque algo me golpeó en la cabeza con bastante fuerza —Okame-san se levantó, frotándose la parte posterior de su cráneo. Dio un paso adelante, hizo una mueca y volvió a caer de rodillas—. Ite. De acuerdo, tal vez con un poco más de fuerza de lo que pensaba. ¿Por qué está girando el piso?

      Daisuke-san se adelantó de inmediato, con la preocupación recorriendo sus rasgos, y se arrodilló a su lado. Sus largos dedos rozaron el costado del rostro del ronin y giró con suavidad su cabeza hacia un lado para revelar un desorden de sangre y cabello en la base de su cráneo. Okame-san hizo una mueca y cerró los ojos. La preocupación de Daisuke-san se convirtió en alarma.

      —Reika-san —dijo, y la doncella del santuario de inmediato dio un paso adelante y se agachó para mirar la cabeza del ronin.

      Mi estómago se agitó cuando Reika pinchó y examinó la herida, haciendo que Okame-san silbara y gruñera por lo bajo, pero después de unos momentos ella se enderezó con un suspiro.

      —Nada que ponga en riesgo su vida —dijo mientras dejaba escapar una exhalación de alivio—. Has perdido mucha sangre, pero parece que te golpearon con el extremo romo de un arma en lugar del filo. No estoy segura de cómo sucedió esto, pero deberá sanar en unos cuantos días. Puedes estar agradecido de que tu cabeza sea más dura que los muros de un palacio.

      —Yokatta —suspiró Daisuke-san, expresando su alivio también, y le dedicó al ronin una leve sonrisa—. Todavía no puedes morir, Okame-san —dijo—. Sobre todo, no tras un ataque por la espalda tan deshonroso y cobarde. ¿Cómo se supone que enfrentaremos ese glorioso abatimiento juntos si encuentras la muerte antes de la batalla final?

      —Oh, no te preocupes, pavorreal —Okame-san presionó un paño contra la parte posterior de su cabeza e hizo una mueca—. Se necesitará más que esto para hacerme a un lado. Hasta ahora, he sobrevivido a un enjambre de gaki, de ser comido por un ciempiés gigante, a un oni que derrumbó una torre sobre mi cabeza y de otro intento de asesinato. Estoy empezando a pensar que el mismo Tamafuku me está cuidando —hizo una mueca y observó las formas inmóviles de los shinobi en el fuego fatuo parpadeante—. Sin embargo, ésta estuvo cerca. Bastardos furtivos. ¿Salieron directo de las paredes?

      —Tuvieron suerte —habló Tatsumi. Su rostro se mantuvo sombrío mientras observaba los cuerpos de los antiguos miembros de su clan—. Un ataque como éste está destinado a tomar a los objetivos por sorpresa y terminar en segundos.

      —Así habría sido —dijo Reika ojou-san—, si no fuera por Yumeko. Gracias a los kami que el Clan de la Sombra no esperaba enfrentar a una kitsune.

      Me estremecí al mirar los cuerpos en el suelo.

      —Supongo que el noble Iesada todavía está tratando de deshacerse de nosotros —dije, sintiendo una gran ira hacia el noble Kage. Ya había enviado asesinos detrás de nosotros antes, cuando íbamos de camino al Templo de la Pluma de Acero. El mentor de Reika ojou-san, Maestro Jiro, había muerto en la emboscada, y yo todavía no había perdonado al arrogante noble Kage por eso. Si alguna vez nos volvíamos a encontrar, él conocería la ira de una kitsune.

      Tatsumi ladeó la cabeza y frunció el ceño.

      —¿El noble Iesada? —preguntó.

      —Sí, ese bastardo ya había intentado este truco antes —resopló Okame-san—. Uno pensaría que ya habría aprendido algo, después de que acabamos con sus hombres.

      Pero Tatsumi sacudió la cabeza

      —Éste no fue un ataque del noble Iesada —nos dijo—. La dama Hanshou lo ordenó.

      —¿Hanshou-sama? —parpadeé hacia él—. ¿Pero por qué? Ella nos pidió que te encontráramos. Dijo que quería que te salváramos de Hakaimono.

      —Y lo hicieron —Tatsumi asintió con la cabeza—. Su misión fue exitosa… en su mayor parte. A sus ojos, su utilidad ha terminado. Ahora saben demasiado sobre el Clan de la Sombra. Se han convertido en un lastre para los Kage y para su propia posición.

      —Entonces, ¿nos matará?

      —Para evitar que ese conocimiento sea difundido, sí —Tatsumi asintió sombríamente—. No dejes que sus promesas te engañen. La dama Hanshou siempre ha sido despiadada, está dispuesta a hacer lo que sea necesario para mantener su posición. Ella sabe que ustedes se encuentran tras el pergamino del Dragón. Ésa es razón suficiente para matarlos a todos.

      —No hablas muy bien de tu daimyo, Kage-san —dijo Daisuke-san, aunque sonaba como si no estuviera seguro de si debía sentirse ofendido por ello o no—. Tal conversación se consideraría una traición entre los Taiyo.

      Una esquina de la boca de Tatsumi se torció.

      —La dama Hanshou y yo tenemos una larga historia —sus ojos parpadearon como llamas de velas rojas, y supe que era su lado de demonio el que hablaba—. Sé cosas sobre ella que esconde incluso de su propio clan, secretos que oculta de todos. Si el Clan de la Sombra se enterara de todas las atrocidades que ella ha cometido, no habría vivido tanto tiempo como lo ha hecho.

      Tragué saliva, evitando deliberadamente mirar los cuerpos esparcidos por la cueva, mientras su sangre se arrastraba lentamente por la tierra.

      —Entonces, ¿qué hacemos ahora?

      —Continuar moviéndonos —Tatsumi enfundó a Kamigoroshi, y la deslumbrante luz púrpura de la espada se apagó—. Seguir corriendo. Intentar estar un paso por delante de ellos. Y nunca bajar la guardia, sobre todo durante las noches. Éste no será el último ataque. La dama Hanshou sabe dónde y cuándo se convocará al Dragón. Ella sabrá que estamos en camino a la isla de Ushima en este momento —sus labios se curvaron en una sonrisa sombría que hizo que mi estómago se revolviera—. Con la noche del Deseo tan cerca, estará desesperada por obtener el pergamino. Supongo que tendremos que lidiar con el Clan de la Sombra durante todo el camino hasta la isla sagrada.

      07 El sufijo -chan es diminutivo y suele emplearse para referirse a chicas adolescentes o a niños pequeños, pero también para expresar cariño o una cercanía especial.

      4

      ALDEA DE MALDICIONES

      TATSUMI

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