Amigo o marido. Kim Lawrence
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Tess enderezó la espalda en actitud defensiva.
–¿Qué hay de él?
–¿No tiene ninguna influencia? Imagino que Chloe sabrá quién…
–Por supuesto que lo sabe.
–¿Le ha dado apoyo económico?
–El padre ya no está.
–Podrías ponerte en contacto con él y preguntarle…
–Está muerto –lo interrumpió Tess con aspereza–. Murió antes de que Ben naciera. Chloe va a casarse, por eso siente que ha llegado el momento de recuperar a Ben.
–¿Quién es el afortunado?
–Ian Osborne.
Rafe arrugó la frente.
–Me suena. ¿Ian Osborne el actor? –Rafe movió la cabeza.
–Tiene su propia serie…
Rafe asintió.
–El culebrón de médicos y enfermeras. Supongo que ha sido una astuta maniobra de Chloe para promocionarse en su profesión, más que amor verdadero.
–La verdad es que está colada por él –le dijo Tess con pesimismo. A juzgar por su conversación telefónica, Tess tenía la impresión de que Ian Osborne tenía mucho que ver en el cambio de opinión de Chloe–. No sé cómo puedes ser tan mal pensado, Rafe.
–Es mejor que hacerse la víctima.
–¡Yo no me estoy…!
Rafe se alegró al ver la chispa de enojo en los ojos de Tess; el enfado era mucho mejor que la desesperación.
–Da igual –la interrumpió–. Podrías convencer a ese tal Osborne de que no le conviene tener a un niño por medio.
Tess lo miró fijamente. Solo Rafe podía concebir una idea como aquella y hacer que pareciera razonable.
–No quiero conocer los maquiavélicos planes que urde tu mente retorcida. Necesito hacer lo que es mejor para Ben –replicó con firmeza, intentando parecer más valiente de lo que se sentía–, lo que debería haber estado haciendo desde un principio, preparar a Ben para que vaya a vivir con su madre.
Si el desenlace era inevitable, tenía que dejar a un lado sus sentimientos y hacer que la transición fuera lo menos dolorosa posible. Y si Chloe y el tal Ian hacían desgraciado a Ben, les haría desear no haber nacido nunca.
–No puedes preparar a un niño para perder a la única madre que ha conocido –Rafe tenía los ojos entornados cuando Tess desvió la mirada–. Lo que necesitamos es inspiración. Mientras tanto, ¿te apetece un café?
–No quiero café.
–Lo necesitas, estás borracha.
Tess abrió la boca para negarlo cuando se le ocurrió pensar que Rafe podía tener razón. De no estar bebida, no habrían tenido aquella conversación, ni la camisa de Rafe estaría bañada en lágrimas.
–No te muevas, yo lo prepararé.
Tess, que no había tenido intención de ofrecerse, permaneció en la mecedora. De no sentirse tan exhausta, le habría preguntado a Rafe desde cuándo había hecho de su problema una cruzada. Ella ya conocía la razón, por supuesto, aunque él ni siquiera fuera consciente de ella. El paralelismo era tenue, pero entendía que estuviera tan indignado.
Rafe había adorado a su madre, todavía la adoraba. Las razones por las que Natalie había huido y abandonado a sus dos hijos eran diversas y numerosas dependiendo de qué habitante de la aldea contara la historia… Todos tenían su propia teoría.
Decir que la relación de Rafe con su madrastra había sido mala era como decir que él era moderadamente alto y moderadamente atractivo. Un niño de siete años no tenía las armas necesarias para impedir que una mujer astuta y manipuladora lo apartara de su padre. En la actualidad, a Rafe no le faltaban armas, ni tenía demasiados escrúpulos para no usarlas. En resumen, Rafe podía ser bastante despiadado. Quizá fuera eso lo que requería la situación… Tess desechó con firmeza la tentadora idea de dejar las manos libres a Rafe.
Varios minutos después, Rafe regresó con dos tazas de café solo.
–¿Quieres azúcar? No me acordaba…
La figura menuda de la mecedora se movió en sueños, pero no se despertó.
Capítulo 3
CON UN GEMIDO, Tess volvió a dejarse caer sobre la almohada. Tenía la cabeza a punto de estallar.
–Ese licor debería llevar una advertencia en la etiqueta –la reacción solidaria de Rafe a su visible incomodidad procedía de un punto no muy lejano a su izquierda.
Si no hubiera sentido tan frágil la cabeza, Tess abría asentido con pesar.
–Como lo vuelva a ver… –con una exclamación confusa abrió de golpe sus pesados párpados… De hecho, en su cabeza sonó como un sonoro y doloroso ¡paf!
Unos ojos oscuros le sonreían. La confusión de Tess se intensificó y el ruido de su cabeza se hizo insoportable.
–Estás en mi cama.
Tess intentó dar la impresión de que tener a un hombre increíblemente atractivo en su cama no era ninguna novedad, pero fracasó estrepitosamente al no transmitir el debido grado de despreocupación. Sus pensamientos maníacos seguían dando vueltas sin proporcionarle la menor pista que explicara aquella extraña situación.
–Sobre tu cama –la corrigió Rafe con pedantería mientras se ponía de costado.
¿Cambiaba algo la situación? ¡Tess esperaba que sí! Una rápida mirada bajo el cómodo edredón confirmó que seguía llevando la vestimenta de cama menos glamourosa de su insípido ropero. Tess no se sentía en absoluto cómoda, pero se aferró a aquella migaja de consuelo. Y Rafe también estaba vestido. Eso debía ser una buena señal, ¿no?
¿Una señal de qué?, preguntó una voz satírica en su cabeza. Rafe nunca había reflejado ni el más remoto interés por su cuerpo de mujer. ¿Y por qué iba a hacerlo, cuando sentía debilidad por las féminas esculturales? Su amante casada sería, sin duda, una más de la larga lista de diosas rubias.
Pero la idea de que Rafe no se hubiera visto arrastrado por el deseo, en lugar de tranquilizarla, la desanimó. ¿Desde cuándo se alegraba una mujer de saber que no tenía atractivo sexual?
Los terribles acontecimientos del día anterior, sin embargo, no parecían tan difusos. Chloe y su prometido iban a presentarse allí para llevar a Ben al zoo. Incluso Chloe había comprendido, después de varios razonamientos sensatos, que no podía llevarse a su hijo sin prepararlo.
Descubrir que había hecho algo con Rafe que sin duda lamentaría podría confirmar que era irresistible