Hola Guille. Gloria Candioti

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Hola Guille - Gloria Candioti Zona Límite

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que no fue hace tanto tiempo, dos o tres semanas, ¿no? Mejor bajar la ansiedad y dedicarse al estudio. Vayan más despacio, date y dale tiempo.

      Paula disfrutaba de las charlas con su abuela, con ella podía hablar directamente de todo: ella no se escandalizaba.

      —¡¿Podés apagar ese aparato?, me pone enferma ese ruidito! –la asustó su abuela.

      Pero cuando quiso silenciarlo, vio un mensaje directo de Instagram que le puso los pelos de punta.

      A Paula le dio bronca que Ídolo volviera a molestar y también miedo de que la llamara “Yamila”. Era como esas películas en las que algo del pasado, que se quiere olvidar, reaparece.

      Al día siguiente, Guille comentó con sus amigos sus sospechas de que Ídolo fuera uno de los compañeros del aula. También podía ser el novio de una de las chicas, que eran chusmas y podían darles datos a sus novios de quinto.

      La rivalidad entre los dos cursos se había gestado en los partidos del torneo intercolegial. Al equipo de Guille era difícil ganarle y los otros, se enfurecían. No sería raro que se vengaran con bardeos en las redes.

      “Marina mejilla morada. Javier te pegó otra vez”, esa parte del mensaje había taladrado a Guille buena parte de la noche. Con Javier eran compañeros de equipo. Javier era descontrolado y violento en los partidos, pero pegarle a la novia era otro tema.

      Lo esperó en el recreo. Se sentaron en un banco solitario del patio.

      —¿Viste el tuit de Ídolo?

      —Un imbécil.

      —Lo que dijo de Marina, ¿es cierto? Tiene un moretón. Quiero saber si vos se lo hiciste.

      Guille era directo y sabía que la violencia no era algo que se pudiera tolerar de nadie.

      Javier se incomodó con la pregunta.

      —No, ¡qué pensás, boludo! Yo no hago eso –se defendió rápido Javier.

      —Lore y Palo dicen que sí –Guille insistía mirándolo directo a los ojos. Javier buscaba algo en su mochila.

      —¡Esas no pueden hablar de nadie! Además qué te metés, Guille. No es tu tema.

      A Javier esa mirada de “yo sé que es verdad” que ponía Guille cuando estaba seguro de algo, lo sacó.

      —Mirá, imbécil, lo que pase entre Marina y yo es un asunto nuestro. Para que te quedes tranquilo, no le pegué a propósito. Fue cuando estábamos teniendo relaciones. Vos de estas cosas no entendés. ¿O ya hiciste algo con Paulita?

      Guille no le respondió, intentaba encontrar la verdad en sus ojos, no le creía esa versión.

      —Javi, si le estás pegando, cortala, en serio cortala o te voy a denunciar. Solo los cagones les pegan a las chicas –le dijo Guille con fuerza y decisión en la amenaza.

      —¿No me escuchaste vos? Te dije que fue cuando…

      —No te creo. Ojo, cuidate.

      Guille se levantó y volvió al aula. Javier siguió sentado en el banco. La furia lo carcomía. Seguro que la “forrita” de Marina le había contado a Guille. Cuando salieran del cole la iba a encarar.

      Durante la mañana, Guille y los demás estuvieron atentos a los posteos de Ídolo. Los mensajes de WhatsApp corrían en los celulares, mientras los ojos se deslizaban de los profesores a las pantallas.

      Guille recibió un mensaje:

      Guille lo buscó con la mirada. Ezequiel estaba sentado en la última fila. Miraba su celular y cada tanto levantaba la vista para prestar atención a la profesora. Guille no recordaba haberle dado su contacto.

      Al final del día, Paula lo esperaba en la vereda. Guille se retrasó buscando a Ezequiel que había desaparecido ni bien sonó el timbre de salida sin responder el último mensaje.

      Paula desató su indignación ante la posibilidad de que se volvieran a correr sus fotos truchadas.

      —No apareció otra vez. Vemos qué hacemos cuando pase. Tranquila.

      —Ese desgraciado capaz que lo hace –dijo Paula a punto de llorar.

      Ella intentaba estar mejor, y ese idiota le quería arruinar todo el esfuerzo que estaba haciendo. Había que averiguar quién era.

      Guille también quería saber, trataba de calmarla justo cuando recibieron una notificación. Lo que temían: la foto de Paula, en las redes. Y el muy desgraciado había usado todas las posibles. En Instagram apareció una foto de Paula y Guille caminado con un emoji de un perrito superpuesto sobre la espalda de él.

      Guille no soportaba que Ídolo se metiera en sus vidas. Tenía que encontrar al idiota y pararlo. Y encima tenía que contener a Paula.

      Paula lloraba de indignación en el sillón de su casa. Adriana, en la cocina, ajena a todo, preparaba el almuerzo. Roberto llegaría en un rato y a su marido no le gustaba esperar.

      Guille trataba de calmar a Paula.

      —Se mete con todos, Pau, no es con vos.

      —Los demás no me importan nada.

      Ese comentario era típico de Paula, le importaba solo lo que la perjudicaba a ella. Guille no estaba seguro de que Paula madurara alguna vez.

      —De vos nadie se va a burlar. De mí sí. Van a empezar otra vez. Y yo estoy harta. ¡Es un colegio de mierda!

      Roberto llegó. Saludó a los dos. Se dio cuenta de que su hija estaba mal. “Otra vez”, pensó. “A esta chica nada le viene bien”.

      —¿Ahora qué pasó? –preguntó con fastidio.

      Guille le contó que había alguien que estaba bardeando por las redes, que había puesto la foto truchada de Paula y de otros y que querían averiguar quién era.

      —¿¡Por qué no se dejan de joder y se ponen a estudiar!? –exclamó Roberto y se fue para la cocina.

      Adriana no le había comentado nada de todo esto. Y ellos que pensaban que las cosas se habían tranquilizado. Estos chicos no tenían paz y no dejaban en paz a los padres. Roberto siguió protestando en voz alta con su

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