Maternidades en tiempos de des(e)obediencias. Graciela Beatriz Reid

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Maternidades en tiempos de des(e)obediencias - Graciela Beatriz Reid страница 7

Maternidades en tiempos de des(e)obediencias - Graciela Beatriz Reid Conjunciones

Скачать книгу

analizar modos de subjetivación sociohistóricos con categorías que nos permitan elucidar críticamente la construcción de la diferencia y cómo la misma se convierte en desigualdad (Fernández, 2017). Pensarla no solo en la vertiente filosófica, sino desde el estatuto de la diferencia sexual en psicoanálisis, a la luz de la ruptura del ordenamiento patriarcal heteronormado del binarismo sexual jerárquico: masculinidades/feminidades; paternidades/maternidades; funciones paternas/funciones maternas, que participan de los dispositivos biopolíticos de poder y tienen implicancias clínicas, políticas y éticas (Fernández, 2017) corriendo aún más el margen teórico para pensar las problemáticas actuales.

      De esta manera, la definición de género que propone Joan Scott en su artículo “El género: una categoría útil para el análisis histórico” compilado por Lamas (1996, pp. 265-302) complejiza las relaciones entre sexo y género, ya que entiende el género como un concepto muy amplio, que incluye al sexo como parte de lo que es cultural y socialmente construido. De hecho, ella reconoce explícitamente su deuda con Foucault, al tomar especialmente los conceptos de saber y poder para definir la categoría en cuestión.

      Sin embargo, la teórica más renombrada en lo que respecta a esta redefinición foucaultiana del concepto de género es, sin duda, la californiana Judith Butler. Como aparece, de hecho, en el título de su primera gran obra, El género en disputa (1999), ella aporta una mirada crítica y compleja acerca de este concepto. La autora rechaza la dicotomía entre naturaleza y cultura que está en la base de la categoría de género, tal como se la entendía desde las teorizaciones de los sistemas de sexo-género. Según Butler “el género debe también designar el mismo aparato de producción por medio del cual se establecen los sexos” (p. 55). De esta manera, cuando se habla de relaciones desiguales de género, hay que tener en cuenta que la dominación alcanza no solo a las representaciones y prácticas que clásicamente fueron entendidas como culturales, sino también a las vivencias del cuerpo y de la sexualidad. Sin borrar o negar los condicionamientos y posibilidades biológicas, incorporar una perspectiva social, histórica y política que cuestione y desnaturalice la diferencia sexual que conserva la heterosexualidad obligatoria y de dominio dentro del sistema binario, dentro del dispositivo de la sexualidad que desarrolla Foucault. Butler va más allá, al entender el sexo y el género como normativos y construidos en un entramado discursivo de poder y saber en dónde anida la resistencia a las relaciones establecida y, por lo tanto, positiviza la posibilidad de cambio al interior de las mismas.

      A los fines de nuestro trabajo es de gran importancia la distinción entre naturaleza y cultura en la constitución psicosexual y la subjetivación de los géneros, pues abre la posibilidad de pensar política y analíticamente la relación que tienen las mujeres con su cuerpo: las representaciones (propias y ajenas), los cuidados y las intervenciones que se llevan a cabo sobre él. Una investigación acerca de los ejercicios actuales de la maternidad no puede deslindarse de una conceptualización afinada del cuerpo y la constitución de las subjetividades femeninas actuales que los estudios de género nos aportan junto a los desarrollos psicoanalíticos actualizados.

      Tres modelos de subjetivación de género femenino: tradicional, transicional e innovador

      Los aportes de la relación entre el psicoanálisis y los estudios de género abordan los distintos modos de constitución de la subjetividad y del sujeto psíquico en las feminidades y masculinidades. En esta línea, Burin (1998) y Meler (1994, 1998), desarrollan tres modelos de subjetivación de género femenino: 1) el modelo tradicional, 2) el modelo transicional y 3) el modelo innovador. Tajer (2009) retoma y amplía estos conceptos con los siguientes criterios: modalidad del despliegue pulsional, estructuración del narcisismo, desarrollo del yo y modalidad de la construcción de la representación psíquica del cuerpo, que conforman los pilares para el análisis y la fundamentación del trabajo clínico que se desarrolla en este libro.

      1) El modelo tradicional de subjetivación de género femenino. Se aplica a aquellas mujeres que desarrollaron sus vidas según los requerimientos de las necesidades del modelo de producción capitalista de la modernidad. Este se fundamenta en el mantenimiento de la división sexual del trabajo, que otorga a las mujeres el espacio doméstico con el fin de que el sistema productivo se sostenga. Desde este modelo se resaltan los valores de la maternidad y la conyugalidad, que conforman áreas vitales de desarrollo para estas mujeres, donde los pactos entre pares no incluyen el desempeño laboral o profesional para ellas, creando una relación asimétrica de roles y poderes. Del lado de los varones, los roles principales a cumplir son los de proveedores económicos y guardianes del capital simbólico de los hogares (Tajer, 2009, pp. 48-49). Esta representación de la feminidad tradicional no implica que todas las mujeres estuviesen fuera del campo laboral durante la Modernidad, sino que “ha sido una representación hegemónica con fuerte impacto en la conformación del ideal de estas mujeres” (Tajer, 2009, p. 50); ideales que en muchas aún hoy mantienen la fuerza de su gesta subalterizante.

      Con respecto a las modalidades de circulación libidinal, es importante tener en cuenta que en el psiquismo de las mujeres, desde la temprana infancia, se inscriben mandatos ligados a una posición de sometimiento en las relaciones de poder, que determinan privilegios para los varones –en la posición de amos– y que atribuyen a las mujeres una posición particular en la manera de desarrollar los deseos y la afectividad, tanto en el despliegue de lo erótico-amoroso como en el manejo de la hostilidad. El fin de la pulsión hostil cae bajo la represión o se vuelve contra sí misma. Estos fines pulsionales son producto de la socialización de género, cuya consecuencia es el costo de la dificultad en la diferenciación “yo-no yo”, que les complejiza la expresión de los sentimientos de rivalidad y hostilidad. Ante esta dificultad de diferenciación, sostienen vínculos de apego y dependencia. Reactivamente, esa moción “diferencial” se vuelve contra sí mismas (constitución del masoquismo) y las deja en un límite tal que las lleva muchas veces a estallar (Tajer, 2009, pp. 50-51). En el plano erótico, suelen reprimir el despliegue de la sensualidad, dado que está mal visto que una “buena mujer” exhiba todas sus “armas” de seducción. Estas modalidades desarrollan síntomas neuróticos que producen, vía la transformación del erotismo en ternura, una particular

Скачать книгу