El físico y el filósofo. Jimena Canales

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El físico y el filósofo - Jimena Canales

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Tenía a su lado un grupo de «bailarines de ballet» que enviaba a «comer la oreja del público» y promover sus teorías69. Pero tampoco puede decirse que Bergson estuviera precisamente solo.

      Ambos tenían aliados y enemigos en comités profesionales, determinando quién se haría con codiciadas vacantes académicas y abriendo o cerrando puertas a profesionales que respaldaban uno u otro bando. Publicaron libros, artículos, manifiestos y renombrados periódicos de gran formato para defender o atacar a uno de los dos hombres. Para salir del punto muerto en que se encontraba el debate, se idearon sistemas filosóficos enteros.

      Las repercusiones de su confrontación se expandieron por todo el globo. El viaje de Einstein a París fue solo uno de los tantos que emprendió durante esos años: Chicago, Washington, Londres, Río de Janeiro, Japón, España y Jerusalén fueron algunas de sus destinos70. Bergson también recorrió todo el mundo, pero por razones bien diferentes. Las reputaciones volaron todavía más deprisa. Los libros, artículos, conferencias, noticias y cartas sobre ellos se desplazaron más deprisa y más lejos que los hombres en sí. El teléfono, el telégrafo, la radio y el cine (y después hasta la televisión, en el caso de Einstein) transmitieron textos, imágenes y voces promoviendo su obra y, a veces, mencionando el debate.

      Tres años después de su encuentro, un científico y célebre escritor sobre ciencia de Barcelona dijo que esperaba que sus lectores fueran «conocedores de las objeciones de Bergson» a Einstein y de la ocasión concreta en que el filósofo había desatado «toda su ira»71. En España, el filósofo José Ortega y Gasset y el escritor y político Ramiro Ledesma Ramos escribieron sobre los dos personajes. En Latinoamérica, Alfonso Reyes, un joven intelectual mexicano encargado de nacionalizar el sector petrolero de su país, explicó esto en sus notas sobre Einstein: «Un día habrá que reconciliar el tiempo de la física, el tiempo de la psicología y el concepto de “duración real” de Bergson, dado que por ahora se ha dejado aparcado»72. En verano de 1947, en la Maison Franco-Japonaise de Japón, el físico Satosi Watanabe dio una charla ahondando en las conexiones entre la obra de Bergson y la mecánica cuántica73. Aludiendo a menudo a los propios protagonistas, hubo pensadores de Europa central a África Septentrional, pasando por Oriente Próximo, que abordaron uno de los «temas principales» del siglo: que el «tiempo vivido que experimentan es diferente del tiempo medido por un reloj»74.

      El debate entre ambos pronto se subsumió en discusiones más amplias sobre el auge del fascismo en Europa y sobre el papel que deberían desempeñar la filosofía y la ciencia en las sociedades tecnológicas. Los pensadores rescataban constantemente el debate en discusiones de alto voltaje entre intelectuales que trabajaban bajo el paraguas del nuevo régimen nacionalsocialista y aquellos que tuvieron que emigrar. En todos estos contextos, durante las décadas comprendidas entre la Belle Époque y la Guerra Fría, las interpretaciones cambiaron de manera tan radical como el propio mundo.

      La filosofía de Bergson apelaba al corazón, no solo a la mente. Por tanto, aspiraba a ser más exhaustiva que el conocimiento científico. Más allá del corazón y la mente, hablaba a las manos, los ojos y los oídos, inspirando a numerosos artistas. En cuanto fue tecnológicamente viable, se registraron sus textos en LP y CD. Su filosofía abarcaba mucho, desde la ética a la estética. Revertía los excesos de un racionalismo frío y calculador asociado con el universo mecanicista de René Descartes y las rígidas jerarquías del conocimiento descritas por Auguste Comte. Su filosofía era un antídoto contra la comprensión matemática y estática del universo, cuya rigidez era objeto común de desprecio, asociada como estaba al racionalismo vacío y los excesos violentos de la Revolución francesa. Corregía el optimismo ingenuo de algunos representantes de la Ilustración, como el marqués de Condorcet (que, irónicamente, decidió suicidarse después de redactar un tratado sobre el progreso) y Jean-Jacques Rousseau, cuyas ilustres descripciones de los «buenos salvajes» simplemente no concordaban con las reyertas imperiales en los albores del siglo XX. Era tan profunda como la religión, aunque liberada del control de una Iglesia frecuentemente reaccionaria, antimoderna y cada vez más distanciada del mundo. Representaba una nueva espiritualidad basada en unos principios éticos nuevos y no dogmáticos. En vez de ofrecer una filosofía que negaba la existencia de Dios, proporcionaba una en que apenas se mencionaba a Cristo (y cuando se le nombraba, era en compañía de otras figuras religiosas). Notoriamente aconfesional, fue adoptada en gran medida por ciudadanos que seguían siendo bautizados, confirmados, unidos en matrimonio y enterrados por párrocos; por ciudadanos que iban a misa los domingos y que ayunaban durante la Cuaresma, pero que preferían leer a Bergson en vez de la Biblia.

      En todo lo que ofrecía no solo había explicaciones útiles sobre la naturaleza del tiempo, sino tratados íntegros consagrados a las preocupaciones más imperiosas de los representantes de carne y hueso del nuevo siglo, asuntos que eludían la fría lógica de la ciencia y el estéril academicismo filosófico de las universidades. Bergson era el filósofo por antonomasia de los recuerdos, los sueños y el humor75.

      EL ASCENSO Y LA CAÍDA

      Pero si fue tan sumamente famoso, ¿por qué Bergson es mucho menos conocido actualmente? La entrada de «Tiempo» en la Stanford Encyclopedia of Philosophy (2010) ni siquiera le menciona. Muchas veces, los expertos interesados en este tema recurren a autores menos controvertidos, como John McTaggart, que fueron mucho menos importantes durante esos años76.

      ¿Cómo se pudo borrar de la historia una figura que había sido tan prominente? La muerte de Bergson el 3 de enero de 1941 fue en particular sobrecogedora porque el mundo ya le había dado por muerto77. El debate con Einstein precipitó su vertiginosa caída. El filósofo había alcanzado la cúspide de su popularidad cuando tenía casi cincuenta años. Pero esta popularidad le abandonó tan pronto como le había llegado. Einstein, en cambio, siguió siendo un perfecto desconocido para el gran público hasta que llegó a la cuarentena, pero pudo conservar su condición de icono hasta después de morir.

      La controversia afectó a la percepción y al recuerdo de ambos hombres. Einstein solía retratarse como una figura inquebrantable que luchó contra la intuición y que albergaba opiniones muy sólidas acerca del poder de la ciencia como medio privilegiado para averiguar la verdad sobre el mundo. En parte, el desarrollo y el resultado de su debate con Bergson nos suelen llevar a pensar que la teoría de la relatividad fue probada empíricamente de forma irrefutable: «Los experimentos han fallado a favor de la concepción de Einstein», explicó Hans Reichenbach, uno de los defensores más acérrimos de Einstein y, hemos de recordar, un enemigo declarado de Bergson78. A la luz de la relación personal de Reichenbach con Einstein y el concepto negativo que tenía de Bergson, podemos ver lo tendenciosa que era su formulación.

      La primera vez que Einstein desarrolló su teoría en 1905 fue criticado a menudo por carecer de pruebas empíricas. Einstein continuó esmerándose mucho en ella, desarrollando una teoría más sólida, conocida como la teoría general79. Explicó con mayor claridad algunas de sus hipótesis previas, como las relativas a «la constancia de la velocidad de la luz» (aproximadamente 300.000 km/s) y a la velocidad «infinitamente grande», dos premisas que parecían contradecirse. Luego reclasificó su obra anterior como parte de la teoría «especial», que —para gran sorpresa suya— seguía siendo completamente válida con el nuevo marco de referencia. La teoría más «general» ensanchó su radio de acción, sus aplicaciones y la cantidad de comprobaciones experimentales.

      El número de experimentos que han demostrado sin asomo de duda la validez de la teoría de Einstein se han ido multiplicando. En 1972 se produjo una confirmación aplastante de la teoría: los científicos hicieron dar la vuelta al mundo a un reloj atómico en dirección este y lo compararon con otro transportado en dirección oeste. El primero perdió cincuenta y nueve nanosegundos, mientras que el otro ganó doscientos setenta y tres80. Otros experimentos con muones de rayos cósmicos (partículas que penetran

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