El físico y el filósofo. Jimena Canales

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El físico y el filósofo - Jimena Canales

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de Bergson solo eran estudiadas en un círculo de especialistas filosóficos mucho más reducido.

      La política izquierdista de Einstein y su pacifismo durante la Gran Guerra contrastaban nítidamente con el declarado nacionalismo de Bergson durante esa misma época. La visión personal de Einstein, que se veía como un judío independiente y marginado, colidía con la comodidad de Bergson como judío francés integrado. Bergson no era solo un profesor famoso en una de las instituciones más exclusivas de Francia, sino que también pertenecía a un pequeño círculo de intelectuales y políticos selectos y bien colocados. Incluso durante el periodo virulentamente antisemita de Vichy (1940-1944), se cuidó bien del filósofo38.

      «Es muy curioso, pero en mi larga existencia no he colaborado más que con judíos», explicó Einstein a su íntimo allegado Besso en 1937, ya exiliado en Princeton y décadas después de haber completado su obra más brillante39. Einstein forjó su propia identidad en oposición a la de la burguesía europea predominantemente cristiana. Tras los horrores de la Gran Guerra, un conflicto al que se opuso fervientemente, llegó a pensar que su pueblo «realmente es más compasivo (menos cruel) que estos abominables europeos»40. En cambio, cuando Bergson prohibió que después de morir se publicaran su correspondencia y sus apuntes (e incluso que se permitiera su consulta en las bibliotecas), dejó claros los motivos: tenía que protegerse de sus «enemigos mortales (entre los cuales se cuentan todo tipo de judíos, mis correligionarios)»41. Mientras que Einstein dispone de un verdadero séquito que sigue glorificándolo, promoviendo y controlando su imagen por medio de instituciones bien financiadas, los adeptos de Bergson son cuatro gatos.

      El estilo de vida bohemio del físico desentonaba con el ascetismo monástico de Bergson. El origen suabo rural de Einstein en el sur de Alemania, en los márgenes de la cultura burguesa mayoritaria, y las arriesgadas y precarias iniciativas empresariales de su padre inculcaron en el joven científico un desdén contradictorio por el bienestar económico y un anhelo profundo del mismo. Su estatus social contrastaba con el de Bergson, cuyo abuelo paterno era un influyente banquero polaco y el materno, un médico de Yorkshire. La vida personal caótica y peripatética del físico no armonizaba con la estabilidad privilegiada del filósofo.

      Bergson nació en París. De niño, vivió unos años con su familia en Londres y Ginebra antes de regresar a Francia. Cuando su familia volvió a mudarse a Inglaterra, él se quedó en una residencia para poder continuar sus estudios. A partir de entonces, permaneció en Francia y visitaba a sus padres en el extranjero durante el verano. De veinteañero pasó varios años dando clases en provincias. Después de eso, vivió en París el resto de su vida.

      Einstein, en cambio, vivió y pasó tiempo en muchos sitios diferentes de Alemania, Suiza, Italia y Europa del Este, tanto de adulto como de niño. A los dieciséis vivía solo, pues sus padres se trasladaron a Italia por una oportunidad de negocio que acabó en agua de borrajas. De indudable atractivo, como adolescente rompió corazones, tuvo una hija fuera del matrimonio (que casi con toda probabilidad fue dada en adopción), fue acusado de adulterio por su primera esposa, se enfrascó en una larga batalla legal por el divorcio y la pensión y, entre tanto, acumuló unos cuantos deslices amorosos. Einstein estuvo cerca de la bancarrota varias veces y le costó reunir el dinero para mantener a dos familias. Durante su estancia parisina consiguió ahorrar «un trozo de jabón bueno y un tubo de pasta de dientes» para dárselos generosamente a su mujer, que se había quedado en casa42. Le azoró descubrir que enviar una sola carta costaba «diecisiete marcos» y que tendría que usar el correo con moderación. «En vista de esto —explicó a su esposa—, no voy a escribir muy a menudo»43.

      Bergson fue un ejemplo en su vida privada: adoraba a su hija, que nació con sordera y acabó convirtiéndose en una hábil artista, y los amigos cercanos dicen que su matrimonio fue de «felicidad ininterrumpida»44. Era una persona pudiente y llevaba la vida tranquila de un acomodado profesor universitario. Según dijo un estudiante, era la «imagen de la sobriedad», alguien que al encontrarse «un cúmulo de platos conformando un banquete», prefería tomar «un bollo y un vaso de leche»45. «Logrando una consonancia entre hábitat y teoría como pocos filósofos aciertan a conseguir, reside en la rue Vital», explicaba un coetáneo suyo46. Mientras que Bergson loaba las virtudes del vegetarianismo, Einstein esperaba como el santo advenimiento los deliciosos chicharrones de oca que le enviaba su segunda esposa por correo. Durante unos años, de 1902 a 1915, Bergson vivió en una mansión situada en un bonito paseo (en Villa Montmorency, 18 avenue des Tilleuls), cultivando rosas y cuidando de dos gatos47. En cambio, el actor Charlie Chaplin, que visitó el hogar de Einstein en Berlín, pensó que «se podría encontrar el mismo piso en el Bronx»48. Si echamos un vistazo al interior de sus respectivas casas, la vivienda de Bergson estaba decorada con «varios dibujos de su hija sordomuda, que tenía talento y había dado clases con Rodin». George Oprescu, un historiador del arte que los conocía a los dos, comparó su dispar estilo decorativo: «Einstein, en sus humildes dependencias de Berlín, tampoco tenía ninguna obra de arte, pero recuerdo la mirada de agradecimiento que me brindó cuando le ofrecí unas litografías de Daumier, que en París podían comprarse por unos pocos francos»49.

      Igual que con las matrioshkas, las diferencias entre ellos eran perfectamente claras desde todas las perspectivas, de la más íntima a la más pública. ¿Las diferencias entre Einstein y Bergson eran principalmente culturales, personales, políticas e ideológicas?50 Las diferencias psicológicas, intelectuales, sociales, institucionales, políticas y nacionales demostraron ser un caldo de cultivo ideal para un conflicto en auge. Sin embargo, los contornos de este conflicto creciente eran sorprendentemente parecidos cuando se analizaban desde cierto ángulo: Einstein y Bergson discrepaban en sus opiniones sobre la naturaleza del tiempo y el poder de la ciencia para revelarla. Los debates y las referencias al tiempo aparecieron por todas partes, desde los lugares más privados a los más públicos, desde los más científicos a los más políticos y filosóficos, desde los más profundos a los más informales. En cada ocasión, Einstein y Bergson disentían.

      TIEMPO, CON TE MAYÚSCULA

      En el prefacio de la segunda edición de Duración y simultaneidad, Bergson escribió «Tiempo» en mayúscula. Con ello, indicaba a sus lectores que estaba incluyendo algo más grande en el concepto que si se hubiera referido simplemente al «tiempo» con minúscula51. El resto del libro aclaraba que no se estaba refiriendo a la misma categoría usada por los físicos. Durante años, él y sus alumnos habían estado intentando separar su concepto del Tiempo del de los demás. Para ellos, el «Tiempo» englobaba facetas del universo que nunca se podrían reflejar del todo con instrumentos (como relojes o dispositivos de grabación) ni fórmulas matemáticas. Para Bergson, no había nada más aborrecible que confundir el tiempo de reloj con el tiempo en general, así como juzgar uno con los criterios del otro. Pero estas diferencias eran sutiles y muchos lectores decididos a evaluar el argumento de Bergson ignoraban estas distinciones.

      La mayoría de las interpretaciones del debate entre ambos recalcan que Bergson cometió un error en Duración y simultaneidad porque no entendió del todo la física de la relatividad. Se suele citar una premisa del libro como la principal culpable: que el tiempo no se altera en función de la velocidad de un sistema. En el prefacio de su segunda edición, Bergson explicó que el mensaje central del libro era «demostrar explícitamente que, en lo tocante al Tiempo, no existe diferencia entre un sistema en movimiento y un sistema en traslado uniforme»52. En otro fragmento del libro, declara categóricamente que si un reloj viaja casi a la velocidad de la luz y luego se compara con un reloj estático, «no exhibe una demora cuando se encuentra con el reloj real [estático], al regresar»53. Esta proposición, a primera vista y por sí sola, chocaba de frente con el concepto de la «dilatación del tiempo» de la teoría de la relatividad. Debido a esta hipótesis particular, muchos lectores subrayaron que Bergson «no era lo bastante versado con el punto de vista y los problemas de las matemáticas

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