GB84. David Peace

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу GB84 - David Peace страница 23

GB84 - David  Peace Sensibles a las Letras

Скачать книгу

su reloj. Arranca el coche.

      —¿Adónde vamos? —pregunta otra vez Joyce.

      —A buscar a Vince.

      Había ocasiones en que Terry Winters pensaba que había abarcado demasiado. Más de lo que ellos se tragarían. Más de lo que él podría digerir. Dos transportistas de carbón habían puesto una denuncia contra el piquete secundario emprendido por el área de Gales del Sur en la planta siderúrgica de Port Talbot. Gales del Sur había solicitado asesoramiento legal a Terry. Clic, clic. Terry dijo que debería haberles llamado. Terry se tomó una aspirina. Y otra y otra. La acción legal contra la gestión del fondo de pensiones llevada a cabo por el sindicato estaba concluyendo. El presidente contaba con la victoria de Terry. Terry no había tenido cojones de decírselo. Terry se tomó otra aspirina. Terry tiró el envase vacío al cubo de basura situado junto a su mesa. Falló. Puso la cabeza entre sus manos. Todavía quedaban cuarenta y ocho horas para que el ejecutivo se reuniese. Terry no creía que pudiera aguantar mucho más. La tensión. Las sospechas. Las maquinaciones. Las conversaciones sobre la votación. Los rumores de existencia de topos. Las murmuraciones sobre golpes. El silencio y el miedo. Nadie hablaba en los pasillos. Ni en el ascensor. Ni en la escalera. Todo el mundo se encerraba en sus despachos. Se convocaba a la gente por teléfono con una palabra. No se daban motivos. Nada de cháchara. La gente recibía sus instrucciones. Nada por papel. La gente volvía a sus despachos. No se hacían preguntas. Cerraban las puertas con pestillo. Se sentaban a sus mesas…

      Monjes culpables, pensaba Terry. Todos.

      Terry miró su reloj. El abad estaría esperando.

      Terry subió…

      Len no estaba en la puerta. Estaba dentro. Terry colgó su chaqueta. Llamó una vez. Entró. La sala de conferencias seguía sin muebles. Las cortinas otra vez corridas. Terry masculló una disculpa. Se sentó a la derecha. Miró a los otros frailes…

      La mayoría no sabían si afuera era de día o de noche. Llevaban allí demasiado tiempo.

      Paul dejó de hablar. Paul se sentó.

      El presidente volvió a ponerse en pie.

      —Camaradas, como todos sabéis —dijo el presidente—, en el transcurso de la próxima semana esta oficina asumirá el control y el despliegue de todos los piquetes de las islas británicas. También asumirá plena responsabilidad de garantizar el bloqueo del transporte de todo el carbón o el combustible alternativo dentro de las islas británicas. Todas las peticiones de ayuda locales a nuestros hermanos y hermanas dentro del movimiento sindical también deberán hacerse a esta oficina. Para proporcionar la ayuda que las distintas zonas y secciones requieren, la oficina estará dotada de personal las veinticuatro horas del día, siete días a la semana. El área de Yorkshire está preparando una lista de voluntarios para ayudarnos a cubrir los puestos necesarios. La cuestión de la seguridad interna y el grado en que nuestras comunicaciones se han visto comprometidas siguen siendo un problema. Con ese fin, el director propone unas medidas prácticas a corto plazo que se podrán implementar con beneficios inmediatos en nuestra batalla para conservar los empleos y las minas. Camarada…

      El presidente volvió a sentarse.

      Terry se levantó.

      —Gracias, presidente. He elaborado un código que permitirá que las distintas zonas y secciones se pongan en contacto con nosotros aquí en la oficina central de la huelga utilizando las líneas telefónicas y los números existentes. Tengo intención de revelaros el código aquí y ahora, aunque os pediría que no anotarais nada, sino que memorizarais los detalles y las instrucciones de lo que estoy a punto de deciros. Al volver a vuestras áreas, tendréis que informar verbalmente a los comités y dar instrucciones a los comités de que informen a su vez a las secciones locales de la misma manera. Repito, no debe anotarse nada. A continuación os revelaré el código…

      »De ahora en adelante, se hará referencia a los piquetes como manzanas. Repito, manzanas…

      »Se hará referencia a la policía como patatas. Repito, patatas…

      »De ahora en adelante, se solicitará a las secciones que proporcionen X número de manzanas en base a Y número de patatas en un sitio determinado. De igual manera, las secciones podrán solicitar más manzanas a la oficina central en respuesta a un número superior de patatas. Nuestros hermanos y hermanas del nur serán conocidos a partir de ahora como mecánicos…

      »Repito, mecánicos…

      »Los afiliados del nus serán a partir de ahora fontaneros. Repito…

      Salen de la carretera principal. Atraviesan el polígono industrial. Llegan a la verja. La puerta. El viejo letrero de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos…

      Hay un Escort repintado con espray.

      —¿Qué habrá venido a hacer él aquí? —pregunta Joyce.

      El Mecánico abre la puerta. Saca a los perros.

      —Esperarme —dice.

      Salen al frío. La lluvia.

      —¿Dónde está? —pregunta ella.

      El Mecánico abre la puerta.

      —Por aquí —contesta.

      Atraviesan el terreno agreste hacia la pista de aviación. La vieja torre de control.

      Joyce forma una bocina con las manos y se la lleva a la boca.

      —¡Vince! —grita—. ¡Soy yo, Joyce!

      Siguen andando.

      —¡Vince! —grita otra vez—. Solo queremos hablar. Nada más. Vamos…

      Los perros ladran. El Mecánico y Joyce dejan de andar…

      Vince Taylor baja por la escalera de la torre de control. Les apunta con una escopeta de dos cañones…

      —Vince —dice el Mecánico—. Eso no es necesario.

      Vince se dirige a ellos.

      —Cállate —ordena—. De rodillas. Los dos.

      Se arrodillan en el suelo…

      Está húmedo. Está frío.

      Vince les apunta al pecho con la escopeta.

      —Las manos encima de la cabeza —dice.

      Colocan las manos encima de sus cabezas…

      Llueve y los perros ladran.

      Vince se pone el cañón de la escopeta debajo de la barbilla. Aprieta el gatillo.

      Hay barricadas en los accesos de Sheffield. Hay controles en las calles del centro de la ciudad de Sheffield. Hay guardias de seguridad privados en las puertas del hotel. Hay mineros corpulentos para proteger y servir a sus grandes líderes en el comedor del hotel Royal Victoria. Ponen las manos al Judío en el pecho y le preguntan a qué se dedica. El Judío ríe y les dice que se dedica a los negocios. Está allí porque quiere hacer negocios…

      El Judío lleva su cazadora de aviador de cuero.

Скачать книгу