Un amor para recordar - El hombre soñado - Un extraño en mi vida. Teresa Southwick

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Un amor para recordar - El hombre soñado - Un extraño en mi vida - Teresa Southwick страница 15

Un amor para recordar - El hombre soñado - Un extraño en mi vida - Teresa Southwick Omnibus Julia

Скачать книгу

es la verdad.

      —Pareces sorprendida.

      —Supongo que lo estoy. No culparía a Cal si hubiera tratado de hacerme parecer la mala de la película.

      —Cal es una persona muy sincera, aunque en este caso no se haya ganado muchas simpatías.

      —Tenía mis razones para no contarle a tu hijo que iba a ser padre —aseguró mirándolo—. En mi pasado hubo cosas de las que preferiría no hablar.

      —Lo comprendo —asintió Ken—.Y tú tienes que entender que Cal también tiene un pasado.

      Emily sujetó con fuerza la lata de refresco que tenía en la mano.

      —¿No lo tiene todo el mundo?

      —Algunos más que otros —Ken la miró a los ojos—. ¿No te habló nunca de su matrimonio?

      ¿Cal casado? ¿El donjuán del Centro Médico Misericordia se había lanzado alguna vez a la piscina? Lo único que le había dicho a ella era que no estaba casado, y Emily asumió que no lo había estado nunca.

      —No. Jamás lo mencionó.

      —No me sorprende —murmuró Ken dándole un sorbo a su refresco—. Como no sigue casado, comprenderás que no salió bien.

      —¿Qué ocurrió? —quería preguntar qué le había hecho aquella mujer para llevarle a evitar el compromiso como si fuera una bomba radioactiva. Eso explicaría muchas cosas.

      —El hecho de que no te haya contado nada implica que todavía le resulta muy doloroso hablar de ello —Ken la miró a los ojos—. Seguramente ya he hablado demasiado. Es la historia de Cal, y él debe decidir si te la cuenta o no.

      Emily asintió, aunque la curiosidad la estaba estrangulando.

      Miró a Cal, que había agarrado a Annie y la levantaba por los aires, haciéndola reír antes de bajarla al agua para que chapoteara.

      —En cualquier caso, debería habérselo contado —dijo Emily con voz suave—. No era mi intención hacerle daño. Ni a ti. Ni a Carol.

      —Nos sorprendió mucho. Y nos dolió habernos perdido sus primeros meses —la expresión de Ken era de suave reproche—. Pero por el bien de Annie, debemos dejar todo eso atrás y seguir.

      —¿Podréis hacerlo? —preguntó Emily.

      —El tiempo lo dirá.

      —Me parece justo.

      Y lo decía en serio. Emily había esperado acusación y rechazo, pero la familia de Cal lo estaba intentando. Y podía decir, a juzgar por su expresión cuando miraban a Annie, que aquello había sido amor a primera vista con la niña. La niña de Cal. La hija de su hijo.

      Una sensación de paz la inundó por primera vez desde que se había descubierto el bulto. Si algo llegara a ocurrirle, sabía que Annie tenía gente que la querría y cuidaría de ella. Pasara lo que pasara, su niña tendría la familia con la Emily siempre había soñado.

      Otro de sus sueños había sido volver a besar a Cal aunque ondeara la bandera roja de peligro. Contarle la verdad había eliminado la preocupación por el futuro de Annie. Por desgracia, había sido sustituida por la preocupación por su propio futuro y por cómo iba a manejar la situación de que Cal estuviera de nuevo en su vida.

      EL día después del primer cumpleaños de su hija, Cal estaba sentado frente a dos compañeros médicos, Mitch Tenney y Jake Andrews. Se reunían una vez al mes para ponerse al día, y normalmente Cal lo estaba deseando. Hoy no. El problema era que su mente estaba más centrada en el terreno personal que en el profesional.

      Después de que Emily hubiera salido de su casa con Annie, sus padre y él tuvieron una larga charla. Ken le había dicho que tenía que dejar cuanto antes atrás el pasado y concentrarse en su hija. Olvidarse y perdonar.

      —Eso no va a pasar —murmuró Cal.

      —¿Estás prestando atención? —quiso saber Mitch.

      —Sí —respondió él sentándose más recto.

      —Estás mintiendo —le acusó su compañero con sus ojos azules brillando con intensidad—. Si fuera así, tendrías algo que decir respecto al tercer hospital que va a abrir el Centro Médico Misericordia al año que viene.

      —¿De qué estás hablando? —preguntó Cal.

      Miró al otro lado de la mesa, donde estaba Jake Andrews, su otro amigo y el hombre responsable de haberlos metido a Mitch y a él en aquel grupo de trauma. Los tres hombres eran más que compañeros. Se habían conocido cuando Cal y Mitch estaban de residentes en el departamento de trauma en el hospital público de Las Vegas. Jake estaba terminando su residencia como cirujano, y los tres conectaron muy bien.

      —Estamos diciendo que con la apertura del nuevo hospital, tendremos que encontrar un par de buenos médicos si no queremos despedirnos de nuestra vida personal.

      La vida personal de Cal no estaba en su mejor momento. Sin embargo, el tiempo que pudiera pasar con Annie era ahora su prioridad.

      —El hospital del condado donde nosotros hicimos la residencia es un buen lugar para empezar a buscar.

      Jake asintió.

      —Estoy de acuerdo. ¿Quién se encarga?

      —Pensé que ibas a hacerlo tú —aseguró Mitch—. Después de todo, mostraste muy buen juicio con Cal y conmigo.

      —Menos mal que la humildad no era un factor a considerar —Jake dio unos golpecitos con la pluma sobre la mesa—. Quizá uno de vosotros dos podría acercarse a personal. Mitch, tú ya no estás a prueba.

      —Oh, por el amor de Dios, ¿podremos olvidarnos alguna vez de eso?

      —No —respondieron sus dos amigos a la vez—. Lo tienes grabado a fuego —añadió Jake.

      —Mirad —dijo Mitch apoyando los antebrazos sobre la mesa—, ese problema particular ya es agua pasada. Estoy siendo amable con todo el mundo en el hospital, desde los celadores hasta el administrador.

      —Ayuda el hecho de que el administrador sea tu suegro.

      Mitch esbozó una de aquellas sonrisas que hacían lamentar a las mujeres que ya no estuviera en el mercado.

      —No es tan mal tipo.

      —¿Desde cuándo? —quiso saber Jake.

      —Desde que va a convertirse en abuelo cualquier día de éstos. Se ha dado cuenta de que, si quiere tener relación con su hija y con su nieto, tiene que portarse bien.

      —Así que te escondes bajo las faldas de una mujer —aclaró Cal.

      —Siempre y cuando sea mi mujer la que las lleve, ni lo dudes —aseguró Mitch—. Pero su inminente conversión en abuelo ha enternecido a Arnold Ryan.

Скачать книгу