Egipto, la Puerta de Orión. Sixto Paz Wells
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Egipto, la Puerta de Orión - Sixto Paz Wells страница 10
–¿Estarán repartidos en esos lugares o todos en alguno de ellos, Esperanza?
–Yo creía que estarían en algún lugar de Egipto, pero el padre Dante ha sugerido que habría que buscarlos a lo largo de la Ruta Sacra.
»Aunque uno de esos cristales nos lo entregaron a la salida de la caverna de Tepoztlán en Morelos, México, unos seres extraterrestres con apariencia de felinos. Lo tiene actualmente en su poder mi amiga la doctora Victoria Garza de Ciudad de México. Ella lo guardó.
»Recuerdo bien que en esa ocasión, esos seres felinoides dijeron: ‘¡Esto contiene frecuencias para activar los anales de la historia planetaria que están grabados en el código genético de la humanidad! ¡Quién mejor que un alma femenina que representa el espíritu de la Tierra y a la humanidad para recibir este legado! En vuestra sangre está todo lo que ha ocurrido, se ha hecho, pensado y dicho en este mundo y sobre este mundo. Esta joya es un detonante o activador. Consérvalo y cuídalo, activando, despertando y administrando esta información para todos sin egoísmo ni mezquindad.
»Cuando os sintáis preparados y lo deis a conocer, nosotros apareceremos abiertamente para apoyar los cambios mundiales que se generarán con este conocimiento.
»Aquí están las respuestas de quiénes sois, de dónde venís y hacia dónde vais, y qué relación tenemos desde siempre con vosotros.
»Estábamos esperando el momento en que la humanidad madurara lo suficiente como para venir al encuentro, para que recibierais la posta y retomarais el camino de evolución’.
–¡Impresionante! Me lo has contado varias veces y me sigue impactando.
»¿Pero por qué no lo recibiste tú? Victoria lo ha guardado y no lo ha compartido.
–Los extraterrestres nos lo ofrecieron a ambas, pero preferí que fuese ella la que lo recibiera por ser mexicana y el contacto haber ocurrido en su tierra. Pero veo que me equivoqué.
–¡Tendrías que pedírselo!
–¡Sí! Ahora lo necesitamos más que nunca.
–Mira, dentro de una semana el National Geographic me enviará a Inglaterra a hacer fotos de monumentos megalíticos enterrados recién descubiertos cerca de Stonehenge. Así que estaré por la zona y tendré mucho tiempo, por lo que, si quieres, podría hacerte algunas averiguaciones de esos lugares que mencionas y de cómo acceder a ellos.
–¿Lo harías por mí? ¡Eres un sol, cariño! Así me resultará más fácil llegar a los sitios. Gracias…
»El padre Antonioni también me dijo que quería invitarme nuevamente a Roma, y eso también me resonó, así que ya tengo mi primer destino del viaje a Europa, y de ahí haría la Línea Sacra.
»Llamaré a mis padres para darles la noticia de nuestro próximo matrimonio; estoy segura de que les alegrará sobremanera. Hasta podríamos casarnos allí en Lima.
A miles de kilómetros de distancia, en Roma el padre Dante Antonioni se apersonó directamente a una importante y reservada reunión, donde informó de sus primeros pasos con la doctora Esperanza Gracia. Y lo hizo con el Superior general de su orden y con el mismísimo papa. Para esto llegó al lugar donde le habían citado, que era donde el Santo padre se alojaba por motivos de seguridad y que no era precisamente la residencia oficial de los papas.
Cuando llegó, las dos autoridades eclesiásticas estaban compartiendo una cena, atendidos por dos monjas.
–¡Antonioni, ven, pasa y toma asiento! Estaba hablando con el Santo padre de las ventajas de tu cercanía con la doctora Gracia y el grado de amistad que mantenéis. Esperanza confía en ti.
–¡Así es, Dante! ¿Has cenado? ¿Quieres servirte y compartir la cena con nosotros? –preguntó el papa.
–¡No, no he cenado, Santo padre! Pero prefiero no hacerlo; así de noche oro y descanso bien. Al día siguiente me desquito con un abundante desayuno de frutas y cereales.
–¡Ha visto, Santo padre, qué metódico es Antonioni! –comentó el Superior general.
–¡Santo padre, Superior general, si me lo permiten! Esperanza ya me ha informado de sus planes de viaje.
»Los Illuminati la están enviando a buscar la Puerta de Orión en Egipto. Todo apunta a que tienen planeado fugarse definitivamente del planeta, regresando a sus planetas de origen para así reanudar su beligerancia a la mayor brevedad.
En ese momento a una de las monjas se le cayó una bandeja. El papa y el Superior general se miraron sorprendidos y preocupados, no tanto por el accidente como por la confirmación de sus sospechas.
–¡Llegó el momento, Félix!
–¡Sí, Santo padre! ¡Los ángeles caídos, como temíamos, están preparando su plan de fuga! Es el paso previo para la parte más álgida del Apocalipsis.
–Pero no solo necesitarán localizar la puerta correcta; tendrán que averiguar primero dónde están los cristales peridotos –observó el papa.
–¿Y usted cree que no lo saben? –dijo el Superior general, el padre Félix Abascal.
–¡Los tenemos bien custodiados, Félix! Los tres que recuperamos están a buen recaudo. Si ellos conocieran su ubicación no enviarían a Esperanza a recuperarlos –dijo el papa con confianza y aplomo.
La monja a la que se le había caído la bandeja tenía unos treinta años. Era de ascendencia alemana, estatura media y algo gruesa. Estaba recogiendo muy lentamente el estropicio que había hecho, sin dejar de mirar de reojo a los tres religiosos. En el bolsillo de su delantal tenía una grabadora.
La otra monja, que le doblaba la edad, la urgió a que terminara y se retirara, pero ella lo hacía todo muy despacio para poder quedarse y escuchar.
–¡Pero son cuatro! ¡Se necesitan cuatro, Santo padre y padre Superior general!
»Y por ello me permití orientarla en relación con el posible itinerario que necesitará realizar para encontrarlos. Le hablé de la Ruta Sacra y ella ya está disponiendo los arreglos que hacen falta para visitar los siete lugares –comentó Dante.
–¡No podemos permitir que la chica junte los cristales verdes mientras no tengamos la plena seguridad de que está del lado de la luz y de la humanidad, aunque quiero creer que lo está. Encontrará todos, incluso el que falta, de eso no hay duda –dijo el papa bastante inquieto, poniéndose de pie y caminando con dificultad de un lado a otro de la habitación.
Hasta se agachó para ayudar a incorporarse a la joven monja, que no sabía qué hacer para justificar su presencia en el lugar.
–Los tres grandes olivinos o cristales verdes fueron encontrados hace más de treinta años por unos arqueólogos japoneses muy lejos de sus localizaciones originales cuando hacían sondeos cerca de las pirámides de Dashur, cerca del Cairo. Habían estado perdidos por miles de años y habían sido escondidos allí en templos, donde fueron venerados cuando