Egipto, la Puerta de Orión. Sixto Paz Wells
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–¡Así es! ¿Ustedes conocían la existencia de esos seres de aspecto felino?
–¡Claro que sí, doctora! ¿Quién cree usted que nos encerró aquí?
»¡Su revelación, caramba, cambia mucho las cosas! ¿Y qué parte de Egipto vio, Esperanza? –volvió a comentar y a consultar, cada vez más calmado, Aaron Bauer.
–¡Fueron varias imágenes! Entre ellas las pirámides; luego lo que parecían ser las ruinas de una ciudad muy destruida, quizás Akhetatón o Tell el-Amarna, la ciudad del faraón hereje Akhenatón, porque después he estado mirando fotografías tratando de relacionar lo que visualicé con los lugares. También me vino la imagen de una isla en medio del Nilo, que podría ser Elefantina en Asuán, y finalmente la zona cercana al aeropuerto del Cairo donde estuvo la antigua Heliópolis.
–¿Y eso también lo vio o percibió el jesuita Antonioni, doctora? –preguntó Weishaupt.
–¡Así es!
–¡Entonces debemos darnos prisa, doctora!... Necesitábamos que llegara antes que nadie al Paititi y después destruyera el disco, no que lo acariciara y admirara. Porque con cada hora que pasa, la humanidad se acerca más a la posibilidad de consolidarse en la cuarta dimensión –dijo Weishaupt poniéndose de pie y caminando contrariado de un lado a otro de la biblioteca.
–Nosotros… –intervino Bauer– sabemos que hay doce portales distribuidos por el mundo que se abrieron en el proceso del Plan Cósmico, pero solo uno es el correcto para nosotros. El otro, el del Paititi, lo controla la Orden Blanca y conecta, como bien dijo usted, con Pléyades.
»Debemos localizar cuanto antes el portal exacto de regreso a Orión, antes de que nadie lo cierre o bloquee, pero sobre todo adelantarnos a la Santa Alianza. Pero es un buen dato el que viera los cristales verdes y que nos confíe que posee uno de los otros cuatro, ya que los ocho conforman los ‘Cristales de la Creación’, aquellos que aseguraron que la Tierra existiera en el tiempo alternativo y se revistiera de un nuevo espíritu, pues contienen códigos e información y, además son los que mantienen retenidas en este planeta a las almas y espíritus de los interventores disidentes del Plan o de los que lo violentaron, como los pleyadianos al embarazar a mujeres de la Tierra, o las mujeres extraterrestres al haberse acostado con varones terrestres creando híbridos.
–¿Pero no me dijeron ustedes con anterioridad que sabían dónde se encontraba el portal?
–¡Sí y no, doctora Gracia! Sabemos que está en Egipto, pero no estamos del todo seguros del lugar correcto, por lo que necesitamos que usted lo averigüe y lo compruebe. Además, de paso hay que localizar los cristales que pueden abrirlo, porque solo tendremos una oportunidad para que nuestros ancestros retenidos, y nosotros mismos, lo atravesemos pronto –intervino Adam Weishaupt.
–¡Ahora comprendo mejor por qué la última vez, en el monumento a Lincoln en Washington, ustedes me dijeron que querían que fuera a Egipto! No solo quieren que localice la Puerta de Orión en Egipto; quieren que les cubra la retirada.
»Y respecto a sus recriminaciones de por qué no comuniqué a ustedes antes que a nadie el resultado de los descubrimientos, les pregunto: ¿Por qué no fueron en helicóptero a Pusharo en la selva para rescatarme? Habrían tenido la información de primera mano y solo para ustedes. Yo me jugué la vida contra todos los peligros que se me presentaron, y que no fueron pocos, y ustedes me dejaron sola. Muy cómodamente ustedes esperaron aquí mi informe.
En ese momento, Aaron Bauer, en un tono más solemne y pacificador dijo:
–¡Esperanza, tiene razón en eso y le pido mis disculpas! Pero nosotros no podemos acercarnos a los territorios de la Orden Blanca. Sería exponernos innecesariamente. Por eso la necesitamos a usted.
»Bueno… sus planteamientos y argumentos tienen mucho sentido y ha valido la pena escucharlos una vez más. Usted parece un torero español, porque no solo sabe sortear dificultades sino también nuestras recriminaciones. Lo que sí es cierto es que usted no conocía de nuestras limitaciones, así que por esta vez la perdonaremos.
»Pero, doctora, ya se lo dijimos antes y se lo reitero una vez más: únase a nosotros y sea parte nuestra. Casándose con uno de los miembros de nuestra orden adquirirá nuestro linaje de serpiente, de aquel que siendo como Dios osó enfrentarse a él. Con ello sería de inmediato del «segundo nivel». Además, usted ha confiado a varias personas que tuvo una vida anterior en Perú en la época de los incas y que por aquel entonces formaba parte de la Panaca, o Casa Real de los Amaru, que son los hombres-serpiente.
»Así que está más cerca nuestro de lo que piensa.
»Fue admirable lo que consiguió en México a nuestras espaldas con el Códice Mexica. Incluso llegó a encontrar los restos de varios de nuestros hermanos y ancestros sin habérselo pedido. Pero después se reunió con un grupo de masones y les dio a conocer los descubrimientos de su viaje…
»¡Sí, doctora! Sabemos lo de esa reunión; lo tenemos grabado y sabemos los objetos que están en su poder. Usted es muy valiosa e inigualable, y tiene muchas virtudes, pero necesitamos confirmar de forma definitiva si de ahora en adelante contamos o no con su lealtad.
»Le conviene estar de nuestro lado, doctora Gracia, como bien dijo el expresidente George Bush Jr. cuando convocó el apoyo para la segunda guerra del Golfo pérsico: ¡o está con nosotros o está contra nosotros! En esto no hay medias tintas.
»Recuerde que detrás de todo siempre estamos nosotros. Somos como una telaraña trasparente e invisible que todo lo sujeta y prepara para ser consumido. Podemos crear caos económico, guerras y conflictos, y hasta pandemias de todo tipo de la noche a la mañana, y con solo una llamada telefónica. Lamentablemente, con el desarrollo de las comunicaciones, así como logramos deprimir y angustiar más rápido controlando los medios de comunicación y manipulando las noticias, también la gente se une más rápido para superar las contingencias o compartir sus sospechas sobre las conspiraciones. Y eso es lo que nos molesta de la humanidad: su capacidad de recuperarse. Con las grandes guerras quisimos acabar con la gran mayoría, no solo físicamente, sino también mental y espiritualmente, pero se recuperaron y todo volvió a la normalidad, hasta que inventamos nuevas guerras.
»Ahora estamos con las pandemias. El ébola resultó un fiasco cuando unos científicos naturistas viralizaron el que una planta del monte, una hierba llamada artemisa, podía revertirlo. El virus del H1 fue otro gran ensayo nuestro. En laboratorio se combinó el virus de la gripe aviar de los pollos de Asia con el de la gripe porcina de Europa y la gripe humana de América. Lo colocamos en México para destruir su economía y a los mexicanos, pero no contamos con la resistencia inmunológica de la gente, y aunque quisimos combatir todos los remedios caseros económicos, prohibiéndolos y promocionando nuestros carísimos antivirus químicos que mataban igual y encima nos hacían ganar ingentes cantidades de dinero, México se salvó y nos rebotó el virus aquí a los Estados Unidos.
»Para que vea el poder que tenemos, y que nos da una capacidad de acción con la que vamos corrigiendo errores sobre la marcha, hace un tiempo hicimos tambalear a China sembrando un virus que antes afectaba a los animales y que fue modificado en laboratorio, combinándolo con el del VIH con la intención de destruir su economía y la del mundo, sumiendo a la humanidad en el miedo, la desesperanza y el desconcierto, y ocasionando muchísimos muertos. Estaba orquestado para que al final todos terminaran recriminándose mutuamente, pensando que había sido sembrado por las diferencias y la competencia comercial en el campo de la tecnología. Pocos han sospechado