Un príncipe y una tentación. Dani Collins

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Un príncipe y una tentación - Dani Collins Miniserie Bianca

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saliva y se alegró de llevar todavía el colgante, aunque él ya sabía que lo tenía. Tuvo que hacer un esfuerzo para no agarrarlo y que le diera tranquilidad.

      –Sigues teniendo la ventaja de que quieres rechazar la ropa que hemos hecho para tu hermana –siguió Angelique intentado aplacarlo–. He oído todo lo que has dicho sobre protegerla y a mí me pasa lo mismo con mi hermana –empatía, el segundo paso en una negociación con rehenes. Era un buen ejercicio, se dijo a sí misma, otro simulacro–. Evidentemente, estás al tanto, en general, del secuestro de Trella.

      Tuvo que tragar saliva para pasar esas palabras que se le habían quedado en la garganta y tenía los nudillos blancos como si fueran de marfil, pero no conseguía relajar las manos.

      –Sí, sé lo que salió en las noticias de la época.

      Ella lo miró sin saber muy bien lo que quería ver. La gente siempre quería detalles sórdidos, no se conformaba con lo más elemental, que el profesor de matemáticas había engañado a una niña de nueve años cuando estaba terminando el internado, que la había retenido cinco días y que la policía la había encontrado antes de que recibiera el rescate. Ese mismo día, durante la recepción por la boda de Hasna, le habían esbozado más de una pregunta.

      Ella estaba acostumbrada a sortear esas preguntas, pero le escocían como sal en una herida cada vez que se las hacían.

      Kasim era casi indescifrable, pero tenía una expresión parecida a la de la paciencia, como si supiera que eso tenía que ser doloroso para ella y estuviera dispuesto a esperar.

      Fantástico. Empezaban a escocerle los ojos. Desgraciadamente, era una llorona. Ya sabía que lloraría más tarde, cuando hablara con sus hermanos. No era porque le hubiese alterado la falsa alarma, era porque cuando pasaba un día como ese, con tantos acontecimientos, acababa desmoronándose como una forma de liberarse.

      Pospuso la crisis y estiró la espalda hasta que creyó que iba a partírsela, pero consiguió mantener la compostura.

      –Lo que nunca se hizo público fue el papel que tuvo Sadiq para ayudarnos a recuperar a Trella.

      Kasim dejó la taza en el plato, lo depositó en un rincón de la mesa y cruzó los brazos.

      –Sigue.

      –¿No puedes entender que es un motivo para que nos sintamos en deuda con él?

      –Tu hermano podría darle acciones de Sauveterre International y tu otro hermano, el piloto, podría regalarle un coche. ¿Por qué esto?

      –Sadiq es muy modesto, ha rechazado todas las compensaciones que hemos intentado ofrecerle. No alardea de su relación con nuestra familia. Protege nuestra intimidad de todas las maneras posibles. Por eso le queremos.

      Angelique dio otro sorbo del café rebosante de azúcar e intentó encontrar las palabras acertadas.

      –Como ya has comentado, su familia tiene mucho dinero, y regalarle unas acciones sería un gesto, pero nada significativo. Aparte, no le interesan los coches como a Ramón, ni mucho menos. Sin embargo, cuando tu hermana dijo que iba a hablar con nosotras para que le hiciéramos el vestido, él se emocionó porque tenía… influencia.

      Maison des Jumeaux era muy exclusiva no solo por los precios, que eran desorbitados, también lo era porque Trella y ella elegían minuciosamente los clientes y siempre protegían su intimidad por encima de todo. Las famosas de las revistas de cotilleos ni siquiera conseguían una cita, y mucho menos un vestido de noche con su etiqueta cosida a mano.

      –Sadiq solo apeló a nuestra amistad para que la aceptáramos como clienta, pero, naturalmente, nosotras estábamos encantadas y no íbamos a cobrarle. Él quería pagar. Creo que acabó consintiendo que no le cobráramos porque, en definitiva, la beneficiaria iba a ser Hasna, no él. Para Trella, iba a ser una manera de corresponderle personalmente. Es muy importante para todos nosotros, por ella, que le dejen hacerlo.

      Era parte del proceso de readaptación. Trella se había impuesto la meta de asistir a la boda e iba a conseguirlo contra viento y marea.

      –¿Tu hermana tiene una aventura con él?

      –¿Eso es lo único que te interesa de todo lo que te he contado? ¡No! Y mi madre tampoco, antes de que me lo preguntes. La familia regaló las telas y Trella y yo hacemos el trabajo. No es un soborno ni un intento de que Sadiq nos deba algo, queremos contribuir a ese día tan especial de una manera que le hace feliz. Eso es todo.

      Él se rascó la barbilla pensativamente.

      –¿Sigues sin creerme? –le preguntó ella con desesperación.

      –¿Cómo ayudó a resolver el secuestro? ¿Cuántos años tenía? ¿Quince o dieciséis? ¿Por qué conocía tanto a tu familia? –Kasim no se molestó en disimular el escepticismo–. Creía que no había ido a Suiza hasta que empezó a prepararse para entrar en la universidad.

      –Confío en que esta conversación no vaya a salir de esta habitación. La policía nos ha pedido que lo mantengamos en secreto y lo hemos hecho siempre. No hablamos del secuestro en público porque hay muchos detalles que no queremos contar.

      –Naturalmente –contestó él como si se sintiera ofendido porque había dudado de su integridad.

      –Sabes que Sadiq es una especie de mago de la informática, ¿no? Bueno, Internet era muy joven todavía y había pocas herramientas para… indagar online. El pirateo que hizo seguramente sería ilegal hoy en día, pero ¿a quién le importa? Tenemos que agradecerle que recuperáramos a Trella. Tienes razón al decir que solo nos conocía. No éramos amigos todavía. Iba a algunas clases con mis hermanos, y cuando secuestraron a Trella, se sentaba al lado de Ramón. Vio todo lo que pasaba y se quedó espantado. Quiso ayudar y dedicó su tiempo, me atrevería a decir que muchísimas horas, a crear un código de software que le dio una pista a la policía. Si quieres más información, puedes pedírsela a Sadiq.

      Efectivamente, Sadiq era un especialista en seguridad. En aquella época solo era un empollón con una pasión, pero en ese momento era parte de su actividad profesional… o su desconocido trabajo extra. Ella lo conocía solo porque su familia se lo había presentado a la persona que tenía el contrato de su seguridad. Ella no sabía siquiera si Hasna sabía que Sadiq programaba para Tec-Sec Industries.

      –Confiamos incondicionalmente en muy pocas personas, pero Sadiq es una de ellas. No nos hizo un favor, salvó la vida de mi hermana. Por eso, si quiere que le haga la ropa gratis a tu hermana durante el resto de su vida, se la haré encantada, y sin preguntártelo a ti antes.

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