E-Pack HQN Susan Mallery 1. Susan Mallery

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E-Pack HQN Susan Mallery 1 - Susan Mallery Pack

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me hace bueno en mi trabajo –se levantó y fue hacia la cafetera–. ¿Quieres?

      –Claro.

      Ella se levantó y acercó su taza. Tucker se movió hacia ella. Ella se echó a la izquierda y él a la derecha, de modo que los dos fueron en la misma dirección y casi se chocaron. Nevada retrocedió con una velocidad cómica.

      –Lo siento –susurró.

      –Estás un poco nerviosa.

      –No lo estoy –respondió a la defensiva, más que indignada.

      –Es un tráiler muy pequeño, así que vamos a chocarnos mucho.

      –Soy consciente de eso y no tengo ningún problema.

      –Pues estás actuando como si lo tuvieras.

      Ahora se mostró furiosa.

      –Estás viendo más de lo que hay.

      –¿Ah, sí?

      Alzó la barbilla.

      –Sí –acercó su taza–. ¿Podría tomarme mi café, por favor?

      –Creo que te sientes atraída por mí y no sabes cómo sobrellevarlo.

      Ella abrió la boca y volvió a cerrarla.

      –¿Estás loco?

      –Nunca me ha evaluado ningún profesional, pero creo que no.

      –Todo esto es por lo que pasó y estábamos de acuerdo en olvidarlo.

      Le llenó la taza, dejó la cafetera en su sitio y se apoyó contra el escritorio de Will. Hacerla de rabiar era mucho más divertido de lo que se había esperado.

      –No soy yo el que ha sacado el tema.

      –Estabas pensando en ello.

      –Yo no, pero tú sí. Y mucho.

      Un rubor tiñó sus mejillas.

      –No del modo que crees. Estás intentando demostrar algo. Pues bien, no puedes. Te he olvidado y...

      Dejó de hablar y apretó los labios.

      –¿Que me has olvidado?

      –Cierra la boca.

      –¿Que me has olvidado?

      –Te juro, Tucker, que te achucharé a Ethan.

      –Esto se pone cada vez más interesante –le gustaban los derroteros que estaba tomando su conversación–. Con eso estás diciendo que te sentías atraída por mí.

      Ella soltó la taza y se cruzó de brazos. Sus marrones ojos brillaban de furia.

      –Me acosté contigo. ¿Qué creías?

      –Que soy irresistible.

      –Hoy no.

      –Sigues sintiéndote atraída por mí.

      Ella puso los ojos en blanco.

      –¿Qué pasa contigo? Trabajamos juntos y es un proyecto a largo plazo. ¿Por qué intentas ponerlo difícil?

      –Es algo natural en mí.

      –No me siento atraída por ti.

      –Venga, no pasa nada, puedes decírmelo. Te guardaré el secreto. Me deseas.

      –Solo deseo poder pasarte por encima con el coche.

      Tucker sentía curiosidad sobre si ese enfado era real o era una forma de autoprotección. Ella se mostraba cauta y recelosa a su lado y eso era algo que él no se habría esperado. ¿También sentía la química que existía entre los dos?

      Hizo todo lo que pudo por recordarse que trabajarían juntos y que una relación supondría una complicación que ninguno de los dos necesitaba, pero aun así, Nevada era inteligente, divertida y sexy, y eso era algo que no podía ignorar de ningún modo.

      –Adelante –dijo con voz suave–. Bésame. Vamos, sácatelo de la cabeza de una vez y así podrás concentrarte.

      –Puedo concentrarme muy bien –le respondió Nevada apretando los dientes–. Tienes un ego del tamaño de Marte.

      –También tengo las manos grandes.

      –¡Lárgate!

      –Gallina.

      –No soy gallina, soy sensata.

      Intentar no perder el control estaba suponiendo un desafío mayor del que había imaginado. Por razones que no podía explicar, Tucker pulsaba unos botones que ella no sabía que tuviera y, por mucho que quería golpearlo, también quería besarlo. O tal vez más, incluso.

      Y lo más inexplicable de todo era que no había pensado en besarlo hasta que él lo había mencionado. Ahora esa idea ocupaba su cabeza, hacía que se le encogieran los dedos de los pies y que todo su ser temblara de excitación. ¡Qué locura!

      Tucker comenzó a cacarear.

      –¡Para!

      –Oblígame.

      Ese hombre sí que sabía cómo jugar, pensó Nevada mientras lo agarraba por los hombros, se ponía de puntillas y se echaba hacia él... hasta que sus labios rozaron los suyos. En ese segundo de contacto, se sintió como si se hubiera transportado, como si hubiera salido del tráiler climatizado y hubiera caído en mitad de Misisipi en pleno agosto. Había calor por todas partes. Un calor intenso y sofocante, de ese que se te pega a la piel y no se va en tres días.

      El aire parecía pesar, igual que su cuerpo. Su sangre se había espesado aunque aún se movía con rapidez, transportando un intenso deseo a cada parte de su ser.

      Se echó atrás y lo miró. Era difícil interpretar la mirada en los oscuros ojos de Tucker.

      –¿Es todo lo que quieres? –le preguntó él en voz baja.

      –No.

      Volvió a acercarse y ladeó la cabeza ligeramente antes de posar la boca sobre la de él. El calor volvió y deseó poder arrancarse la ropa. No solo para refrescar su cuerpo, sino para que Tucker también pudiera tocarla.

      Sintió también un cosquilleo en lugares de lo más interesantes. Quería rodearlo con sus brazos, llevarlo hacia ella con fuerza. Quería deslizar los dedos por su torso e ir descendiendo para descubrir si él estaba sintiendo lo que ella sentía.

      Pero no lo hizo y, por el contrario, se quedó quieta y callada sin intentar profundizar el contacto. Su intención había sido darle un beso que él jamás olvidaría, pero no había podido porque había temido demasiado su propia reacción.

      Se puso derecha

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