E-Pack HQN Susan Mallery 1. Susan Mallery

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E-Pack HQN Susan Mallery 1 - Susan Mallery Pack

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      –¿Contento? –le preguntó mientras volvía a su escritorio.

      –Mucho.

      Ella respiró hondo y se dijo que tenía que mantenerse fuerte.

      –Todo esto es por tu ego, ¿verdad?

      Tucker parecía estar divirtiéndose aunque, también, un poco asombrado por la pregunta.

      –Eso era antes. Ahora es diferente.

      Se quedaron mirándose, pero ella no preguntó por qué, ya que temía tanto la respuesta como volver a besarlo. Si él también lo había sentido, si había estado a punto de perder el control, entonces estaban metidos en un buen lío. Mejor no arriesgarse a provocar de nuevo esa situación.

      La última vez...

      «No», se dijo firmemente. Ya había recordado bastante y no iba a hacerlo más.

      –Tenemos que repasar el programa y la agenda –dijo eligiendo al azar un papel del escritorio y esperando que fuera algo relevante–. Hay que coordinarse con distintas agencias, incluyendo el Departamento de Bomberos de Fool’s Gold. Si te parece bien, yo me encargaré de eso.

      –Claro. Sería genial.

      –Es mi primera vez –dijo y contuvo un gemido–. Quiero decir, nunca antes he realizado una voladura en una obra.

      –Pues vas a alucinar.

      A pesar de sentirse incómoda y más que un poco asustada, se rio.

      –No estoy segura de querer alucinar.

      –Pruébalo, puede que te guste.

      Él la miraba fijamente y ella quiso tomar la iniciativa y besarlo de nuevo. Quería saber cuánto más podría sentir en sus brazos y qué más podría él hacerle a su cuerpo.

      El problema era que eso sería una absoluta estupidez. El trabajo era lo primero y las fantasías lo segundo, se dijo al dejarse caer en su silla y centrar la atención en el ordenador. Pero en lugar del informe de la pantalla, lo que vio fueron los fuegos artificiales que había experimentado y la nube negra que amenazaba si se atrevía a rendirse y entregarse.

      El problema no era Tucker. El problema era ella. No había sido capaz de resistirse a él diez años atrás y eso que por entonces él ni siquiera lo había intentado. ¿Qué iba a hacer si Tucker decidía que quería más que solo jugar?

      Ese hombre se marcharía al cabo de un año, se recordó. Y lo más importante, le había dejado claro que no le interesaba echar raíces. Para ella, su hogar lo era todo y Tucker ya le había roto el corazón una vez. ¿De verdad necesitaba una segunda lección de Tucker Janack? Lógicamente, era una mala elección y se preguntó cuánto tiempo tendría que seguir diciéndose eso antes de empezar a creérselo.

      Después de una larga semana en la obra, Nevada estaba más que preparada para pasar una tranquila noche sin pensar en Tucker. Desde «el beso» había estado invadiendo sus pensamientos mucho más de lo que era razonable. Así que, cuando su madre la había invitado a una cena familiar, le había parecido la escapada perfecta.

      Llegó alrededor de las seis, como le habían pedido, y se encontró a Dakota, Finn y Hannah.

      –¿Quién es mi chica favorita? –preguntó quitándole el bebé a su hermana y abrazándola con fuerza.

      –¡Na-na-na! –gritaba Hannah encantada mientras agitaba sus regordetes brazos.

      –Nevada. ¡Eso es! ¿Quién es mi chica lista? –la acunó y sonrió a su hermana y a su futuro cuñado–. Hola a vosotros también. ¿Cómo va todo?

      –Genial –Finn rodeó a Dakota con un brazo–. Está creciendo, como puedes ver, y gatea por todas partes. Ya intenta caminar.

      Parecía feliz y orgulloso, pensó Nevada, contenta de que su hermana hubiera encontrado a un tipo tan genial.

      Solo unos meses antes, Finn había llegado al pueblo a rescatar a sus hermanos gemelos del reality show Amor verdadero o Fool’s Gold. Los chicos tenían veintiún años y eran más que capaces de tomar sus propias decisiones, pero Finn no lo había visto así.

      Dakota había dado por hecho que nunca encontraría un amor para siempre y ya había contactado con una agencia de adopciones. Mientras se enamoraba de Finn, le habían comunicado que la habían aprobado para adoptar a Hannah, que por entonces tenía seis meses. Pero la situación se había complicado cuando se había quedado embarazada y el resultado había sido unos meses muy ajetreados.

      Ahora Finn se había trasladado a Fool’s Gold, había comprado una empresa aérea de transporte de mercancías y pasajeros y estaban planeando la boda.

      –¿Ya habéis fijado la fecha? –preguntó Nevada cuando los tres caminaban hacia la puerta principal.

      Dakota miró a Finn y después a Nevada.

      –No. Seguimos hablando.

      Finn abrió la puerta y se sumergieron en el bullicio.

      El resto de la familia ya estaba allí, junto con una perra cruce de golden retriever y labrador llamada Fluffly que hizo lo que pudo por saludar a todo el mundo lamiéndolos hasta que tuvieron que rendirse.

      –Parece que somos los últimos en llegar –le dijo Nevada a Hannah cuando el bebé miró a su alrededor y se rio al ver a toda la gente que quería.

      Ethan y su esposa, Liz, estaban junto a sus tres niños. Kent y su hijo, Reese, estaban intentando acorralar a una nada colaboradora Fluffy, mientras Montana, la otra trilliza, les ofrecía consejo. Su prometido, Simon, se mantuvo al margen y callado, como siempre hacía, pero esos días parecía mucho más feliz y más relajado. Tucker estaba charlando con Denise y... Nevada volvió a mirar. ¿Tucker?

      –¡Estás aquí! –Denise le dio una palmadita en el brazo y corrió hacia la puerta–. Ahí estás, Hannah. Ven con la abuelita, cariño.

      Hannah extendió los brazos hacia su abuela y se dejó abrazar por ella. Nevada dio un paso atrás.

      –Finn, ¿conoces a Tucker? –preguntó Denise–. Es un viejo amigo de Ethan y ahora Nevada trabaja para él. Su empresa es la que va a construir el resort y el casino a las afueras del pueblo.

      Los hombres se dieron un apretón de manos.

      –¿Qué está haciendo aquí? –le preguntó Nevada a su madre susurrando la pregunta para que nadie la oyera.

      –Está solo y he pensado que le gustaría compartir una cena en familia.

      –Le contaste a Ethan que me había acostado con Tucker y Ethan lo golpeó.

      Su madre no parecía sentirse culpable en absoluto.

      –Tenía que hacer algo. Ahora ya está avisado y podemos seguir adelante.

      Muy típico de su madre, pensó Nevada diciéndose que no tenía por qué sorprenderse.

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