Diccionario del uso correcto del español en el Ecuador. Susana Cordero de Espinosa

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Diccionario del uso correcto del español en el Ecuador - Susana Cordero de Espinosa

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Centro de Publicaciones de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador ha resuelto generosamente reimprimir este Diccionario del uso correcto del español en el Ecuador, cuya primera edición se hizo en Planeta, en 2004. Tesauro viejo ya, aunque solo cumpla dieciséis años, en una época signada por la velocidad comunicativa, cuando es tal la celeridad de los medios que nuestra propia vida se ve poderosamente cuestionada por un pasar difícilmente controlable, sumido, por momentos, en la desesperanza, y lucha por aprovechar los días, que huyen con inusitado apremio.

      Esta edición viene, sin embargo, a contradecir mi sensación de paso: el libro, su intención, su permanencia física y su presencia entre nosotros es una forma contundente de vida entre los nuestros; de un seguir hic et nunc, aquí y ahora, en el anhelo singular de comunicarnos inevitablemente más deprisa, sí, aunque precisamente por esto, con mayor exigencia de atención, concentración y dominio.

      Este DUCE anhela procurar a sus lectores comprensión, señorío de la riqueza inigualable que constituye nuestra lengua, posesión más lúcida del español como idioma materno que brilla desde un fecundo, variado y gozoso mestizaje, entre la fuerza y gracia castellano-andaluza y el fino espíritu de nuestros indios. Ha nacido de las dudas de todos, incontables lectores de veintitantos años de artículos de prensa; alumnos de cursos universitarios de distintas carreras y opciones, todos, necesitados de dominio del lenguaje, instrumento que es, por esencia, asiento del conocer y hacer humanos.

      Una exigencia de siempre, que ha de serlo también de hoy, es la de evitar que la prisa por informarnos y, en el mejor de los casos, el apuro por saber nos obliguen a andar desaliñados en los caminos del decir. Debemos reconocer la importancia del esfuerzo por profundizar cada día más en los meandros de nuestra lengua oral y escrita, y difundir el valioso alcance personal y social de su uso correcto. Si hablan español alrededor de quinientos setenta millones de seres humanos en el mundo, la trascendencia de conocerlo más y mejor es evidente: ocuparnos de esta fuente de comunicación y ciencia se vuelve primordial. Reconocen el español como lengua oficial veintidós países distintos, cada uno de los cuales cuenta con su respectiva Academia de la Lengua. En los Estados Unidos de hoy, el español pretende ser relegado por un ignorante y deslenguado mandante innominable, aunque jamás se borrará la presencia de nuestro idioma en ese gran país, al cual más de cincuenta y siete millones de hispanohablantes aportan su saber y trabajo, y donde existe una Academia Norteamericana de la Lengua Española inteligente y singularmente activa.

      Hemos readecuado nuestro DUCE respecto de las exigencias de hoy; comprende, como el de las sucesivas ediciones, un registro léxico de artículos, adjetivos, nombres, pronombres, adverbios, preposiciones, conjunciones e interjecciones, sobre cuyo uso correcto nos preguntamos a menudo: Si pertenecen o no, al español general; en qué registro, culto, coloquial, popular o vulgar los empleamos. Se ha excluido de esta primera parte el verbo, palabra esencial para formar la oración gramatical, tanto que, sin ella, no existe enunciado con sentido completo. Si disponemos las siguientes palabras en cualquier forma: Oh alma mía no a la vida inmortal pero el mundo de lo posible …, Posible lo el de mundo oh alma no a vida la inmortal pero mía…, no hemos dicho ni escrito nada con sentido; pero al introducir entre ellas el verbo o los verbos necesarios, nos deslumbra la luz de su significado: Oh alma mía, no aspires a la vida inmortal, pero agota el campo de lo posible. Esta hermosa sentencia, repetida por Albert Camus, pertenece a Píndaro, el más grande de los grandes líricos griegos.

      Por la importancia del verbo, por el vigor y la riqueza de la conjugación española, se entregan, en capítulo aparte, los modelos clásicos de las tres conjugaciones en –ar, -er, -ir, amar, temer, partir, además de aquellos verbos que, siendo regulares, presentan cambios ortográficos en algunas personas y tiempos; se proponen modelos que ilustran estas dificultades y les dan respuesta. Respecto a los llamados verbos irregulares, se entrega la conjugación de cada uno de los que tienen irregularidad propia y modelos o patrones de verbos con irregularidades vocálicas o consonánticas. El arte de conjugar es esencial para la expresión oral y, singularmente, para la escrita: solo si conjugamos con propiedad los verbos, podremos aprender la concordancia correcta de sus tiempos para la perfección de nuestras oraciones y párrafos. Se entregan en los artículos pertinentes, ejemplos de oraciones que incluyen el régimen del verbo, es decir, la preposición con la cual este se construye, según su significado. Por supuesto, se pone énfasis en peculiaridades ecuatorianas del uso de ciertos verbos, reveladoras de nuestra idiosincrasia, sobre todo en lo relativo a la rica conjugación perifrástica con gerundios, por influencia del quichua: dar diciendo, dar haciendo, dejar abriendo, mandar sacando, etc., originarias de la Sierra centro, y conocidas en todo el Ecuador.

      Cuando lo consideramos indispensable, para ilustrar mejor las respuestas a las dudas que suscitan ciertos términos, hemos creado ejemplos apropiados, tanto del error, cuando, obviamente, de la corrección que se precisa.

      Nuestro DUCE incluye, sin intención alguna de censura, ecuatorianismos registrados en el DLE, o no registrados aún. Es sabido que a lo largo de la historia del español en América, escritores como el gran tradicionista peruano Ricardo Palma, apoyado singularmente por nuestro sabio expresidente, lingüista, botánico y académico don Luis Cordero Crespo, presentó a la Real Academia de la Lengua, al conmemorarse cuatrocientos años del ‘Descubrimiento de América’, en 1892, largas listas de americanismos que nombraban ‘las cosas nuestras’, cuyas inclusión en el diccionario general fue rechazada entonces. Hoy, al contrario, tenemos la impresión de que se aceptan panhispánicamente demasiados términos, sobre todo los anglicismos que designan cuanto se relaciona con el portento de la informática.

      Pero antes de ir a ello, hay aún una tercera parte en este DUCE, que trae apéndices sobre cuestiones fundamentales de lexicografía y gramática, como la acentuación, la puntuación. Evoco al inolvidable maestro jesuita Miguel Sánchez Astudillo, quien en sus cursos ponía singular énfasis en este capítulo; puntuar bien era para él, muestra del claro talento del escritor y, a la inversa… Para no abundar, remito al lector al índice, donde encontrará capítulos singularmente necesarios y, a la vez, concisos y claros.

      Por último, y esta es la parte nueva de este libro, hemos trabajado los Suplementos lexicográficos cuyos títulos muestran a ustedes su oportunidad y necesidad. Se trata, en breves palabras, de términos correspondientes a sendos capítulos sobre léxicos relativos a diversidad sexual, música ecuatoriana e informática, cuyos términos no se hallan oficialmente establecidos –muchos de ellos son todavía extranjerismos que escribimos, como lo pide la norma, en cursiva, pero que no tienen equivalente apropiado, definitivo ni ‘oficial’ en nuestra lengua y, sin embargo, la invaden y seguirán usándose aunque, tantas veces, sin suficiente discriminación. Este diccionario no podía dejarlos de lado. Era indispensable destacarlos en capítulos distintos, y eso hemos hecho; de otra forma, se habrían perdido entre el vocabulario que colma los primeros capítulos y apéndices ya citados.

      El valor de estos Suplementos radica en que responden a nuevos ‘constructos’ socioculturales, que revelan cambios en nuestra existencia, por una parte, y en nuestra concepción de ella, por otra. Significan exigencia de conocimientos lexicográficos inimaginables hace solo veinticinco años, pero imprescindibles hoy.

      Sus definiciones, largamente discutidas, buscaron la mayor precisión, a la vez que la adecuación a las definiciones de otros países.

      Repito con agradecimiento doblemente cabal y apremiante, parte sustancial del párrafo con que terminaba el prólogo de las ediciones anteriores de este libro, además de hacer justa referencia a la actualidad:

      “He de agradecer al único y cercanísimo colaborador de esta obra, mi hijo Alfredo Espinosa Cordero, quien de modo directo y constante ha apoyado mi trabajo con su fino talento, su perspicacia estética e idiomática y su lúcida crítica. A él debo la primera y difícil selección de viejos artículos míos sobre temas idiomáticos que no se escribieron en computadora, y mucho de lo atinente al capítulo de los verbos”.

      Hoy,

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