Chicos de la noche. Bárbara Cifuentes Chotzen

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Chicos de la noche - Bárbara Cifuentes Chotzen страница 13

Chicos de la noche - Bárbara Cifuentes Chotzen

Скачать книгу

Es demasiado tema de muertos por un día.

      —Pues prepárate porque ni siquiera hemos encontrado el hechizo, es mejor ni imaginarse cómo será cuando lo usemos.

      —Cállate y deja de recordármelo, que gracias a ti voy a pasar la escena más traumática de mi vida.

      Suelto una pequeña risa por su peculiar manera de referirse a las cosas y me dispongo a ver mi celular y jugar un juego mientras espero a que mi amigo se aburra o descubra algo. En eso me paso la siguiente hora, comiendo palomitas del pote que ya va por la mitad. Ya he perdido unas veinte veces e iba por la número veintiuno cuando el moreno cierra el libro de golpe y lanza un suspiro realmente agotado. Bloqueo la pantalla de mi móvil y fijo la mirada en sus ojos castaños.

      —¿Aún nada? —pregunto, hundida en el cojín.

      —No, por lo menos no algo que me parezca lo indicado.

      Aprieto los labios en señal de disgusto, tratando de contener las emociones. Estira la mano para tocarme un hombro y vuelve a hablar:

      —Lo encontraremos, ¿sí? Te prometo que salvaremos a Chuck.

      Asiento profundamente agradecida de no estar en esto sola y, más aun, de tenerlo a él para ayudarme. Me lanza una de sus brillantes sonrisas y agrega, prendiendo la televisión:

      —Ahora, me prometiste un descanso de todo esto así que... ¿te parece Netflix?

      —Algo romántico o una comedia, por favor. Es lo que necesito —pido, desperezándome sobre el sofá.

      —A la orden, capitana.

      Hace un saludo militar y comienza a buscar, hasta que se decide por una comedia que ya hemos visto, pero que viene bien después de todo lo que hemos estado haciendo.

      Nos pasamos las siguientes horas comiendo y evitando todo lo que está por pasar, tratando de deshacernos de nuestras preocupaciones, por un breve intervalo hasta que tengamos que regresar a lo que para nosotros es la realidad.

      Una bastante extraña para un par de adolescentes.

      ****

      A la mañana siguiente me despierto con los gritos de la madre de Floyd que creo que lo está regañando por el hecho de que nos quedamos dormidos sobre el sofá y dimos vuelta el recipiente con las palomitas que quedaban en él, derramándolas por todo el sillón.

      —Ve a limpiar eso ahora mismo —le ordena la madre, que tiene el cabello del mismo color que su hijo, atado en una cola en lo alto de la cabeza, disimulando así las pocas canas que tiene—. Hola, Verónica. ¿Cómo has estado?

      —Bastante bien. ¿Y usted? —digo con monotonía.

      No le voy a decir las cosas que me han estado pasando por la mente y la completa verdad de lo que ha sido de mí últimamente. La señora Clarson está a punto de contestar, cuando Floyd interrumpe nuestra conversación.

      —¿En serio, mamá? A ella la saludas como si fuera tu hija y a quien de hecho es tu hijo, lo primero que haces es retarlo. Ni un “Hola hijo, ¿cómo dormiste?” o un “Buenos días, Floyd” —se queja dramáticamente. Nos reímos por la manera de actuar del moreno, es imposible no hacerlo si se trata de Floyd y sus complejos de rey.

      —Si te preocuparas de ser un mejor anfitrión, a lo mejor te ganarías mi cariño —agrega su madre. Mi amigo hace un puchero mientras me echa del sillón a empujones para poder limpiarlo.

      —Es Verónica, no necesita un buen anfitrión en esta casa.

      Mientras me estiro, veo como la señora Clarson se acerca a nosotros para lo que creo que es ayudar a su hijo, pero no. De a poco se va acercando a la mesa de centro y no soy capaz de anticipar sus movimientos. La mujer toma con sus huesudas manos el libro que reposaba sobre el mueble y lee el título.

      —¿La parada de las almas? ¿Qué andan leyendo?

      Comienza a hojearlo de a poco, mi amigo se endereza al escuchar hablar a su madre. Me lanza una mirada para que haga algo y yo no puedo reaccionar, es como que las señales de mi cerebro no llegaran al resto del cuerpo.

      —Los guardianes, las facciones, facción dos: Buscadores de cuerpo… ¿Qué es todo esto?

      Mis ojos se abren a más no poder al escucharla leer el título en una de las hojas pasada la mitad. Le devuelvo la mirada a Floyd, quien se apresura a quitarle el libro a su mamá y luego lo deposita sobre la mesa.

      —Es solo para una investigación que Verónica está haciendo —le explica, lo que algo de cierto tiene, empujándola por la espalda—. No sé cómo esperas que limpie todo esto si no me das una bolsa. Lamentablemente, se acabaron. ¿Podrías ir a comprar más, ma?

      Le hace entrega de las llaves que la madre dejó en la mesa al entrar, la empuja fuera de la casa y le cierra la puerta en la cara.

      Cuando salgo de mi entumecimiento, corro a buscar la página que, gracias a Dios, la señora Clarson ha dejado algo arrugada y procedo a leer, con Floyd pegado a mí.

      Su madre había encontrado el resto de la información que necesitábamos. Ahora solo falta desenterrarlo, recitar el hechizo y que este funcione.

      Y, más importante aún, protegerlo de la muerte una vez más.

       07

      —Yo no voy a leer eso —objeta Floyd cuando terminamos de leer, apuntando a la página con el dedo índice y con una mueca de repulsión. Cierro el libro, preocupándome de marcar la página antes, y lo dejo sobre la mesa.

      —No te preocupes, sabía perfectamente que yo iba a ser la que lo leería —respondo, echándome en el sillón. A pesar de que acabamos de despertar, mi cuerpo me pide a gritos que entre en un estado de hibernación eterno y no me preocupe de nada—. Lástima que no sé latín.

      —Oh!! Siempre existe algo llamado traductor —contesta el moreno tirándose a mi lado. Estira su brazo hacia atrás y saca una palomita de las profundidades del sillón. Prometo que pensé por un segundo que se la iba a comer, pero en cambio la lanza hacia la televisión, donde rebota y cae al suelo.

      —Algo me dice que es mejor recitarlo en el idioma en el que está escrito ¿No te has fijado que siempre lo hacen en el idioma original? Yo lo voy a hacer así también. Pronunciaré todo tal como se lee y ya está.

      —Como quieras, pero si no funciona ahí voy a tener que estar yo con la traducción para sostener tu feo trasero —se queja. Toma el libro de la mesa y comienza a leer una vez más—. Creo que la tendría lista para esta noche, ¿lo quieres hacer?

      —Mientras antes mejor. Juntaré todo lo que necesitamos y lo meteré en el maletero de tu auto. ¿Nos juntamos a las once de la noche? —pregunto, y me dispongo a escribir en mi móvil la lista de lo que necesitamos.

      —Está bien.

      Me hace entrega de las llaves de su vehículo que tenía en el bolsillo y me echa una mirada al recordar algo.

      —Vamos a abrir una tumba, luego le vamos a poner la tierra de vuelta, ¿qué pensarán cuando vean la tumba fresca de alguien que se

Скачать книгу