Chicos de la noche. Bárbara Cifuentes Chotzen

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Chicos de la noche - Bárbara Cifuentes Chotzen страница 3

Chicos de la noche - Bárbara Cifuentes Chotzen

Скачать книгу

lo sé, en realidad. Pero no me veo con el valor de arriesgarme. ¿Comprendes lo que intento decir?

      —Creo que sí. Aunque te dejo en claro en este momento que esta no será la única vez que intente arrastrarte fuera de tu cueva, Verónica —dice él, aligerando el tono.

      —No me queda ninguna duda de eso —reconozco tratando de sonar despreocupada. Lamentablemente, mis cambios de humor no son tan drásticos como son a veces los de Floyd—. Y yo te dejo claro: No me arriesgaré a perder a Charles, no sé si, después de todo, pueda afrontarlo.

      Llena de dudas, prefiero mirar hacia el frente.

       02

      Al caer la noche, cerca de las diez, me preparo para meterme a la cama. Algo temprano para una adolescente normal, pero yo nunca he sido parte de esa categoría

      Me meto entre las reconfortantes sábanas, apago la lámpara de la mesita de noche y me tapo con el cobertor hasta el cuello, ha estado haciendo frío últimamente y este día no ha sido la excepción. Repaso mentalmente lo que tengo para contar y finalmente caigo dormida por la agitación del día.

      Despierto repentinamente de mi ensoñación sobre lagunas con focas, soy rara, no pregunten. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que me acosté, pero sé que es hora porque a pesar de estar despierta no consigo moverme, no me altera este hecho ya que es costumbre, 1.825 noches después ya se me ha hecho normal.

      Abro la boca y lanzo una exhalación, esa parte del cuerpo es la único que siempre he podido mover, ni Charles ni yo sabemos por qué, pero es un fenómeno muy extraño. Mentalmente me digo que ya estoy lista.

      —¿Chuck? Eres tú, ¿verdad? —articulo con habilidad. El pasar de los años me ha facilitado mucho el hablar en estas ocasiones. Al principio eran palabras huecas y costosas, actualmente salen como si lo hubiera estado haciendo por cinco años, exactamente lo que he hecho.

      —¿Quién más te acosa por las noches?

      Se hace audible su voz en la penumbra, con su tono grave resonando en el silencio. La risa se escapa de mi garganta y trepa por las paredes de la habitación.

      —Adoro tu risa.

      —Me lo has dicho —comento yo, quieta como una roca; tampoco es que tenga otra opción.

      —Es que de todas las veces que escuché a alguien reír en mi otra vida, ninguna me ha gustado tanto como la tuya —se justifica. Acepto su opinión, después de todos son sus gustos, no los míos.

      —Lo que digas. Louis se me acercó de nuevo hoy —comento para sacar tema, no sé por qué ese, pero si de algo me he dado cuenta es que con Chuck puedo hablar de lo que sea con total libertad y él nunca se aburrirá.

      —¿Es que acaso nunca se cansa? ¿Qué te dijo esta vez? —pregunta con fastidio, pero sé que en realidad está feliz, siempre lo está, sin importar qué atrocidad le cuente, él está feliz de conversar.

      Y eso se puede entender, según lo que me ha dicho nunca pudo encontrar su cuerpo, por lo que no pudo ser libre. Es como cuando los ángeles de Navidad tienen que encontrar sus alas, Chuck busca su cuerpo, así de satánico suena. Me contó que desde que es alma no tenía ningún propósito, esto le dio la idea de ser un fantasma de la parálisis para así encontrar a alguien con quien hablar. Buscó hasta que me encontró a mí. Por supuesto que yo era muy pequeña, tenía solo once años, pero lo recuerdo todo muy bien, aunque con el tiempo me acostumbré y ahora es mi amigo. Le prometí que le ayudaría a encontrar lo que tanto busca, es decir su cuerpo, a lo que me respondió que no tenía tanta prisa. Pero lo que no entendí, y se lo pregunté, fue que si, según lo que me dijo, llevaba muerto varios años, su cuerpo debería estar en estado de descomposición. Me explicó que para los buscadores de cuerpos había dos opciones: Encontrar su cuerpo y que este comience a descomponerse para que el alma sea libre, o adoptar el cuerpo, que es muy arriesgado y casi nadie opta por eso. Él dice que aún no decide cuál de las dos elegir, pero tiene tiempo.

      Quise preguntar más, pero dijo que ya había dicho suficiente. “Cuando necesite tu ayuda sabrás más y sé que estarás ahí para mí, pero necesito ahora que no investigues sobre mí, no todavía”, fueron sus palabras exactas, y planeo darle en el gusto.

      Y eso es lo que nos lleva a la actualidad. Las conversaciones se hicieron constantes, todas las noches durante cinco años, como ya he dicho. La comodidad y la confianza llegaron muy pronto. Y no lo cambiaría por nada, porque por más raro que suene, es la verdad. Le tengo cariño a un fantasma.

      ¿Ven? Ya dije yo que soy anormal. Por eso, nunca se lo he dicho a nadie más que a Floyd, cualquier otra persona me internaría en un loquero de inmediato. Y no lo juzgaría. Esta es la razón por la que mi psicóloga y mis padres saben solamente sobre la parálisis, jamás les contaría sobre Charles.

      —Espero que Louis eventualmente se vaya a aburrir, así lo espero —digo, motivando la risa grave de mi amigo—. Me pidió lo típico, una cita, este viernes.

      —¿Le has vuelto a decir que no?

      —Sep. No tengo ganas de salir con Louis. Además, ya tengo una cita contigo.

      —¿Sabes lo mal que eso suena considerando nuestra situación? —pregunta él, con un toque de repulsión.

      —Por supuesto.

      Nuestras risas resuenan a dúo y no puedo evitar sonreír cuando cesan. Todo esto es extraordinario.

      —¿Por qué no sales con él? —pregunta, después de unos segundos de silencio.

      —¿Hola? ¿Has escuchado todo lo que te he dicho de Tomarelli? No es un mal chico, pero a mí no me va. Ya te lo he dicho, no me da la gana.

      —Tú y yo sabemos que esa no es la verdadera razón.

      —¿Si ya la sabes para qué preguntas?

      Odio cuando se pone así, odio este tema. No salgo porque no quiero. Punto.

      —Quiero oírte decirla. No puedes dejar de vivir solo porque yo ya no lo hago, Verónica. Sabes que Louis no es el único chico que intenta arrastrarte fuera por las noches. Floyd, y sé que otros más, también. Deberías salir.

      —No quiero perder una noche contigo, es más fácil y es mejor hablarte a ti que salir a hacer quién sabe qué. Amo a Floyd, pero en las noches estoy ocupada y lo sabe —contraataco.

      —Puedes salir en las noches, tienes mi permiso, si eso es lo que buscas. Puedes llegar tarde y ten por seguro que a la hora que sea que estés dormida yo te visitaré, soy tu parásito —apunta—. Si sigues así te quedarás sola por siempre. Sal a disfrutar la vida de un adolescente, yo lo hice, es tu turno.

      —Pues si me quedo sola por el resto de mis días, te tendré a ti. No necesito vivir lo que todo chico vive, no soy como ellos.

      No estoy dispuesta a ceder en esto.

      —Si tengo que dejar de venir en las noches para que salgas lo haré. Sé perfectamente que puedes conocer a alguien en el día, pero créeme, te estás perdiendo algo si no te arriesgas.

      —No, no me harías eso. Está bien, saldré si tanto quieres, pero no me dejes —le suplico.

Скачать книгу