Chicos de la noche. Bárbara Cifuentes Chotzen

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Chicos de la noche - Bárbara Cifuentes Chotzen страница 7

Chicos de la noche - Bárbara Cifuentes Chotzen

Скачать книгу

a la rubia y a Floyd, quien acaba de regresar de su ronda de saludos.

      —Vengo cuando puedo —responde mi amigo—. Ahora te tengo que presentar a los demás.

      Me rodea la espalda con el brazo y me empuja hacia los chicos. Logro captar los nombres de casi todos; Sam, Rudy, Ralf, Dan y Mona. Quedan unos cuantos chicos que no alcanza a presentarme ya que se cambian de grupo a cada rato, van y vienen.

      —No puedo creer que Mila y Floyd te hayan escondido de nosotros todo este tiempo —dice Sam, sacando el triángulo que ordena las pelotas de la mesa de billar.

      —Mi amiga aquí no acostumbra a salir mucho —dice Floyd, rodeándome los hombros. Se echa un sorbo del vaso y me lo da para ir en busca de un taco.

      —¿Y por qué es eso, cariño? —pregunta Rudy acercándose a mí.

      —Porque es rara, solo mírenla —contesta mi amiga, riéndose a mi costa.

      —Está en lo cierto, pero lo aprendí de ella.

      Consigo que los chicos se rían con ese comentario. Justo cuando Mila iba a defenderse, una voz conocida resuena a mis espaldas.

      —Que alguien me diga que estoy soñando. La única e inigualable Verónica Boltron aquí mismo, en una fiesta del Club Colors.

      —Louis Tomarelli. No pensaba encontrarte aquí —digo, acercándome a él—. Color rosado—comento al verle la bandana que le cruza la frente.

      —¿Tú no esperabas verme a mí? Créeme que yo estoy más sorprendió de verte a ti aquí. Y mucho más de verte con Rudy Desmond.

      —Cállate, Louis —le ordena ella.

      ¿Me perdí algo? Porque creo no estar siguiéndole el hilo a esta conversación.

      —¿Se conocen? —pregunto, incrédula.

      La chica asiente y luego con un movimiento rápido y una mirada dura se interna entre el gentío. Louis la mira alejarse y luego se vuelve a mí tendiéndome una mano.

      —¿Bailamos? —pregunta, con una sonrisa.

      Para ser honesta estoy a punto de negarme, pero luego recuerdo las palabras de Charles y como sonaba urgido porque me diera la oportunidad de conocer gente, de vivir. Un solo baile no le haría daño a nadie y de seguro a mi amigo fantasmal le hará gracia cuando se lo cuente.

      Así que, sin más, dejo el vaso en la mesa de billar y acepto su mano. Caminamos hasta la pista de baile y al volverme me encuentro con la mirada pícara de Floyd, quien me alienta a aprovechar la noche.

      Bailo casi toda la noche, moviendo mis caderas al ritmo de la música, cantando y riendo. Es una de las mejores noches de mi vida y, a pesar de que Louis no es de mis personas preferidas, ni a la que más cariño le tengo, lo he pasado de fábula.

      Sentada en una esquina de la mesa de billar espero a que mi amigo termine de hacer la jugada para arrastrarlo a casa. Le pega a la bola blanca, haciendo que la azul caiga en un agujero y me bajo de un salto del mueble.

      —Floyd, creo que ya es hora de irnos —digo, acercándome a él y llamando su atención con los dedos—. Teníamos un acuerdo, ¿recuerdas?

      —¡Que eres pesada! Está bien, vamos.

      Me agarra por los hombros, empujándome hacia el círculo para despedirse.

      —Iugh, estás pegote —se queja, al hacer contacto con mi piel.

      —Obvio que sí, estuve bailando casi todo el rato —me defiendo—. Ahora despídete rápido, quiero llegar a casa.

      —¿Cómo? ¿Se van tan temprano? —pregunta Sam, interrumpiendo su conversación con el grupo y acomodándose las gafas. Los demás se dan vuelta al darse cuenta de lo que estamos hablando.

      —Si son apenas las doce y media, quédense un rato más —objeta Dan, bebiendo de un vaso con un brillo malicioso en sus ojos oscuros como la noche.

      —Lo sé, pero tengo que...

      Justo en ese momento mi mente piensa que es el indicado para quedarse en blanco.

      —Ayudar a su madre, con unas cosas, muy cososas —dice Floyd, tratando de rescatarme. Me golpeo la frente con la palma extendida y esta vez soy yo la que lo comienza a empujar a él.

      —Adiós, chicos, me la pasé excelente. Pero, ¿“cosas muy cososas”? Floyd está realmente borracho, parece.

      En ese momento mi amigo capta lo que estoy haciendo y comienza a actuar como que hubiera bebido demasiado para salir de ahí sin dar muchas explicaciones. No somos los seres más ingeniosos que existen, pero esto es suficiente.

      Nos despedimos lo más rápido posible y con dificultad caminamos entre la gente hasta llegar a la puerta por la que ingresamos. El moreno está a punto de abrirla, pero una voz gritando mi nombre nos detiene antes de dejar el lugar.

      —Verónica —dice Louis, jadeando por el esfuerzo—. ¿Vendrás mañana? —pregunta, nervioso. No puedo evitar sonreír y echarle una mirada a Floyd, quien sonríe de la misma manera. Le fascina ver a Louis en este estado.

      —Probablemente —respondo, con sinceridad. Venir mañana viernes y hacer lo mismo que hoy me parece una idea genial.

      —Bien, bien —dice, mientras se pasa la palma por la nuca—. ¿Crees que nos podríamos juntar antes y venir acá luego? Digo, ¿te gustaría?

      —Claro, lo hablamos mañana —le digo. Todo esto después de pensar y recordar lo que Chuck repitió. No me gusta Louis, pero igualmente yo debería aprender a ceder un poco.

      —Genial.

      Luego de eso se va torpemente. Como si le consumiera la vergüenza, y eso me sorprende un poco ya que estamos hablando del espontáneo Louis.

      —¿Quieres seguir viniendo? —me pregunta mi amigo, ya una vez dentro del ascensor.

      —Sí, me ha gustado, no puedo esperar a contárselo a Chuck —digo, sonriendo como una cría. Él me sonríe de vuelta.

      —Bien, pediré que te hagan una tarjeta para que puedas entrar si es que alguna vez no te puedo traer yo o Mila —dice, caminando hasta el auto.

      —O Louis —aporto yo abriendo la puerta del pasajero.

      —¿Ahora vas a comenzar a salir con él y te vas a olvidar de mí? —pregunta dramáticamente, internándose en el vehículo.

      —No seas tonto, yo nunca haría eso —digo, y le pellizco el brazo entre risas, obligándolo a sobarse el lugar afectado antes de poner el coche en marcha—. Ahora llévame a casa, tengo una gran conversación con Chuck por delante. Gracias, por cierto, no sabía de lo que me perdía.

       04

      —Me alegra realmente que lo hayas pasado bien. Te dije que no te arrepentirías —me dice Charles cuando termino de contarle todo sobre el Club Colors.

      Apenas

Скачать книгу