Cómo "hacerse el sueco" en los negocios con éxito. Federico J. González Tejera

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España, SA

      Cuando comencé a escribir estas notas, a principios del año 1999, todos los libros que había leído sobre los suecos, sobre su estilo de vida o su modo de trabajar, estaban escritos desde su propia perspectiva; ninguno, desde la de un autor extranjero.

      Con el tiempo, según iba investigando, descubrí algunos de estos que habían escrito sobre los suecos y su estilo de management. Pero la verdad es que muy pocos podían hacer gala de apoyarse en una experiencia cotidiana, de más de mil días trabajando con ellos. Y, prácticamente, ninguno, además, había tenido tal experiencia en su entorno, en la misma Suecia.

      También con el tiempo, me fui dando cuenta de que esto era lo que podía hacer de este libro un producto intelectualmente diferente para los lectores, dado que sería capaz de aportar un valor añadido a la discusión sobre el comportamiento empresarial de los suecos. No cabe duda de que existen muchos libros, algunos de ellos excelentes, sobre el estilo del mánager sueco. Pero pocos cuentan con tantos ejemplos, surgidos en el trabajo del día a día, como este. Y hay aún menos que aporten una visión proveniente del choque cultural que resulta de enfrentar la manera latina de hacer las cosas con las maneras suecas.

      Yo llegué a Suecia a principios de 1998, sin tener la más mínima idea de cómo era la sociedad o el pueblo sueco. Desde entonces, he vivido en primera persona los malentendidos y las sorpresas con que puede encontrarse cualquiera que trabaje allí.

      El aprendizaje que se obtiene cuando experimentas por ti mismo, en el propio país, las consecuencias de las diferencias culturales, en el trabajo o en la calle, en la farmacia o en una fiesta, es distinto al que se obtendría en un terreno más neutral.

      Trabajar con ellos es una cosa. Trabajar y vivir con ellos, en su país, es otra. Sufres al día siguiente los errores cometidos en el anterior, y debes adaptarte al entorno para sobrevivir. Estoy convencido de que esto te obliga a interiorizar de otra forma ese aprendizaje que nombro. La experiencia es significativamente más relevante que la que se obtiene de leer un manual sobre uno u otro tipo de management e incluso de la que proviene del solo hecho de trabajar con ellos.

      Durante el tiempo que viví en Suecia, y en el que ocurrieron todos los hechos que luego relataré, yo desempeñaba, desde el punto de vista profesional, el puesto de Director del Departamento de Marketing para los países nórdicos, en una compañía americana de productos de gran consumo. Como tal, fui responsable no solo de la motivación y del manejo de las personas de ese departamento, sino también de hacer planes de marketing eficaces para el mercado de los cuatro países nórdicos (Suecia, Dinamarca, Finlandia y Noruega).

      Esta responsabilidad me forzó a desarrollar un entendimiento en profundidad de la forma de actuar, no solo de mis empleados y colegas suecos, sino también de los consumidores nórdicos y sus hábitos. A partir de estas dos fuentes de conocimiento, he intentado encontrar lo que está detrás del comportamiento del directivo sueco: cuál es su origen, y cuál la conexión entre su postura y lo que socialmente es aceptado como comportamiento ideal.

      El hecho de que una de las tareas que allí tuve que desempeñar fuese el desarrollar, en la gran mayoría de las marcas de gran consumo que vendíamos, nuevas campañas de publicidad y nuevos planes de marketing, me permitió comprender cómo los consumidores reaccionaban a diferentes tipos de incentivos y de estímulos. El proceso, primero, de captar por qué la mayoría de las campañas que utilizábamos en otros países no funcionaban allí, y, después, ponernos manos a la obra hasta conseguir publicidad que según nuestros tests fuera considerada efectiva, me ofreció una oportunidad adicional y única de aprendizaje.

      Este esfuerzo por entender tanto a mis «consumidores» como a la gente que trabajó conmigo, durante casi tres años, durante sesenta horas por semana, es la fuente fundamental de experiencias y enseñanzas que me gustaría compartir con el lector.

      Vivir allí físicamente esos mil días me brindó la oportunidad de conocer bien otras áreas de la vida sueca, más allá de la estrictamente profesional, lo que me permite añadir a este libro una tercera dimensión de experiencias: una visión social que creo definitivamente complementaria de las ya mencionadas de consumidores y empleados. Y me atrevería a decir que no solo es complementaria, sino también amplificadora, ya que posibilita un encuadre más completo de ambas.

      El hecho de que la mayoría de la información escrita sobre Suecia y los suecos se deba a ellos mismos, y en el mejor de los casos a extranjeros que no han vivido allí durante largas temporadas, fue sin duda uno de los factores que más me influyó a la hora de comenzar a hilvanar las notas originales del libro. Aunque debo admitir que nunca estuve seguro de si el trabajo que inicié en la habitación de algún hotel de alguno de los cuatro países mencionados iba o no algún día a llegar a ver la luz.

      Confieso que cuando comencé a escribir tenía varios motivos desde el punto de vista racional y otros tantos desde el emocional que me impulsaban a volcar en el papel mis experiencias.

      Desde el punto de vista emocional, el primer motivo fueron los propios suecos. Siempre que compartía la idea de escribir un libro sobre ellos, siempre que contaba alguna de las anécdotas vividas, cada vez que mostré alguno de los capítulos a mis conocidos o a mis amigos suecos, obtenía el mismo respaldo, el mismo ánimo para dar cuerpo a estas notas. He de reconocer que, en alguna ocasión, fui alentado con más de una copa, y por tanto los comentarios quizá pecaran de cierta euforia, pero creo que, en general, a todos mis amigos y colegas les gustó la idea y siempre me dieron ánimo para seguir adelante y conseguir que el libro fuese acabado y publicado. Los suecos son diferentes, lo saben y, en el fondo, les gusta. Así que ¿qué mejor que otro libro que hable de ellos?

      El segundo motivo fue el ánimo de Begoña, mi mujer. En las conversaciones que manteníamos al volver del trabajo durante las numerosas «tardes de oscuridad», me empujaba continuamente a que escribiese las cosas que me ocurrían, como una forma de registrar nuestra experiencia. Muchos días, cuando le contaba mis impresiones sobre los suecos, me solía decir: «Fede, tienes que reflejar todo esto de alguna forma; que no se convierta en anécdotas que vas olvidando con el tiempo». Luego, cuando salíamos algún día o venían amigos a casa y yo les contaba alguna de esas anécdotas, me miraba, como diciendo: «Lo ves, tienes que escribirlo, sino lo olvidaremos». La verdad es que no le faltaba razón. Habíamos vivido ya juntos más de seis años fuera de España y experimentado también juntos cuán diferentes son otras culturas, pero la verdad es que el tiempo hace que muchos de los aprendizajes se conviertan en meras anécdotas que se olvidan. Ella —dicho queda— solo me empujaba a que todo aquello no se desvaneciese con el tiempo, y pudiéramos siempre recordar lo aprendido.

      En tercer lugar, nuestro tercer hijo, Federico, nació en Suecia. Y aunque, por causas legales, no tendrá la nacionalidad sueca, tanto a Bego como a mí nos gustaba la idea de que en el futuro mantuviese una relación estrecha con su país de origen. Y en este sentido, el libro podría ayudarle. También podría ayudar a Bego Jr. y a Mayte a recordar su grata experiencia.

      Desde el punto de vista racional, también hubo motivos de peso. ¡Otra vez tres!

      En primer lugar, creí y aún creo que hay muchos elementos positivos en los valores suecos, tanto de la vida en general como de los negocios en particular, de los que podemos aprender en otras culturas.

      Suecia se ha convertido en uno de los países de Europa occidental de mayor éxito económico en el último siglo y es miembro destacado en los foros internacionales. Hay muchos aspectos de esos valores a los que aludo, que si se entienden bien y

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