Portugueses y españoles. Federico J. González Tejera

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Portugueses y españoles - Federico J. González Tejera Minerva

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me ha forzado a desarrollar un entendimiento en la forma de actuar, no solo de mis empleados y colegas portugueses, sino también de los españoles. Debido a mi cargo, al mismo tiempo he tenido la fortuna de participar en diversos foros sectoriales y de conocer a muchos profesionales portugueses. Adicionalmente, durante el tiempo que he vivido en Portugal he tenido ocasión de hacer amigos portugueses y de visitar el país de casi un extremo al otro. He hablado con muchos portugueses en distintos lugares y en diversas situaciones.

      A partir de estas tres fuentes de conocimiento, he intentado encontrar lo que está detrás del comportamiento y de las relaciones entre los dos países.

      Este esfuerzo por entender tanto a mis empleados y colegas portugueses como a los españoles con los que trabajábamos, las experiencias de muchos colegas en situaciones parecidas, así como mis experiencias como ciudadano de a pie son la fuente fundamental de aprendizajes que me gustaría compartir con el lector.

      Confieso que, cuando comencé a escribir, tenía varios motivos que me impulsaban a volcar en el papel mis experiencias.

      El primer motivo fue la propia situación de debate en los medios de comunicación y en el empresariado portugués sobre las relaciones con España. Siempre que leía algún artículo, de los muchos publicados durante mi estancia en Lisboa sobre la «amenaza española», siempre que escuchaba puntos de vista de uno y otro lado, sentía la necesidad de estructurar mi propio punto de vista sobre el tema. Estaba, y aún lo estoy hoy, convencido de que el tema iba a seguir candente durante los próximos años, así que pensaba que las reflexiones de alguien «un poco en el medio», podrían ayudar a centrar el debate y a abrir puertas.

      El segundo motivo fue el ánimo de Begoña, mi mujer. En las conversaciones que manteníamos al volver del trabajo, me empujaba continuamente a que escribiese las cosas que me ocurrían, como una forma de registrar nuestra experiencia. Muchos días, cuando le contaba mis impresiones, me solía decir: «Fede, tienes que reflejar todo esto de alguna forma; que no se convierta en anécdotas que vas olvidando con el tiempo». Luego, cuando salíamos algún día o venían amigos a casa y yo les contaba alguna de mis teorías o anécdotas, me miraba, como diciendo: «¿Lo ves?, tienes que escribirlo, si no lo olvidaremos». La verdad es que no le faltaba razón. Yo acababa de publicar un libro sobre nuestras vivencias y aprendizajes, tanto personales como profesionales, en Suecia (donde habíamos vivido los tres años antes de venir a trabajar a Portugal). El hecho de haberlo escrito y publicado nos había alegrado mucho, ya que nos permitía mantener vivo el recuerdo de experiencias, aprendizajes y de muchas personas que nos acompañaron en el proceso. Y después de algún tiempo en Portugal, pensábamos que las relaciones entre España y Portugal, nuestros aprendizajes y experiencias merecían el mismo trato.

      En tercer lugar, pensaba que un libro de estas características podría ayudar a toda una generación de españoles y portugueses que, yo creo, van a trabajar conjuntamente de forma creciente en los próximos años. Para los españoles que trabajen en Portugal o con portugueses, y en especial para los madrileños (luego explicaré por qué en especial para ellos), este libro podría ayudar a que iniciasen el desafío con una mayor «sensibilidad» ante la diferencia cultural que existe entre los dos países y con un mayor conocimiento de la forma de ser del vecino. Para los portugueses que vayan a trabajar con españoles o en España, este libro podría ayudarles a hacerlo conociendo mejor cómo es su conducta y cuáles son las causas de su comportamiento.

      Antes de terminar, me gustaría detenerme en un punto que, no por evidente, merece menos atención. Yo soy español. Y es fundamental que cualquiera que lea este libro lo asimile, para así encajar mis comentarios y apreciaciones en la dimensión adecuada. Si bien es cierto que desde hace más de quince años, como he dicho, no trabajo en España y que toda mi educación y mi carrera profesional se ha desarrollado junto a ejecutivos tanto europeos como norteamericanos, deben recordarse aquellos versos campoamorianos que afirman: «todo es según el color del cristal con que se mira». Y yo no puedo negar que la óptica que utilizo, cuando hablo de las relaciones entre los dos pueblos, puede venir influida por mi propio origen. Si bien creo que, por mi trabajo y por mi experiencia, tiendo en muchas ocasiones a hablar de los españoles como «ellos», no puedo negar que yo mismo lo soy. (No obstante, y aun a pesar de la clarificación, creo que el estar «del lado portugués» durante los últimos tres años me han permitido crecer en neutralidad en mis percepciones.)

      He tratado de mantener la estructura del libro lo más sencilla posible. Después de un breve repaso de la historia de las relaciones entre los dos países en el capítulo I, se delinea un recorrido sobre las barreras que, a mi modo de ver, hacen más complicadas de lo que debieran las relaciones entre los dos países en el capítulo II. En el capítulo III se realiza un análisis sobre las diferencias en cuatro dimensiones culturales claves entre los dos países. Sigue el capítulo IV con una revisión de las diferencias en las formas de ser y pensar de los ciudadanos de uno y otro lado. Después, pasamos a ver cómo las diferencias culturales se ponen de manifiesto en el mundo de los negocios, en general, en el capítulo V y, en el día a día, en particular, en el capítulo VI. En el capítulo VII se analizan las diferencias en los estilos de comunicación, tanto en el ámbito social como en el profesional. Finalmente, en el epílogo, se abre paso a la imaginación y al futuro, aventurando mi punto de vista sobre el mismo.

      Espero que disfruten del «viaje» que a partir de aquí comienza.

      Me gustaría expresar mi reconocimiento a todos aquellos que con su paciente comportamiento me han permitido conocer cómo son los portugueses, desde el punto de vista profesional y personal, y cómo responden a distintas situaciones. Y la verdad es que debería agradecerles no solo su paciencia, sino también su cariño, su honestidad y su respeto.

      Especialmente me gustaría agradecer a todos los empleados de Procter & Gamble en Portugal. Gracias en especial a Marta Uva y a Carlos Hernández Ojeda. ¡Cuánto nos hemos reído juntos hablando de los españoles, los portugueses y los ibéricos!

      El libro no habría sido el mismo sin los valiosos comentarios y discusiones que, en distintos momentos de su escritura, recibí de Marta Uva, Antonio Sabino, Rafael Mazón, Claudia Brito, Ricardo Carrasquinho, Rui Neves Dossantos y Nuno Melo.

      No puedo más que también reconocer la contribución «espectacular» de las conversaciones que durante muchas horas, días y noches tuvimos con Tomás, Silvia, Pedro, Patricia, Quique y Carol. Serán amigos para el resto de nuestras vidas, y siempre tendremos en común las experiencias que, como españoles, vivimos en Portugal.

      Gracias con mayúsculas a Carlos Ramalho y a su mujer Ana, a Nuno Bernardo, Filipe Salsiña, Carlos Reis, Antonio Franco (Nico), Verónica, Emanuel Brito y Nuno Ogando. En algunos casos, sus experiencias de trabajo en España siendo portugueses o sus aprendizajes como portugueses al tener responsabilidades ibéricas en sus empresas; en otros, su mero interés por las relaciones entre ambas culturas o incluso sus experiencias personales, me han permitido profundizar en muchas de las realidades de los dos pueblos tanto desde el punto de vista cultural como desde el ámbito de las relaciones y percepciones de las diferencias en los estilos de trabajo y liderazgo. Las horas que hemos pasado discutiendo han sido, sin duda, en beneficio del contenido del libro.

      Gracias a Ricardo Bauluz en especial. Siempre comparto con él mis originales para que me oriente sobre «si hay o no un libro». Culpa de él es, por tanto, que se publique este. Gracias por último a Aleixandre Vasconcellos por su apoyo desde el inicio del trabajo.

      Igual que en la nota siguiente a los lectores portugueses, debo pedir a mis compatriotas, y en particular a los madrileños y castellanos, paciencia al leer las notas que siguen. Hay quien con seguridad se sentirá ofendido

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