Portugueses y españoles. Federico J. González Tejera

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Portugueses y españoles - Federico J. González Tejera Minerva

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península hasta que son expulsados en el 625. Los visigodos para esa época ya se han anexionado al pueblo suevo y dominan la península por completo.

      En el año 711, tras la derrota de las tropas del último rey godo, Don Rodrigo, los musulmanes comienzan un largo período de dominación sobre toda la península. Este dominio, sin embargo, no se extiende por completo sobre lo que hoy es Portugal, ya que, solo algunos años después de la llegada, los musulmanes abandonan la zona de los territorios de Entre-Douro-e-Minho, donde con posterioridad se fundará el condado de Portucale. En el caso portugués, la cultura y la civilización árabe solo dejarán huella en los territorios al sur del Mondego, ya que Porto y Braga se reconquistan en una fecha tan temprana como el 809, Coimbra en el 1064 y Lisboa en el 1147. Y si bien es cierto que hay huellas en su lengua, estas son inferiores a las que quedaron en la lengua castellana.

      Desde finales del siglo IX ya aparecen referencias al condado de Portucale, aunque no se tiene evidencia de la fecha concreta de creación. También en los documentos de la época hay cierta confusión sobre la propia Galicia, de la que a veces se habla como reino y a veces como condado.

      El rey Alfonso VI de León y de Castilla, casó a sus dos hijos con dos miembros de la casa de Borgoña. A uno le casó con Doña Urraca y le entregó el reino de Galicia. Al otro, D. Enrique, le casó con Doña Teresa, una hija bastarda y les entregó el Condado de Portucale.

      Enrique encabezó durante los últimos años del siglo XI un movimiento de corte independentista que iba dirigido a ganar autonomía frente al monarca leonés, de quien era vasallo. Hay quien dice que, en cierta forma, también parecía dirigido a ganar fuerza frente al vecino condado de Galicia, vasallo fiel del monarca. Pero fue su hijo, Alfonso Henriques, quien, tras una decisiva victoria en Gimaraes en 1128, se proclamó rey de Portugal con el nombre de Alfonso I. Este nombramiento como rey no se oficializa hasta el tratado de Zamora en el año 1143, en el que Castilla reconoce oficialmente a Portugal como reino independiente. El proceso en sí de la independencia no es un proceso lineal, con una fecha concreta a partir de la cual la independencia es clara, sino, más bien, un proceso dilatado.

      Tras su nombramiento, el ya rey portugués aprovechó la debilidad de los almorávides para aumentar su territorio. Les venció y siguió avanzando hacia el Sur tomando todo el territorio hasta la zona de Lisboa, la cual conquista en 1147. Más tarde, en el año 1179, Alfonso Henriques pone Portugal bajo la protección del papado y a cambio es reconocido oficialmente como rey.

      La expansión del nuevo reino fue continuada por sus sucesores, siendo significativa la toma de Faro y el Algarve en 1249 por Alfonso III. Las fronteras de Portugal quedan como en la actualidad en una fecha tan temprana como 1297 con la firma del tratado de Alcañices.

      Sobre el proceso de independencia no hay duda, según muchos de los autores que he leído, de que la nobleza local jugó un papel trascendental. En aquellos tiempos, los vasallajes a un rey u otro dependían más de las «ofertas» que en materia de impuestos, derechos, privilegios y demás hiciesen unos u otros. Y parece también que, en aquellos momentos de la independencia, existía una alta rivalidad entre los barones de Portucale y los de Galicia. A nadie se le escapa que también la Iglesia de aquellos siglos tuvo un papel relevante, ya que actuaba en muchos sentidos como la propia nobleza. Parece ser que, en aquellos momentos, la independencia de sus diócesis de las leonesas pudo aportar a los señores de la Iglesia local no pocos beneficios y derechos.

      Ahora bien, como menciona Saraiva en su libro Historia concisa de Portugal, el propio pueblo juega un papel importante en el proceso, y la independencia no es solo un movimiento del clero y la nobleza, sino que responde a una aspiración creciente por parte del pueblo llano.

      Aun a pesar de que ambas coronas inician un camino por separado a partir de la independencia de Portugal, el conflicto durante los años siguientes entre las dos fue en cierta forma recurrente. La conquista del Algarve por parte de las tropas portuguesas en 1249 dejó a Castilla sin acceso a la costa atlántica, pretensión muy útil para sus ambiciones de reconquista.

      La enemistad y distanciamiento de la corona de Castilla, que ya por aquellos años casi albergaba la totalidad del resto de la Península, llevó a los monarcas portugueses a orientar su expansión territorial hacia las costas norteafricanas. Se asumía que cualquier ambición europea estaría limitada y boicoteada por la potencia castellana.

      Cuando el rey de Portugal murió sin descendencia en 1383, Castilla no tardó en invadir Portugal, ya que legalmente creía que le correspondía. Joao de Avis venció a los españoles en la batalla de Aljubarrota en el 14 de agosto de 1385 y fue nombrado rey bajo el nombre de Juan I. Como conmemoración de aquella victoria, el nuevo rey portugués mandó construir el Monasterio de Santa María da Vitoria, más popularmente conocido como el monasterio de Batalha, que es uno de los más hermosos del país.

      En fin, como muestra de la obstinación castellana, el reinado del recién nombrado Juan I, estuvo salpicado de conflictos de todo tipo entre los dos países. Como protección ante el enemigo español, Portugal, que ya había firmado un acuerdo con los ingleses para derrotar a los españoles, une su familia real a la inglesa, casando al monarca portugués con Felipa de Lancaster. Durante los años siguientes, afloran a lo largo y ancho de la frontera entre los dos vecinos fortificaciones defensivas.

      En 1411 se firma un tratado de paz entre los dos países. Pero lo cierto es que Castilla deja claro que no quiere presencia portuguesa en su territorio, ni siquiera como ayuda en la reconquista del territorio dominado todavía por los musulmanes. En cierta forma, esta actitud de Castilla trababa el paso de Portugal a Europa, y forzó a los portugueses a orientarse hacia el Atlántico. Juan I organiza en 1415 prácticamente la primera incursión en el continente africano. Si bien pudiera ser que el «espíritu de cruzada» influyera en las primeras incursiones, la verdad es que acabó por convertir a Portugal en el primer imperio de ultramar de Europa. Aunque es Juan I quien inicia las expediciones marítimas portuguesas, es la figura de su hijo, Enrique el Navegante, la que dota a Portugal de una fuerza tremenda en la expansión marítima, con muchos años de adelanto sobre la expansión española.

      En 1415 Portugal conquista Ceuta. Madeira se descubre en 1420. Tras expediciones fructuosas por la costa de África, Vasco de Gama llega a la India en 1498. Posteriormente, Pedro Alvares Cabral conquista Brasil, entablando una rivalidad con el recién inaugurado Imperio castellano. Para finales de siglo, los portugueses comercian y colonizan un área mucho más amplia y dispersa que los españoles, cubriendo Asia con enclaves como Macao, África con enclaves como Mozambique y Angola, y América con Brasil.

      El tratado de Tordesilllas se firma en 1494 y por él los dos vecinos acuerdan la división del Nuevo Mundo entre ambos.

      En 1580, dos años después de la muerte, en 1578, del rey Sebastián de Portugal en la batalla de Alcazarquivir, el rey español, Felipe II (I de Portugal), con el apoyo de la nobleza portuguesa incorpora, por derecho familiar, la corona portuguesa a su trono. Aun a pesar de lo que podría en principio suponerse, yo creo que la mayor parte de los historiadores que he consultado están de acuerdo en reconocer que Felipe garantizó la autonomía portuguesa, ya que consideraba la unión de los dos países más como una asociación de dos reinos que como un nuevo reino. En línea

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