Kant después del neokantismo. VV.AA.

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Kant después del neokantismo - VV.AA. Minerva

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Popper o la de Adorno. También los temas y el modo de ejercer la reflexión varían según si el momento histórico, dentro del siglo XX, es el de los textos de Ortega y Gasset o el de los de Karl Otto Apel. De ahí que lo que presentamos sea una obra colectiva no solo porque reúne aportaciones de once estudiosos de la filosofía contemporánea, sino —y, tal vez sobre todo—, porque analiza la aportación de otros tantos filósofos relevantes del período acotado en ese «corto siglo XX».

      Por supuesto, Kant está presente en muchos más textos de los que hemos podido abarcar, pero el abanico de posiciones estudiadas incluye una considerable multiplicidad de prácticas filosóficas diferentes que, en un momento u otro de su trayectoria, han experimentado la necesidad, por razones internas, de un diálogo crítico con el legado de Kant. En los autores que nos ocupan ese diálogo contraría las lecturas neokantianas que mantienen en el centro de ese legado una interpretación en la que la agenda filosófica se centra en la consagración de la ciencia positiva como único modelo de conocimiento verdadero al que se contrapone la pretensión ilegítima de la metafísica. La perspectiva de Heidegger señala, en cambio, una interpretación de la función de la imaginación productiva en la que esta tiene la tarea de mostrar la problemática de la ontología. Por su parte, la perspectiva de Adorno acaba privilegiando la aportación de la obra de arte, conjuntamente con el lenguaje conceptual, a la comprensión de su presente por la filosofía crítica y, por tanto, a la cuestión de la verdad y del sentido de la acción. Estos dos ejemplos sumarios bastan para hacer patente que los problemas que Cohen o Rickert valoran como definitorios de una perspectiva kantiana se ven desplazados por nuevas perspectivas sin que ello lleve consigo un abandono del papel fundacional que la obra de Kant tiene para la filosofía contemporánea; en este caso, sin embargo, el interés no consiste en actualizar un hipotético «sistema» de Kant; de lo que se trata es de apropiarse de algunas de las perspectivas y de los conceptos desde los que introdujo nuevas prácticas del filosofar.

      Una comprensión de Kant que consista en la aceptación de su forma de entender al sujeto en la constitución de una experiencia objetiva, a la acción desde la posibilidad o la imposibilidad de realizar ideas, y a la actividad del filosofar crítico como la construcción de límites contra el «dogmatismo» es una posible interpretación que ha realizado ya su aportación histórica después de la Primera Guerra Mundial; comprender el mundo que surge tras ella, las ciencias que abandonan el paradigma newtoniano, las vanguardias artísticas y las políticas de las revoluciones totalitarias y de las democracias que les hacen frente solo es posible si se plantea la problemática sobre la racionalidad, teórica y práctica, en la que Kant formuló en términos nuevos la filosofía anterior, en términos capaces de entender lo que surge históricamente por primera vez. La filosofía entendida como teoría de la ciencia, y de las normas técnicas y morales que pautan la acción, habría marcado el comienzo del mundo contemporáneo y, por eso, Kautsky, Rickert, Cohen y tantos otros en la estela de Kant habrían ubicado dentro de esos parámetros la reflexión filosófica como pensamiento postmetafísico. La lectura de la Crítica de la razón pura como contribución a la ontología por Heidegger marca una ruptura con el mundo del neokantismo, pero no con la obra de Kant, cuya vigencia ha de pensarse en otros términos. O, por señalar otra posibilidad, Dialéctica negativa desplaza lo vigente en Kant hacia una teoría de la racionalidad que renuncia a teorizar la totalidad y desplaza la voluntad de dominio propia del discurso de las ciencias hacia un modelo de saber reflexionante, que pone límites a la subsunción de la experiencia bajo el concepto, y hace posible la crítica del carácter contradictorio de los procesos de racionalización social, de los que Auschwitz es una enseña.

      El abandono de la filosofía de la conciencia efectuado por el giro lingüístico, por el pensamiento hermenéutico y por las filosofías de la sospecha no solo evita convertirse en un motivo para abandonar el diálogo con Kant, sino que dentro de esas formas nuevas de la filosofía emergen otras tantas aportaciones para llevar a cabo la tarea de la crítica a tenor de la interpretación que cada una hace de la aportación kantiana. Son ejemplos de ello la interpretación de Foucault que quiere preservar de Kant la voluntad de cuestionar el presente, la forma en que Arendt equipara la lógica propia de la acción con la de la comprensión o la voluntad de hacer compatible la unidad de la razón con la triple crítica de la teoría, la práctica y el juzgar reflexionante, como sucede en la interpretación de los actos de habla en la lectura de Apel y Habermas.

      A esa modificación profunda del modo de relacionar el presente con el legado kantiano que tiene lugar en el siglo XX acompaña una transformación de la función de la filosofía, que apunta en diversas direcciones y a la que de ningún modo cabe atribuir un resultado ni un perfil de conjunto único. Es justamente esa pluralidad no reductible lo que el presente trabajo —ni totalizante, ni completo— ha querido estudiar.

      Las contribuciones se ordenan respetando un cierto orden cronológico, que no se observa estrictamente cuando hay motivos teóricos de peso o dos obras son estrictamente coetáneas. El lugar inicial corresponde al tratamiento que da Heidegger al problema de la metafísica en Kant en 1929; y el último texto analiza las aportaciones de Foucault, teniendo en cuenta sus últimos cursos, editados con carácter póstumo e impartidos en la primera mitad de los años ochenta.

      Arturo Leyte lee Ser y tiempo como eslabón flanqueado entre la interpretación fenomenológica de la Crítica de la razón pura y la obra que viene a conmover su recepción, Kant y el problema de la metafísica. «Sin Kant no hay Heidegger» viene a ser el expresivo lema con el que Leyte modifica a fondo las interpretaciones al uso de ambos filósofos y señala lo que entiende por horizonte actual de la filosofía.

      Entender la Crítica como una ontología del aparecer cambia la intelección de la relación entre «receptividad» y «actividad» en el conocimiento; y también de la «finitud» y el «sentido» como nociones previas a la posibilidad de establecer «cualquier significado de lo humano». El planteamiento trascendental exige como complemento un «afuera» del concepto, que remite a una «comprensión previa del ser». La tesis de que la imaginación no tiene patria es una forma de hacer visible su función de posibilitar el conocimiento, pero también la finitud, entendida como la aparición del ser «con independencia de un concepto».

      La conmoción que provoca la lectura que Heidegger hace de Kant en el movimiento fenomenológico afecta a todo el período que estudiamos, y produce uno de sus momentos más creativos en el pensamiento de Hannah Arendt, del que se ocupan en nuestro libro dos estudios. No debe suponerse que, por ello, le adjudiquemos un valor doble que a los demás pensadores estudiados; pero la diferencia de temática de los estudios de A. Prior y N. Campillo muestra hasta qué punto la lectura de Kant es indispensable para entender la aportación de Arendt a aspectos diversos del pensamiento del siglo XX. Su condición inicial de discípula de Heidegger aconsejaba, a pesar de la distancia en el tiempo y de su enorme originalidad respecto al maestro, colocar sendos tratamientos de su obra inmediatamente después del estudio sobre Heidegger.

      El texto de Angel Prior tiene su punto de partida en la nueva elaboración que la discípula hace del problema de la relación entre ciencia y pensamiento; dicho con Kant, Arendt acepta que «solo mediante estos conceptos (del entendimiento) es posible conocer y determinar un objeto» (A 310/B 367) y, aunque conectados con la comprensión de sentido, su verdad no puede reducirse a esta. Su directa apelación a la distinción kantiana entre entendimiento y razón, entendida como distinción entre verdad y significado, entre conocer y pensar, se distancia de Heidegger en un punto esencial que permite a Arendt comprender de otro modo la relación entre filosofía y ciencia, y proponer otra lectura de la modernidad. Traerá también consigo otra interpretación de la política, como mostrará el estudio de Neus Campillo.

      H. Arendt se separa de Heidegger en un movimiento de aproximación a Kant tanto en el anclaje antropológico del cuidado que efectúa La condición humana como en el restablecimiento de la distinción entre la actividad de comprender el sentido y la de acceder a la verdad. Con ello, la teoría de la comprensión adopta la perspectiva de la intencionalidad, en la que para Heidegger era excesiva

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