Luz de luna en Manhattan. Sarah Morgan

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Luz de luna en Manhattan - Sarah Morgan страница 15

Автор:
Серия:
Издательство:
Luz de luna en Manhattan - Sarah Morgan Top Novel

Скачать книгу

no puedes hablar con un hombre con el que tienes una cita, pero sí con un desconocido de la calle?

      —No era un desconocido exactamente. Llevo ocho meses pasando a su lado todas las noches. Siempre nos decíamos hola. Era muy educado y empezamos a decirnos algo más que hola. Luego empecé a conocerlo un poco. ¿Sabes que a veces, cuando hace mucho frío, se pasa la noche en el tren desde el Bronx hasta Brooklyn? Es muy triste —a Harriet la deprimía que la gente tuviera que hacer eso para no congelarse en el frío invierno de Nueva York. Para seguir con vida—. Cualquiera puede acabar en la calle.

      —Has tenido que hablar mucho con él para saber tanto.

      —Pues sí. Estaba muy solo —Harriet hizo una pausa—. Y supongo que yo también. Me estaba habituando a vivir en el apartamento sin Fliss.

      Glenys le dio una palmadita en el brazo.

      —La echas de menos. Lo comprendo. Yo también a Charlie. Lo peor son las cosas pequeñas, ¿verdad? Charlie siempre hacía café por la mañana. Ahora lo hago yo y nunca me sale bien del todo. Y él arreglaba todo lo que se estropeaba en casa. Era un manitas.

      Harriet se dio cuenta de que tenía que dejar de quejarse.

      Glenys había sufrido una pérdida seria. Ella no había perdido a Fliss. Su hermana seguía estando en su vida.

      —La echo de menos, pero tenía que ocurrir antes o después —dijo—. La alternativa habría sido vivir juntas hasta los noventa años, compartiendo dentadura postiza, y eso tampoco habría estado bien. Desde que se mudó Fliss, no tengo a nadie para quien cocinar.

      No confesó que algunos días hacía bandejas enormes de galletas de chocolate o de barritas de cereales y las repartía entre todos los que querían. Y sabía que lo hacía tanto por ella como por las personas. Necesitaba sentirse útil, y desde que Fliss se había ido fuera y Daniel había empezado a salir con Molly, rara vez se sentía necesitada. Echaba de menos tener a alguien a quien cuidar y para quien cocinar. Había poca gente ante la que estuviera dispuesta a admitirlo, pero una de ellas era Glenys.

      —No soy ambiciosa en el sentido de Fliss. O sea, me gusta nuestro negocio, pero lo que más me gusta es el estilo de vida que nos proporciona. Los perros. Estar fuera. Hacer algo que adoro. A Fliss le gusta crecer y tener éxito. En eso somos distintas.

      —Sois distintas en muchos sentidos. Fliss siempre tiene prisa, nunca tiene tiempo para charlar como tú.

      Harriet saltó enseguida en defensa de su hermana.

      —Porque está construyendo el negocio. Si tenemos los Rangers Ladradores es gracias a ella.

      Glenys dejó de andar y Harriet la miró asustada.

      —¿Qué te pasa? ¿Te duele la cadera?

      —No. En este momento me duele el corazón y la causa eres tú. Tu problema es que no ves las cualidades que tienes —Glenys movió un dedo en el aire—. Los Rangers Ladradores son tan creación tuya como de tu hermana.

      Fliss le había dicho lo mismo.

      —La idea fue suya. Y ella se encarga de todo el negocio nuevo.

      —Pero ¿por qué crees que la gente os encomienda los perros a vosotras? Por ti —Glenys le dio una palmadita en el brazo—. Porque en Manhattan todo el mundo que tiene dos dedos de frente y un perro sabe que Harriet Knight es la persona que necesita. Servicio personalizado, atención individual, cariño. Eso es lo que importa. Por eso tenéis tanto éxito. Tú eres a los paseadores de perros lo que Tiffany’s es a las joyerías. Eres diamante y oro blanco. La mejor.

      Harriet se sentía conmovida y muy halagada.

      —¿Qué sabes tú de Tiffany’s? —preguntó.

      —Yo también fui joven. Y me paraba delante de esa tienda soñando, como tantas otras mujeres antes que yo. Y luego Charlie hizo que se cumplieran mis sueños. Y no lo hizo entrando en Tiffany’s y gastándose todos sus ahorros. El amor no es un diamante. Lo que teníamos no se puede comprar, y eso es lo que tú quieres también. Amor. No hay nada de malo en eso, querida. Muéstrame a una persona que no quiera amor en su vida y yo te mostraré a un mentiroso —Glenys echó a andar de nuevo, con Harriet a su lado.

      —¿Qué te ha hecho tan sabia? —preguntó esta.

      —La edad y la experiencia.

      Dos manzanas más allá, Harriet insistió en que dieran la vuelta, temerosa de que Glenys se pasara el primer día.

      —Es suficiente por hoy —dijo—. No quiero agotarte y tengo que sacar a otro perro antes de irme a casa.

      —¿Estás segura de que tú deberías andar tanto?

      —Le voy a hacer un favor a una clienta que ha tenido una urgencia familiar. Ha dejado a su perra con su hermano y he prometido ir a sacarla. Esto ha sido divertido. Lo repetiremos mañana.

      —Si mis articulaciones no se rebelan. ¿Y qué va a hacer en Navidad, hija? ¿Lo has decidido ya?

      Harriet mantuvo la vista fija al frente.

      —Vas a venir tú a mi casa. Ya estoy planeando el menú.

      Glenys la miró con curiosidad.

      —¿No la vas a pasar con Fliss?

      —Me ha invitado, pero no conozco a la familia de Seth, es su primera Navidad todos juntos y sé que mi hermana está un poco nerviosa…

      —Razón de más para que vayas con ella.

      —No —Harriet negó con la cabeza—. No necesita a su hermana gemela, necesita a Seth. Ahora tiene una familia nueva.

      —Uno no tira a su familia anterior cuando entra en una nueva. Las mezcla, como eso que haces tú tan bien con las galletas.

      —Para algunas cosas, sí, pero no siempre. Y en Navidad parece una intromisión. Y me vendrá bien pasar ese día sin mis hermanos. Siempre he dependido demasiado de ellos. Probablemente vea películas navideñas y me llene de comida poco saludable. Espero que tú estés conmigo.

      —¿Y qué hay de tu abuela? ¿No puedes ir con ella?

      —Me quedaré aquí. Seguiré paseando perros si la gente me necesita. Siempre que no haya demasiada nieve —Harriet miró el cielo—. ¿Crees que esta vez acertarán? ¿Va a ser una nevada grande?

      —Tal vez. Son fiestas, Harriet. A tu edad, deberías estar de juerga.

      —Si me puedo hacer daño en el tobillo sin estar de fiesta, imagínate lo que me puedo hacer si saliera de juerga. Nunca he sido muy juerguista, Glenys. Hablas con una mujer que ni siquiera sabe andar segura con tacones altos.

      —Me preocupa que vengas aquí sola de noche. No es seguro.

      —Eso es bueno. Estoy intentando vivir menos segura. Salir de mi zona de confort. ¿Darren vendrá a verte estas fiestas?

      —Este año no. Van a ir a casa de los padres de Karen en Arizona. Probablemente cocinarán el pavo dejándolo media hora al sol —habían llegado al bloque de Glenys y el portero les sonrió

Скачать книгу